Vlad tenía que partir hacia una importante batalla.
Sería la última de todas.
Él y su amada Eliza se despidieron con un hermoso beso y un abrazo,
prometiéndose volver a verse después de la guerra.
Pero Vlad, para asegurarse de que ese reencuentro fuera posible,
pidió que la princesa se refugiara en la iglesia más cercana,
junto a las monjas,
lejos del peligro y de la sangre, y así fue como la princesa partió