Dr. Dron Cronicas de un Atentado

Capitulo 2. La Aventura.

     Nos encontrábamos en un vuelo rumbo a Venezuela, yo estaba sentado en mi asiento en el área turística, junto a una de las ventanillas del lado izquierdo del avión, a un es de día apenas marcan las cinco y veinte de la tarde, hora Venezolana, podía ver el ala del avión, que en una que otra ocasión marcaban con su punta, un surco como cortando el aire, Omár esta sentado en el segundo asiento del lote de puesto que está en el centro del avión, podría verlo dese mi asiento pues está a mi mano izquierda, en la misma hilera donde me encuentro sentado, la voz de la azafata me sorprendió, comenzó a comunicar en tres idiomas diferentes que debemos ajustar los cinturones por qué estaríamos a minutos de aterrizar, me pongo a observar por la ventanilla buscando divisar como a Rodrigo de Triana, ¡Tierra!, pero a un solo veía una capa extensa de nubes bajo nosotros, sin percibirlo estábamos descendiendo, no fue si no hasta que comenzamos a atravesar las espesa nubosidad, que pude percatarme que ya el capitán iba buscando la altitud correcta para aterrizar, comienzo a distinguir el turquesa del mar, estábamos sobrevolando sobre el famoso Mar Caribe, que a sus anchas bordea como frontera invisible las costa de Venezuela, de pronto el avión empezó a inclinarse levemente ente al lado izquierdo, levantando a unos pocos grados el ala derecha, al retomar la estabilidad en el horizonte comencé a ver en la costa venezolana, casitas construidas sobre las laderas de las montañas, se aglomeraban una sobre otras como mostrando una falsa percepción de superpoblación, llegué a recordar aquellos pesebres que en la secundaria armábamos en las fechas decembrinas en el instituto, el avión continúa descendiendo, hasta el momento que sutilmente pisa tierra, para mí un perfecto aterrizaje, a penas pude sentir un bache mientras rodábamos a un con velocidad por la pista, una voz algo áspera interrumpe mi distracción de la ventanilla, giré a observar si el comentario era hacia mi, se trataba de la persona que va sentado a mi lado, un señor mayor de unos sesenta años con cabellos en un tono gris por efecto de las canas que se entremezclaban con su cabello negro, al ver que este se encontraba distraído con su móvil, dudé en ese instante que el comentario fuera dirigido a mi, volví a girar mi mirada a la ventanilla, pero vuelvo a escucharle con mayor insistencia, —Si es primera vez que viajas a Venezuela, tienes que tener cuidado, Venezuela es muy peligrosa, no te vallan a robar— su comentario me alarmó un poco, observándolo fijamente le respondí —Gracias, os agradezco su advertencia, — durante todo el vuelo, este tío no había cruzado palabras con migo, guardó su móvil dentro del bolsillo interno de su chaqueta negra, y sacando algunos billetes de cien euros, se reclinó hacia adelante y agachando su dorso elevó levemente su pierna derecha, levantó discretamente el pantalón dejando al descubierto sus medias negras y comenzó a guardarse los billetes acoplándolos dentro de sus medias a la parte inferior de sus músculos gemelos de su pierna (pantorrilla), será casualidad o será real estás advertencias, recordé las palabras de Verónica cuando conversamos por teléfono, al mismo tiempo el comentario del funcionario de inmigración en el aeropuerto Barajas, cuando me sellaba el pasaporte, me preguntó insistentemente, «¿Usted está seguro de viajar a Venezuela?», está pregunta podría enfatizar algún peligro que podía correr, pero después de haber hecho mi check list estaba más que seguro, a demás no llevaba mucho efectivo tan solo seiscientos cincuenta dólares americanos que había podido lograr cambiar en el aeropuerto, me habían informado que se usaba más el dólar americano que el euro, a pesar de que el euro por efecto cambiario tendría mucho más valor que el dólar, tome mi billetera y saque el dinero de su interior, comencé a dividirlos en tres partes una lo guardé en mi bolsillo derecho la otra con menor cantidad de efectivo la volví a depositar en mi billetera, y la otra la guardé en el bolsillo izquierdo de mi pantalón, recordaba que esto podría ser como en el metro de Barcelona, tal vez podría toparme con algún carterista que pudiera intentar abarrotarse con todo mi efectivo, sin embargo fue una acción preventiva.

