Aquellas lágrimas rebeldes se deslizaban lentamente por mis mejillas, sentía como mi corazón se rompía en miles de pedazos, ver aquella escena me devastaba más de lo que muchos se podrían imaginar.
¿Qué de amor nadie se muere? Que equivocados están todos… empecé a sentir una leve opresión en mi pecho era como si miles de cuchillos fuesen clavados en mi corazón, lentamente me fui acercando hasta Nadia, mi mejor amiga desde el jardín de niños, que al ver mi expresión no dudo en llevarme al hospital más cercano.
Luego de que me administraran algunos medicamentos y de que me realizaran varios exámenes, pude irme a casa. En mi mente rondaban una y otra vez las palabras del Doctor que me atendió en aquel momento.
-¿Has sufrido alguna fuerte emoción o has estado bajo estrés?
-Pues… he estado un poco estresa –mentí. Al menos en una parte.
-Debes de relajarte, el estrés y las emociones fuertes son causantes de muchas enfermedades al corazón y de múltiples ataques cardiacos –dijo mirándome seriamente- los tejidos del corazón son muy sensibles y se rompe fácilmente si estos se extiende de sobremanera, en resumen, se puede morir por el corazón roto; cosa que mayormente sucede debido a fuertes emociones. Así que debes cuidarte de todas esas cosas.
Sé que no debí haber mentido en aquel momento, pero no tenía pensado en decir, y mucho menos frente a Nadia, que literalmente me habían roto el corazón.
Ver a Alexander con aquella chica fue el detonante de mi desolación. Empecé a creer que nadie me merecía, que mi vida no tenía sentido, que no era más que una sombra destinada a vagar por las calles, con el único pensamiento de que nadie me tomaría en cuenta.
De: Alexander Abbiate.
Para: Katherine De La Rosa.
Asunto: Salida.
Hola cielo, espero que estés bien. ¿Por qué no respondes mis llamadas?
me gustaría que nos viéramos hoy en la tarde. ¿Qué dices?
Espero tu respuesta pronto, te amo.
Leí el mensaje varias veces y dude en sí debería de responder o no. Opte por ignorarlo y decidí llamar a mi mejor amiga.
-Katherine, ¿estás bien? –la voz de Nadia me saco de mis pensamientos, no me había percatado del momento en que me embarque en un mar de pensamientos sin sentido- te noto muy distraída.
-Estoy bien, Nadia. No te preocupes.
-A mi no me engañas, yo sé que a ti te pasa algo. Tu teléfono no ha dejado de sonar en todo el tiempo que hemos estado en el centro comercial, y ni siquiera te dignas a ver quién te llama con tanta insistencia.
Podía notar un deje de molestia en su voz. Claro que no contestaba aquellas múltiples e insistentes llamas pues sabía perfectamente quien era: Alexander Abbiate. En el mensaje que le envié a mi amiga solo sugería salir de compras, en ningún momento le mencione el motivo de mi repentino deseo por salir y ella ni se molesto en preguntar, cosa que agradezco pues no tenia deseos de dar explicaciones. Pero las insistentes llamas de Alexander no me permitían mantener aquel tema bajo perfil. Quería olvidarlo porque me había propuesto olvidar aquello que casi me mata, aquello que me condeno a un tormento por toda la vida.
-Sé que solo es mi madre para pedirme algo –dije, tratando de desviar sus posibles sospechas de que algo ocurría.
-Ella es Jade –dijo Nadia presentándonos a una chica unos centímetros más alta que yo, su cabello rubio llegaba hasta sus hombros y sus ojos solo se enfocaban en Alexander- es nueva en el vecindario, se ha mudado hace tan solo unas semanas.
Sacudí levemente mi cabeza tratando de sacar aquellos recuerdos de mi mente. Ahora que lo pienso bien, ese fue el dia en que mi mejor amigo, el amor de mi vida, se convirtió en mi peor enemigo… junto con aquel ser irreal que muchos denominan “Cupido”, junto con aquel sentimiento que muchos llaman “amor” y que yo, desde aquel dia, le llamo “infierno”.
-Katherine De La Rosa Maldonado –rodé los ojos al escuchar mi nombre completo. Cada vez que hacia aquello era porque, para ella, el asunto era serio.- te conozco lo suficiente como para saber que estas tratando de evitar a alguien y estoy empezando a creer que ese alguien es Alexander.
-¿Qué te hace pensar tal estupidez?
-Ehh, no sé. ¿Quizás el hecho de que Alexander se esté acercando como si hubiera visto un fantasma?
Solté un leve suspiro y vi como, efectivamente, Alexander se acercaba a nosotras con paso veloz. Mentalmente conté hasta diez para no tener que arrancarle la cabeza al instante, no tenía pensado en montar un espectáculo y mucho menos en un lugar donde hay muchas personas.