Drag Me To Hell

Capitulo III

-No Katherine, no estoy bromeando –dijo sin un ápice de burla en su rostro.- esta noche iremos a cenar con el señor Abbiate y su hijo… y tu iras.

-Pero…

-Nada de peros, Katherine –me interrumpe- aunque estés sentada en esa silla y lleves las riendas de mi empresa, esta sigue estando bajo mi poder en un setentaicinco por ciento. La decisión ya está tomada, te quiero a las ocho en el Club A Steakhouse.

Suelto un leve suspiro de resignación. Él tenía razón, aunque yo estuviera en esta oficina tomando decisiones que definirán parte del futuro de la empresa, el podía hacer todo lo que se le antojara; incluso vender la empresa, si es que eso se le metía en la mente. En pocas palabras él aun poseía todo los derechos de la empresa. Me brindo una última mirada antes de salir del despacho, fue una de esas miradas que decían “es mi última palabra” o “ya estas advertida”. En aquel momento me arrepentí de no haber aceptado la invitación de mi hermano, pero ya era tarde. Me apoye en el respaldo del sillón y me frote el puente de la nariz pensando en cómo saldría de esta incómoda situación.

-Magdalena –dije llamándola por el teléfono- podrías venir.

Ni bien pasaron dos segundos ya la tenía frente a mí, respire profundamente y le pedí que empezara con la agenda de hoy. A las diez treinta ya estábamos camino a la sala de reuniones para la junta que se realizaría para decidir que hacer en el festival publicitario que se lleva a cabo cada año. Ya estaba empezando a sentir como las horas pasaban más lento de lo normal, hasta que  sin darme cuenta ya era hora de irse a casa.

Trate de tomarme todo el tiempo posible, pero por cosas del destino, el cual está en mi contra, el tráfico en las calles no estaba tan pesado como usualmente es. Al llegar a casa, dejo el auto en el garaje y me adentro en esta donde el aroma de un delicioso pastel de fresas invade mis fosas nasales, hice el mayor esfuerzo por ignorar aquel suculento y tentador pecado que tanto adoraba y camine hasta mi habitación dispuesta a alistarme para ir a la estúpida cena que mi padre había organizado con el señor Abbiate. Entre en la ducha y deje que al agua tibia recorra mi cuerpo, llevándose todo el estrés que había acumulado en el dia.

Mire el reloj que colgaba de la pared esperando que mágicamente adelantara las horas para no tener que ir a la dichosa cena, pero para mi desgracia las cosas no son como uno quiere. Fije mi vista en todos los vestidos que se encontraban en mi armario y opte por usar un vestido negro el cual tenía un leve corte en la pierna izquierda, busque el cinturón que iba a juego con aquel vestido y unos zapatos de tacón fino, me maquille levemente con algunas tonalidades entre gris y negro, busque entre todas las prendas que se encontraban en mi joyero, una pulsera de perlas y el collar a juego con este. Tome mi bolso y camine a mi despacho.

Por desgracia aun tenía media hora para llegar al restaurante. Me senté en mi confortable sillón y fije la vista en un punto indefinido. Volví a abrir la gaveta que se encontraba cerrada con llave y saque uno de los muchos sobres que mantenía guardados con recelo.

¿Sabes? Los días sin ti son lentos, más de lo que me gustaría que fueran. Me siento vacía, como si una parte de mi hubiera desaparecido. Sé que hice mal al no dejar que me dieras tu versión de los hechos y también sé que ya es demasiado tarde para un nuevo comienzo, pero solo quiero que sepas que…

Te extraño… Y no sé si sientes que cada vez que te veo muero por estar junto a ti y que todo sea tan distinto, pero siempre hay algo o alguien que daña esto, lo que “tenemos” o “teníamos”. Te extraño tanto, extraño todo de ti, tu maldita manera de mirarme, tu olor, tu forma de ser, extraño esa sensación de ser la dueña del mundo solo cuando estoy contigo aunque sea un instante, eso para mí siempre será lo más perfecto que pueda existir.

Puede que no me creas pero estoy siendo honesta, espero que algún dia puedas perdonarme.

Atte: Katherine.

Sonreí levemente al recordar mi estado de ánimo en aquel momento, me sentía destrozada y a la vez furiosa, pero también me sentía arrepentida por no haberle dado la oportunidad de explicarse. Dicen por ahí que la moneda tiene dos caras y que es mejor escuchar lo que ambas tienen que decir, pero fui terca y me negué a escuchar y ahora, solo debo de aceptar las consecuencias de mis actos. Con esa leve sonrisa en mi rostro guarde aquel pedazo de papel y volví a cerrar la gaveta con llave, mire el reloj y vi que solo tenía quince minutos para llegar al restaurante, así que le pedí a James que me llevara.

-¡Por fin llegas!

-No es para tanto padre –dije con toda la seriedad que me era posible.

-Katherine, el es Antonio Abbiate. El dueño de DeLuxe Company.



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En el texto hay: destino

Editado: 25.06.2020

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