Dos Vidas ,un Camino

Parte 48

CAPÍTULO 47: Alexter

El sueño comienza como siempre: estoy en la playa, con el corazón roto por la pérdida de mi padre. El viento juega con mi cabello.Estoy parado en la orilla, llorando, cuando de repente una niña se acerca a mí. Su cabello claro ondea con la brisa, y sus ojos grandes y dulces me miran con curiosidad.

—¿Por qué lloras? —pregunta, con una voz suave y dulce.

—¿Y a ti qué te importa? —respondo, con un tono defensivo, aunque en el fondo su presencia no me molesta.

—Es que nunca había visto a un niño llorar —dice, arrodillándose a mi lado—Mi amigo Paúl dice que los niños no deben llorar, que eso es para niñas. Pero mi papá dice que las lágrimas nos ayudan a limpiar el corazón y demuestran amor. Porque se puede llorar de tristeza, pero también de felicidad. Y en cualquiera de los dos casos, un abrazo siempre ayuda. ¿Quieres uno?

La niña me mira, y por un momento, parece que quiere decir algo más. Pero antes de que pueda hablar,alguien la llama a la distancia, el sueño se desvanece, y me despierto con el corazón acelerado.

Me quedo sentado en la cama, respirando profundamente mientras intento calmarme. Ese sueño... siempre ha estado ahí, desde que era un niño, pero esta vez fue distinto. Más intenso, más real. Como si el tiempo no hubiera pasado y yo volviera a ser aquel niño pequeño, perdido y asustado en la playa. Pero ahora, algo en mi mente no deja de preguntarse: ¿quién era esa niña? ¿Por qué su imagen, su voz, su consuelo, han permanecido conmigo todos estos años?

Me levanto y camino hacia la ventana. Afuera, el mar está en calma, y la luna se refleja en las olas como si el mundo entero estuviera en pausa.Por algún extraño motivo pienso en Melissa. Me pregunto si debería ir a buscarla.

Pero, ¿y si estoy equivocado? ¿Y si ella ya ha seguido adelante y yo sigo atrapado en el pasado? La idea de enfrentarme a esa posibilidad me paraliza. No sé si estoy preparado para escuchar que ya no siente nada por mí, que todo lo que vivimos fue solo un capítulo cerrado en su vida.

Las dudas me invaden. Por un lado, está la esperanza de que todavía haya algo entre nosotros, de que ese hilo invisible que nos une no se haya roto. Por otro, está el miedo a ser rechazado, a descubrir que todo este tiempo he estado aferrado a algo que ya no existe.

Me apoyo en el marco de la ventana, sintiendo el frío del cristal bajo mis manos. El mar sigue ahí, inmutable, como si supiera algo que yo no. Tal vez debería escuchar a Antonio, dejar de dar vueltas y enfrentar la realidad. Pero, ¿cómo? ¿Cómo puedo acercarme a ella sin sentir que estoy arriesgando lo poco que me queda de paz?

Por ahora, no tengo respuestas. Solo sé que no puedo seguir así, atrapado entre el pasado y un futuro que no me atrevo a construir. Tal vez mañana sea diferente. Tal vez mañana encuentre el valor para buscarla.

Decido salir a caminar por la playa, aunque ya es de noche y hace frío. Necesito aire, necesito espacio para pensar. Mientras camino, pienso en lo que Antonio me dijo: "Trata de hablar con Melissa. Esa chica te quiere todavía." ¿Será cierto? ¿O es solo el deseo de mi amigo de verme feliz?

Sin darme cuenta, llego al lugar donde conocí a la niña de mis sueños. Lo reconozco porque está cerca del rompeolas y hay una casa cerca. Me siento en la orilla, mirando cómo la luna se refleja en el mar. La brisa es fría, pero no me incomoda. De hecho, me siento más tranquilo aquí que en cualquier otro lugar.

Mientras miro las olas, algo en mi mente hace clic. La niña de mis sueños... ¿podría ser Melina? Ambas tienen el cabello claro y esa mirada dulce que parece calmar cualquier tormenta. Incluso ambas tienen un amigo llamado Paul. ¿Es posible que nos hayamos conocido de niños, en esta misma playa, sin siquiera saberlo? La idea me sorprende, pero también me llena de confusión. Si es cierto, entonces tal vez no sea una coincidencia que nuestra vidas se hayan cruzado de adultos. Tal vez el destino si existe y nos ha estado uniendo desde el principio, aunque de una manera que nunca llegué a entender.

Pero, ¿y si estoy equivocado? ¿Y si esa niña no era Melina, sino alguien más? Alguien como Melissa, cuya presencia en mi vida ha sido tan fugaz como significativa. La duda me carcome, pero también me da esperanza. Tal vez, después de todo, el destino tenga algo más guardado para mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.