La luz del amanecer en Caracas es de un tenue color lechoso, tal ves producida por la bruma que baja desde el Ávila que no dejaría ver el sol que sigue pegado en la línea del horizonte, hace frío, y mi piel de gallina se refugia bajo las sábanas blancas de la cama tamaño king Say del hotel donde me encuentro hospedado, a menudo en la comodidad de mi casa solía creer, que el enorme tamaño de estas camas podrían ser como un jardín donde pueda revolcarse un gran dormilón, e despertado antes de que suene la alarma de mi teléfono celular, restregó mis párpados, más por costumbre que por necesidad, pues se me a espantado las ganas de continuar durmiendo, decidí abandonar mi rutina matutina debido a que la noche anterior había culminado la última reunión finiquitando los detalles con mi equipo, me pica la garganta y notaba un regusto desagradable en mi boca, como si tuviera un cenicero lleno de colillas en el paladar, todo por qué el día anterior había fumado mucho, por lo menos dos cajetillas de cigarrillos Marlboro rojo; me quedo contemplando el techo color blanco de la habitación, buscando en mi interior algo de valor por lo que acontecería el día de hoy, en mis pensamientos transcurre el recuerdo de Neomar Lander, un jovencito de tan solo veintidos años de edad, quien dijo unos días antes de morir por un traumatismo de torax ocasionado por el impactado de una bomba lacrimógena en su pecho, hecho que ocurrió durante una protesta en las inmediaciones de la avenida Francisco fajardo en el municipio Chacao de la ciudad de Caracas (Venezuela), el refería con una camiseta que cubría su rostro en forma de capucha, y aquel casco de skater blanco que lo protegía durante las batallas campales que se suscitaban durante las protestas en la ciudad de caracas, y en donde se inmortalizó por sus célebres palabras realizadas a través de una entrevista que le realizó un reportero, días antes de morir; “La lucha de pocos, vale por el futuro de muchos”, estas palabras se convertiría en lema de resistencia, incluso para otras naciones en dictadura, valla sacrificio que tuvo que hacer este pequeño, pero grande en ideales; interrumpiendo mis pensamientos, la alarma de mi móvil comienza a sonar con aquella melodía “one” del grupo U2, que a diario escuchaba al levantarme, al unísono, vibra mi reloj Smart en mi mano derecha, que se encuentra sincronizado a mi móvil, dejo que la canción suene tratando de mitigar mis nervios, pues ahora es el comienzo de todo un cambio en mi vida, que iniciaria en convertirse en catástrofe, una catástrofe que pudiera llevarme a la cárcel por treinta años, y la verdad yo no sabría como llegar a viejo detrás de las celdas de un penal, o tal vez llevarme a perder mi vida, pero ya a menudo, trataba de huir de estos peligros en cuerpo y Alma, aunque mi vida ya se encontraba perdida desde hace mucho tiempo, pero si no puedo llevar mi cuerpo, al menos que escape mi Alma; el tiempo se demolia a pasos agigantados, esa mañana en que cambio todo, me dirija al matadero, pero uno no sabe a ciencia cierta que las cosas puedan pasar a peor, a pesar de que tengas todo el plan estudiado y planificado en detalles, y así es como inicio todo, yo no tenía mucho que perder, tan solo esperar a que se hiciera efectivo la módica suma sustanciosa de nueve cifras, pero nadie se había arriesgado a realizar un trabajo así, ni siquiera los gringos, pudiéndome convertir en el puñetero héroe de mucha gente, pero el valor y el heroísmo tienen un precio, así que si mi futuro sería una ruleta a la cual tendría que tirar, con la esperanza de no volver a trabajar en mi vida, ni siquiera las próximas tres generaciones de mi descendencia, y así fue como inicio todo lo que habíamos planeado, empezando ahora, como en un limbo del tiempo en donde estarían por llegar aquellas décimas de segundo que detendría en seco nuestras vidas.