             La medicina en Venezuela para mi apreciación es muy bonita, la dedicación de los compañeros galenos me llevó a poder aprender que para salvar una vida se requieren solo las manos, pues relativamente no contábamos con gran dotación de insumos en el hospital, para la gran cantidad de enfermos y heridos que llegan a estás instalaciones, sin contar  los heridos de bala que para mí era algo nuevo pues aquí llegaban en una proporción cuando en España si acaso en toda mi profesión llegué a atender a un solo herido y fue por un accidente de cacería, en una oportunidad, siendo residente tipo dos, me tocó prestar apoyo en el área de emergencia, ese día había muy escaso personal por qué se generaba una marcha en la capital, la mayoría de los servicios no habían podido llegar   a realizar el cambio de guardia, ese día yo había llegado temprano al hospital pues había bajado caminando, el jefe de mi servicio me pidió que prestara apoyo en la emergencia mientras se normaliza la contingencia, ese día no sería el único médico de otra área que prestaría apoyo a este servicio, ya esta área se encontraba muy congestionada la emergencia, mientras que me presentaba al coordinador del área, llegó una emergencia con varios heridos, producto de una colisión múltiple que se había generado en la avenida Francisco Fajardo a la altura del Fuerte Militar Tiuna, ese día me   tocó   demostrar mis habilidades; entre los colisionados se encuentra un poli traumatizado, (Paciente con traumatismos múltiples), según describe el personal de paramédicos que realizó el traslado, este es un motorizado que está implicado en la misma colisión múltiple,  el paciente estaba siendo atendido por un médico residente tipo uno, (Las denominaciones de residencias están definidas por el año que se está cursando), extraigo de mi riñonera mis gafas de protección quirúrgicas, las coloco cubriendo mis ojos,   me pongo un tapaboca descartable, tomo  una bata quirúrgica descartable y su gorro, a su  vez un par de guantes del armario de suministros, mientras me los voy colocando  observo a poca distancia el procedimiento de abordaje, podía percibir un cierto grado de concentración ligado con nerviosismo por este compañero, sin percatarse que  iniciaba a descubrir las heridas cortando las ropas del colisionado,  sobre la camilla de traslado sin haberlo trasbordado a la mesa de trauma, me apresuré esterilizarme y  vestirme, entre la algarabía escucho  una exclamación coloquial repetitiva por parte de este residente —¡Coño!, ¡coño!, ¡coño!— un movimiento brusco en la pierna dónde se encontraba la exposición ósea, comenzó a brotar una enorme cantidad de sangre en proyección ascendente, como si se fuera fisurado una arteria,  el residente retrocede del paciente de forma impulsiva, tras ser salpicado  de sangre, este vuelve a acercarse de forma apresurada, toma unas pinzas kocher rectas dentadas, e inicia una hemostasia (Retención o contención de una hemorragia, mediante mecanismos fisiológicos o por medio de procedimientos manuales, instrumentales, o químicos) en el área expuesta, toma unas pinzas Rochester rectas intentando ocluir con presión la arteria, enseguida   me acerco y pido a la enfermera  y  al paramédico que lo asisten me ayuden —¡Deprisa!, a hay que subirlo a la mesa de trauma— el residente se retiró hacia atrás con sus manos en alto mostrando  los guantes ensangrentados y las pinzas en ambas manos, mientras que el paramédico y yo alzamos la tabla de inmovilización y la rodamos sobre la mesa, la enfermera me ayudó a  tomarlo por el pantalón de la pierna que estaba sin la lesión, mientras yo lo tomaba por su camiseta reteniéndolo,  el paramédico con rapidez retiró la tabla de inmovilización, enseguida pido a la enfermera me ayude a inmovilizarlo atando las