Dos Vidas ,un Camino

Parte 49

CAPÍTULO 49: Melissa:

Salgo al porche del patio trasero y me siento a observar el mar. El ir y venir de las olas me relaja y me ayuda a ordenar mis pensamientos. Mis sentimientos hacia Alexter son un remolino de emociones que no logro controlar. Aunque el pasado nos separó por circunstancias que parecían insuperables, ahora sé que yo también tuve parte de la culpa. Huí cuando debí quedarme. Cuando supe que él y Melina habían terminado, el miedo a ser rechazada me mantuvo alejada. Mi madre me contó que él fue a buscarme varias veces, pero yo no sabía que su relación había terminado, ni que el supuesto embarazo de Melina nunca fue real. Con el tiempo, Alexter dejó de ir, y yo me convencí de que me había olvidado. Intenté seguir adelante, creí que lo había logrado, pero el destino lo puso de nuevo en mi camino hace dos noches, y todo aquello que creía enterrado resurgió con una fuerza que me dejó sin aliento. Él ha cambiado, pero sus ojos siguen siendo los mismos: profundos, intensos, hipnotizantes.

Me levanto y decido caminar por la orilla de la playa. El agua fría me recuerda que estos dos años no han sido un sueño, sino una realidad que nos separó. Pienso en ese sueño recurrente que he tenido desde pequeña, en ese niño de mirada triste que siempre aparecía en la playa. ¿Por qué he vuelto a soñar con él? ¿Quién era? Camino sin prestar atención a mi entorno, perdida en mis pensamientos, hasta que llego al rompeolas. Al levantar la mirada, diviso una silueta familiar.

Mi corazón se acelera. ¿Es él? ¿Qué hace aquí? De repente, el sueño se hace más vívido que nunca. Era... él, aquel niño de mi infancia. Es Alexter. ¿Qué hago? ¿Me acerco? ¿Y si no es él y solo se parece a la distancia? Pero si es él, ¿qué le digo? Decido dejar el miedo atrás y abrirme a lo que el destino me está ofreciendo. Me acerco lentamente, asegurándome de que no estoy equivocada. Cuando estoy lo suficientemente cerca, me arrodillo a su lado.

—Hola, Alexter —digo, con una voz que apenas logra salir.

Alexter:

Estoy sentado en la arena, perdido en mis pensamientos, cuando veo a alguien acercarse a lo lejos. No distingo bien si es hombre o mujer, pero supongo que es alguien más que busca paz en el sonido de las olas. Luego de unos minutos, siento una presencia cerca de mí y escucho una voz que me hace estremecer:

—Hola, Alexter.

No puedo creer lo que ven mis ojos. Es Melissa. ¿Cómo es posible? Me levanto sobresaltado, y ella, al verme reaccionar, también se pone de pie.

—No quería asustarte —dice, con una voz temblorosa—. No estaba segura de que fueras tú hasta que me acerqué.

—No entiendo nada —digo, tratando de procesar lo que está sucediendo.

Ella me interrumpe antes de que pueda decir algo más.

—Alexter, necesito hablar contigo. ¿Podemos hablar?

Veo cómo se sienta en la arena, mirándome con esos ojos que siempre me han hecho sentir vulnerable. Me siento a su lado, y ella comienza a hablar:

—Alexter, cuando te conocí, nunca imaginé que el amor pudiera surgir entre dos personas que no se conocen, que no saben nada la una de la otra. Cada día trabajando para ti me enamoraba un poco más, aunque sabía que era un amor imposible. Tú estabas en una relación, y yo solo me limitaba a observarte cuando pasabas por la oficina. Pero aquel día que me invitaste a la feria... todavía no sé por qué acepté. Sabía que tenías novia, pero Melina llevaba días sin aparecer, y en mi ingenuidad, pensé que tal vez ustedes habían terminado. —Se ríe amargamente—. Tuve la esperanza de que fuera así. Luego del primer beso... —hace una pausa, y yo pienso en ese beso, en cómo me hizo sentir vivo por primera vez en años, pero no digo nada—. Mis dudas comenzaron a crecer. Cuando me besaste por segunda vez, aunque lo disfruté, una pregunta se instaló en mi mente: ¿habías terminado con Melina o solo me estabas usando?

La interrumpo, incapaz de quedarme callado.

—Mel, nunca pensé en jugar con tus sentimientos. Todo lo que dije aquella tarde era —corrijo— es verdad.

Ella me mira, y sus ojos reflejan el dolor que ha cargado durante tanto tiempo. Continúa.

—Me sentí destrozada, Alexter. Seguía yendo a trabajar, pero para mí era una tortura. Había pensado en renunciar, pero mis amigos me decían que aguantara, que fuera fuerte. Necesitaba el trabajo, pero cuando me enteré de que esperabas un hijo con Melina, eso me rompió por completo. Lo que me hizo tomar la decisión de irme fue que ella misma fue a mi casa para decirme que yo me estaba metiendo entre ustedes, que solo había sido una distracción para ti mientras ella no estaba. Yo ya lo pensaba, pero que ella me lo dijera frente a mis padres... me hizo sentir avergonzada, humillada.

—Yo no sabía nada de esto —digo, sintiendo cómo el dolor de Melissa se convierte en el mío, las cosas entre Melina y yo terminaron de manera abrupta. Después de nuestra última discusión, ella regresó a Nueva York y no supe más de ella. Antonio me dijo que estaba bien, pero eso fue todo.

Melissa continúa, con la voz quebrada:

—Me fui tan lejos como pude. Un año después me enteré de que no te habías casado y que todo había sido una equivocación, pero pensé que ya no te acordarías de mí.

Niego con la cabeza, incapaz de contener la emoción.

—Mel, yo nunca pude olvidarte. Te busqué todos los días. Iba a tu casa, pero tu padre me corría. Decidí irme a Madrid porque no podía seguir en un lugar donde todo me recordaba a ti. Pasaron dos años en los que incluso pensé en contratar a un detective para encontrarte, pero me repetía que si no te encontraba era porque tú no querías que te encontrara. Luego empecé a pensar que tal vez habías rehecho tu vida y te habías olvidado de mí.




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