Yo era un hombre contradictorio, supongo que en mayor o menor medida todos lo somos, según como podría parecer, espontáneo, impulsivo, incluso reflexivo, para algunos maníaco compulsivo, pero esto era por el impulso de mantener el orden de las cosas, soy bastante disciplinado y metódico, acostumbro a madrugar mucho, a las cinco de la mañana saltaba de mi cama y antes de ducharme y desayunar, me esfumaba la calle en un chándal a correr, no importara que lloviera o helara, (de ahí podría decirse que provenía la definición y firmeza de mi cuerpo), por cierto me disculpo por no presentarme, por si no me conocen, mi nombre es Joseph Armando Falconet, soy ciudadano español nacido en la ciudad de Vic, la cual mantiene rasgos históricos de las estructuras románicas de principios del milenio, está ciudad queda en la comarca de Osona provincia de Cataluña, en España, soy Médico Cirujano, graduado en la Real Academia de Medicina de Cataluña (España), esta se encuentra en el recinto urbano que comprende los edificios del antiguo hospital de la Santa Creu junto con la casa de la convalecencia y el edificio del antiguo colegio de Cirugía, durante más de quinientos años este complejo fue el centro del antiguo sanitario de Barcelona (España), por las tardes al salir del hospital Lobraguet de Barcelona (España), me dirigía al metro y hacia trasbordo en la estación central, abordando el Renfe (Tren) de las seis y cuarenta y cinco de la tarde, con la intención de dirigirme a mi casa, la cual se encuentra en un pueblo llamado Torello a unos veinte minutos de la ciudad de Vic, a las laderas de los Pirineos catalanes, casa la cual me encontraba pagando una hipoteca al banco Santander, y que en ocasiones me ponía en situación, por la falta de completar para pagar los giros de la hipoteca, para algunos mi familia era un poco disfuncional, pero para mí son lo más funcional que tengo en mi vida, pues tengo seis hermosos hijos de cinco relaciones diferentes, pero que por alguna razón que podía yo asumir, debido a mi ámbito laboral y estudiantil, lo cual confieso me llevo a ser inconsistente con mis relaciones amorosas, pero siempre existía aquella espina que me llevaba a conocer a alguien, y que en lo sucesivo, mantenía con frecuencia relaciones, dónde de pronto surgía un nuevo retoño, pero no por ser inconsistente, significará que fuera un padre irresponsable, pues siempre mantenía contacto con cada uno de ellos, y ellos entre ellos mismos, pues me procure de que a pesar que fueran hermanos de madres diferentes, se conocieran y se tratarán entre si, solo en ocasiones y debido a sus ocupaciones estudiantiles se quedaban con migo en temporadas vacacionales, y en uno que otro fin de semana planificado; después de cuarenta y cinco minutos de recorrido en el Renfe por las montañas que van bordeando la comarca, me distraía contemplando los paisajes pintorescos, así como los grandes trigales bordados con el colorido de las flores de amapola que le bordean, acompañando como fiel compañera a la inmensidad de espigas, y que en su mayoría a mediados del mes de marzo a mayo comenzaban la recolección de las cosechas del trigo, al llegar a la estación atravesaba el pueblo caminando, y que a lo sucesivo, solía detenerme en el puente de la calle Gess, que atraviesa el rio Ter, me quedaba contemplando los patos silvestres que chapoteaban en el río, haciendo su sonidos característicos, cosa que me relajaba mientras intentaba comprender la majestad de la libertad en tan insignificante ave, a esta hora suele transitar por este lugar mucha gente que salen de sus empleos, y que con el solo gesto de mano, y acompañado de una breve palabra a pesar de no conocerte, te cortejan con la frase en catalán, «adeus» (adiós), al llegar a mi casa, justo al ingresar y cerrar la puerta, dejaba las llaves en la mesa de la entrada, colgaba mi chaqueta y jersey en el perchero, ingresó por el corredor, que da como una breve antesala para abordar el salón del recibidor, dejaba mi bolso de hombro sobre el sofá, y me dirigía a la cocina a tomar un sumo de naranja o un vaso con agua dependiendo de la ocasión, a posterior me internada en mi pequeño despacho justo al lado de la entrada de la casa, tomaba mis cascos y los colocaba tapando los lóbulos de mis orejas, encendía mi equipo de sonido y colocaba algo de Juan Sebastián Bach, Mozart, o en lo variable alguna ópera posiblemente la Traviata o novena sinfonía de Beethoven subía el volumen a consideración y reclinándome sobre mi viejo sillón de piel marrón, dónde comenzaba a estudiar por horas algún procedimiento quirúrgico que en lo sucesivo se escabullían las horas, se podría pensar que solo por esto, soy uno de esos tantos médicos prelúdiales con Ínfulas, pero en público solía bromear sobre mí profesión, y quitarle importancia, pero en lo privado y en la prácticas, me lo tomaba con toda la seriedad, y que aún así no me quedaba tranquilo, pues mi vida la llevaba dedicada y apegado a mi trabajo, antes de que todo comenzará a cambiar por una enfermedad, me llevo a tomar decisiones drásticas, fui diagnosticado con un cáncer, el cual me condujo a formar parte del club de los calvitos, por el efecto segundarios de las quimios y radios terapias, pero hoy en día mi cabello a crecido lo suficiente, es de color castaño y algo lacio, cuando conozco a una chica suele decir que uno de mis atractivos es el color almendra claro de mis ojos, y es que hay pocas personas que su atractivo suele ser el color azul en sus ojos, pero el mío es aún más escaso en cuanto a lo claro que son, y por cierto ya mi color de piel no posee esa palidez cutánea (color cobre) que suele dejarte los medicamentos para neoclásicos, al Levantarme de esta enfermedad tuve que esforzarme y trabajar más fuerte, muy a menudo me tocaban guardias los fines de semana, pues mi economía se veía muy reducida por qué el tiempo que estuve de reposo, hizo que mitigaran mis ingresos, ante los tantos compromisos económicos y familiares que teniá, por qué prefería en ocasiones pasar necesidad (hambre) para cumplir con las pensiones de mis hijos, tal vez por esto hacia que se mantuviera el buen clima con las madres de mis hijos.
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Editado: 19.07.2023