manos y la pierna no lesionada  del paciente,  por lo general cuando abordo una emergencia, mi cerebro comienza de forma acelerada a evaluar la información que me ayudara a realizar un eficiente abordaje, se   trata de un paciente masculino de unos treinta a cuarenta años de edad en promedio, con vía aérea permeables, su ventilación es simétrica, y Glasgow de quise puntos, (La escala coma de Glasgow, es una escala de aplicación neurológica que permite medir el nivel de conciencia de una persona, midiendo el nivel  de alerta en base a una puntuación, la cual va desde tres puntos “Coma Profundo” hasta el quince “Normalidad”, calculándolo tras la apertura ocular, respuesta verbal y respuesta motora), la  exposición ósea esta pronunciada  aproximadamente a unos quince a veinte centímetros de la rótula del miembro inferior izquierdo,  con sentido de exposición al tronco, con la extremidad inferior rotada, tomé las tijeras y corte la camiseta que estaba parcialmente teñida con sangre, descubriendo su tórax pedí a la enfermera lo conectará al monitor, el residente continúa insistente la hemostasia,  comienzo a  visualizar los signos vitales en el monitor, la presión arterial  se encuentra comprometida, la presión diastólica está en sesenta mientras que la sistólica en treinta, mmHg, (Representación de medición en milímetros de mercurio), la frecuencia cardíaca en ciento treinta PPM (Pulsaciones por minutos), se está descompensado, era momento de intervenir —¡Enfermera deprisa!, trate de ubicar alguien de cirugía, y busque en banco de sangre   concentrado de glóbulos rojos, y  concentrado de plasma por favor— la enfermera salió de prisa del área de traumachock,  evalúe su pelvis pues tenía sospechas de poder existir una fractura, pero en la sala no había disposición de faja pélvica para poder inmovilizar,  la enfermera no tardó en llegar en  compañía de un bionalista de banco de sangre, este traía los concentrados en una cava, —¿Y los cirujanos?— con curiosidad le pregunto, y ella me responde  —Le informé al doctor Botello que usted lo requería con urgencia, pero este estaba ocupado tomando una subclavia, y me dijo que no podía, le dije al doctor Harold y este me dijo que vendría después de estabilizar a otro de los colisionados—  mi urgencia era que llegara algún  cirujano a la sala, procedí al protocolo de transfusión masiva,  administrando dos unidades de glóbulos rojos y dos unidades de plasma fresca congelada,   subió su presión arterial, ubicando la presión diastólica en noventa mmHg, y la presión sistólica en cincuenta mmHg, en vista que no llegaba ningún cirujano y de que    el residente no logro la hemostasia, le pedí se apartara del procedimiento, decepcionado se colocó a un lado, tome las tijeras y comencé a cortar lo poco que le quedaba puesto (pantalón y boxer), descubriendo por completo la pierna lesionada, con una torunda impregnada de povadine, esterilicé una buena área a unos escasos centímetros de la pelvis, el residente se queda expectante, el no tenía idea que pretendía hacer, rompe su silencio, y con curiosidad me aborda, —Doctor disculpe, pero creo que está equivocado, ¡la hemostasia la debe de tomar por la cavidad de la herida!— sin desconcentrarme y guardando el más estricto silencio, seguí esterilizando la pierna, solté la pinza Rocher dentada que sujetaba torunda, tome un escalpelo número doce (Conocido como bisturí, es un instrumento en forma de cuchillo pequeño  de hoja fina , implementado por el cirujano para hacer cortes quirúrgicos que puede variar el número de acuerdo al procedimiento) coloqué mi mano izquierda sobre el femoral, y fijando diez centímetros por debajo de la pelvis inclino levemente en cuarenta y cinco grados el escalpelo, haciendo presión sobre el femoral,  deslizándolo de derecha a  