Draconos

Parte 1: Una espada de madera

La leyenda de la que voy a hablaros comienza en uno de los lugares más reconditos de Ámelkor. Era uno de las ciudades situadas en uno de los valles más al oeste de toda la tierra, más allá de las grandes montañas nubladas, su nombre era Dratia.
Era un día esplendido y soleado aquel valle del reino de Ámelkor, los rayos del sol se reflejaban en el rocío de la hierba y podía escucharse el cantar de los jilgueros, la brisa de la mañana era sutil y ligera y traía consigo el olor de la naturaleza, de una pureza y frescura indesctiptibles. 

Drátia subsistía gracias a la labor constante de los campesinos que cultivaban las tierras y los ganaderos, por otra parte había orfebres, muchos se dedicaban a la artesanía de joyas preciosas, y de todo esto se comerciaba con los pueblos colindantes, Y allí, cerca del bosque que había próximo a Drátia correteaba un muchacho...

No era más que eso, un joven muchacho, su nombre era Draconos, un chico de pelo rubio medianamente largo, ojos azulados, de un color similar al turquesa, pero no era un muchacho cualquiera ya que siempre había sido y era un joven distinto a los demas por su afabilidad ya que había tenidouna buena educación, sin embargo por otra parte era rebelde, esto se debía a que era un joven curioso e inquieto.

A cada tanto Draconos no podía parar de adentrarse en nuevas aventuras, le gustaba mucho perderse por el bosque o por las calles de Dratia.
Era hijo de Drak, uno de los comandantes del ejercito de Ámelkor, sin embargo fue criado en mayor parte por una aldeana que provenía de la nobleza del reino, cuyo nombre era Helen, esto fue así porque a su madre la raptaron unos bandidos y tras llevar años como prisionera desapareció.

Drak apenas iba por su hogar, desempeñaba una gran labor en la legión del ejercito en Orám, era  , pero cuando lo hacía le contaba sus batallas, le inculcaba siempre buenos valores, le instruía acerca de las tácticas y estrategias que tenían que ver con el combate y la guerra, siempre con un buen fin, enseñandole que uno nunca ha de llegar a tales situaciones.

Uno de los días en los que Drak volvía a casa después de una dura cruzada, justo coincidió con que Draconos cumplía 15 años, Helen había salido a hacer unos recados. 
Su padre llegaba fatigado ya que llevaba meses fuera combatiendo sin parar, pero lo hacía con una ilusión y unas ganas tremendas de ver a su hijo de nuevo.

    -¡Draconos! -exclamamba el padre justo al cruzar la puerta-
    -¡Padre! -gritó emocionado el joven- ¡Has vuelto!,¿Cómo te ha ido?
    -De maravilla hijo- dijo Drak mientras sacaba algo de su macuto-     ¡Feliz cumpleaños! -añadió mientras le entregaba una caja con un aspecto un tanto engmatico.
    -¿Qué es?, ¿Qué es? -preguntaba el muchacho con brillo en sus ojos.
    -¡Abrelo!
    Draconos abrio la caja y para su sorpresa había una pequeña espada de madera.
    -¡Una espada! -exclamó el joven con ilusión
    -Sí -dijo el padre- te voy a enseñar a pelear

A Draconos le encantó el regalo, tenía una inscripción con su nombre, era la envidia de los demás muchachos de la ciudad, todos de repente querían una como la suya.
Entonces pasaron los días, meses e incluso los años y el joven fue creciendo hasta los 17 y adquiriendo cada vez un mejor uso de la espada hasta que se volvió un magnífico espadachín, cada vez que su padre volvía de la dura labor de servir y proteger al reino le enseñaba trucos nuevos, le transmitía todo lo que aprendía.

Además de esto iba a una pequeña escuela cercana a su casa donde mejoraba su técnica, esta escuela era llamada "Los guerreros del círculo", allí forjaban a una parte los guerreros que posteriormente combatirian en las lineas del ejercito de Ámelkor.

Cierto día por la mañana se levantó y sintió una corazonada, de pronto pensó en ir en busca de aventuras, lo que no sabía es que la aventura sería la que iría en busca de él...

Un monstruo enorme estaba atacando la ciudad, era parecido a un lobo, pero de un tamaño muy superior a cualquier lobo común, su piel era de un tono marrón grisaceo, tenía los ojos de color anaranjado y grandes y afiladas garras, ademaás de unos dientes puntiagudos
Estaba amenazando a los pobres habitantes de Dratia, se encontraba muy rabioso, tanto que no dejaba de gruñir y babear.

Draconos se encontraba allí, veía como la gente de la ciudad estaba asustada, podía sentir el miedo de sus miradas, nadie se atrevía a actuar, y el monstruo continuaba bufando a todo el que se moviera. Draconos tendría que hacer algo o ocurriría una desgracia...




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