izquierda, realizando una incisión con una longitud de al menos unos cinco centímetros, con una profundidad de unos dos o tres centímetros, brotó algo de sangre por efecto del corte, tomé otra torunda esterilizada con la pinza Rocher, y limpié el área exponiendo la incisión, instintivamente introduje mi dedo en la incisión y pude palpar la arteria femoral, sentía como palpitaba al ritmo de la frecuencia cardíaca, solicité me acercaran la lámpara, y aquí estaba descubierta y latiente, comencé a sacar la conclusión si no había siquiera una faja pélvica, mucho menos habría un balón  de resucitación aórtico endovascular, observé a la enfermera, y al cálculo le solicité —por favor, consígame una sonda Foley, (Sonda urinaria), french cuatro,  (Medida de la sonda), sin preguntar la ubicó y me la acercó, tome la pinza Rochester sin dientes, presionando levemente, de manera que solo la sujetaba, tomé el bisturí y realicé un pequeño corte inguinal en la arteria, comenzó a fluir sangre lo cual me hizo que presionara con la pinza la arteria, solté el escalpelo sobre la bandeja de instrumentos y dirigiéndome a la enfermera —¡Rápido!, la sonda— ella me la acerca, — por favor permítame el estreno de la sonda y coloque la bolsa sobre el paciente para que pueda prepararme una jeringa con solución para inflar el globito de la sonda— mientras ella preparaba la jeringa yo introduje el extremo de la manguera de la sonda por la incisión, que había realizado en la arteria, —listo doctor acá tiene—  gire mi mirada hacia mi hombro izquierdo y observé que el  residente  observaba expectante el procedimiento que estaba realizando —Por favor toma otra pinza Rochester sin dentadura y colócala justo al lado de la mía,  presiona levemente, y cuando estés listo me avisas para yo soltar— el se posicionó a mi lado izquierdo, tomo la pinza, la colocó dónde le pedí  —Listo doctor, ya la tengo— esto permitió que pudiera liberar mi mano derecha, presenté la sonda en el  corte, y la deslicé por dentro de la  arteria,  femoral,  —por favor la jeringa— le solicité a la enfermera, ella extendió su mano desde el otro extremo del paciente, y me la entregó, noté que asentó con su cabeza, como dando una afirmación pero no le di mayor atención, inserté en el extremo de la sonda la jeringa y procedí a inflar el globito de la sonda, ocluyendo la arteria, —Por favor retira la pinza— le indiqué al residente —Listo doctor— me puse a observar los signos vitales, que comenzaban a estabilizarse, ya no escapaban fluidos sanguíneos, el paramédico la enfermera y el residente me felicitan,  pero por un instante  contienen la celebración y guardan silencio reinando solo el sonido interno de la sala de chock,   y es que venía ingresando con  premura  a trauma el doctor Harold, un tío de tés morena, y con cara perfilada, ceñía  cierto atractivo como si fuera un actor de Hollywood, su  estatura es promedio, y sus brazos y pectorales  muy definidos, tallados en el mono clínico color vino tinto, que hacía visible su   musculatura, percibiendo en   alguien que es constante en el ejercicio de levantamiento de pesas, es el atractivo en promedio de muchas féminas y galenas que laboran en el hospital, pero su pensamientos ideológicos están arraigados dentro del juramento hipocrático, llevándolo a ser un excelente profesional en su área, pero a su vez, involucrado con el sector político de oposición del país, muchos residentes se inmutaban en tener trato con el, debido a que cuando has hecho las cosas mal, no  lo tolera, pues sabe que pondrías la vida del paciente en peligro o por lo mínimo harías un mal procedimiento que generará incomodidad o mala praxis, esto era intolerable para el, en lo que pedía y exigía la perfección  reprendiéndote, no importándole si estás frente a los pacientes o familiares, muchos residentes al solo verlo, solían esquivarlo marcando la distancia, aunque al momento del trato,  las cosas podrían cambiar, haciéndote ver qué es la persona más coloquial y tratable, ocasionando que se derriben cualquier  percepción negativa que se haya definido en contra de su personalidad, es  médico adjunto del servicio de neurocirugía, y eso permitía hacer correctivos como a su vez en participar como cooperador en ciertas asignaturas de los posgrados que se estaban dictando en el Clínico Universitario, se había graduado en la Universidad Central de Venezuela con altos honores, siendo inmacunlauden  de su promoción, esto lo llevaría a ser una eminencia dentro del hospital Clínico Universitario, generando respeto y confianza ante sus otros colegas de mayor antigüedad, en cuanto a neurocirugía se refiera, el doctor Harold se acerca y se detiene  a mi lado izquierdo, el residente reclina su rostro hacia sus hombros, tratando de demostrar con sus gesto que no tenía la mínima idea del procedimiento que le salvó la vida al paciente,    permitiéndonos que pudiéramos   ganar tiempo para que le realizasen una  Tromboelastometría, el residente,  temeroso se retira sus guantes para evitar pudiera ver la cantidad de sangre que se encontraba en sus guantes, esto podría hacerlo ver cómo un carnicero en un matadero; el  procedimiento que yo había practicado,   lo había realizado sin previa autorización ni asistencia de cirujanos especialistas en cirugía cardiovascular, mucho menos dispuse de una angiografía que pudiera darme la percepción visual de la ruptura de la arteria femoral; comprendía el temor del residente, pues  podría ser esto propicio para llevar a una reprimenda pública, o en el peor de los casos, ser presentado en una junta médica, el doctor Harold, con mirada supervisora,  observa al paciente mientras  rompe el silencio que se había generado al momento que se habían percatado mis colaboradores sobre su ingreso,    —¡A ver cuéntenme!, ¿que tienen por acá?— le observo fijamente y con tono de satisfacción le respondo, —Hola doctor, ya el paciente se está estabilizando, lo voy a referir de urgencias con el servicio de cirugía cardiovascular para que le realicen una tromboelastometría— eséptico observa en silencio los signos vitales del paciente en el monitor, a su vez evalúa la pierna, y el procedimiento que había efectuado, con tono de curiosidad nos interroga, —¿Quien ha hecho esto?,— el silencio se mantuvo, mientras que las miradas expectantes de los presentes se posaron sobre mi como voces silenciosas delatantes, rompí el silencio —¡He sido yo doctor!,— el frunció el seño, acercó su mano derecha a su mentón frotándolo delicadamente, mientras a lo sucesivo comenzó hacer un gesto afirmativo, transcurrido unos segundos, soltó su mentón y con su mano me comenzó a dar tres fuertes palmadas sobre mi hombro, mientras exclama, —¡Excelente trabajo!, has hecho un Reboa— (Un Reboa es un procedimiento el cual se implementa para generar la oclusión  endovascular, que consiste en insuflar un balón distensible en la aorta, a través de un acceso arterial femoral, con el objetivo de mejorar la perfusión de órganos vitales y ganar tiempo), —¿Quien pudiera pensarlo?, solo con una sonda Foley, no se me hubiera ocurrido, llamaré a todos para que vengan a ver— esto a  podido salvarle la vida a este paciente, era necesario improvisar y tomar la iniciativa, gracias a la publicidad innecesaria del doctor Harold Charinga, fui durante esos días   la sensación prominente del hospital,  un residente de segundo año hacia un Reboa sin las herramientas necesarias, pero lo más importante a sido que esto me llegó ha establecer una firme y fuerte amistad con el doctor Harold.




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