Drag Me To Hell

Capitulo VIII

¿Qué tan fácil es olvidar a la persona que decías amar con toda tu alma? Esa a la que un dia le prometiste bajar la luna y las estrellas, esa a la que una vez le juraste amor eterno.

Al parecer resulta ser más fácil de lo que aparenta, o al menos eso pude notar en él. Escuchar aquella pregunta me hizo pensar dos cosas: la primera. Que no me reconocía. Y la segunda. Que se había olvidado de mí después de todo este tiempo y siendo honesta, prefería la segunda antes que la primera.

-¿Disculpa? –dije en un susurro sin poder comprender la situación.

-Lo siento, ¿esta no es la oficina de Joseph Abbiate?

-No –susurre mirándolo fijamente, seguía igual de guapo como la última vez que lo vi.

-Oh… bueno, yo…

-Como sea –dije tratando de esconder alguna loca emoción que en aquel momento quisiera salir a flote- esta es mi oficina, la del joven Abbiate se encuentra al otro lado del pasillo.

Cuando el pasado regresa a presentar batalla, resulta que solo uno de los dos puede ganar. Y ya sabemos quién ganaría en esta contienda. Obviamente esa no sería yo, por desgracias.

-Oh. Gracias y… lamento haberte molestado.

¿Conocen esos momentos en los que quieren que la tierra se los trague? O ¿ese en el que no saben dónde meter la cabeza? Pues, déjenme decirles que aquel era uno de esos momento. Tener frente a mí al causante de mis años de dolor, de mis noches de desvelo y la inspiración de aquellas cartas, era algo impactante. No sabía cómo reacción, quede igual que una tonta frente a él, pero lo que agradecía desde el fondo de mi corazón era el hecho de que no me reconocía.

Desde aquel instante sentí que los minutos no pasaban, eran apenas las once treinta y yo ya quería salir huyendo de aquella oficina. Sentía como los nervios me estaban matando así que decidí buscar ayuda lo antes posibles.

-¿Nadia, donde andas metida? -susurre en cuanto el teléfono sonó por tercera vez

-¿Kath? -la voz de Nadia se escuchó cargada de preocupación, ella sabía que no acostumbraba a llamarla en horas de trabajo a no ser que sea una emergencia.- ¿Qué suce...?

-Está aquí -le corte con voz temblorosa mientras empezaba a sentir aquel dolor tan familiar- él está aquí.

El silenció posterior a aquella declaración fue tortuoso, sentía como mis ojos se empañaban debido a la gran cantidad de recuerdos que me atacaban en aquel momento y el aquel dolor empezaba a demandar atención, pero para mi desgracia no podía hacer nada al respecto. La sola idea de estar recayendo en una crisis me ponía mucho más nerviosa. Seguía sin poder creer que con su sola presencia bastara para hacerme revivir todos y cada uno de aquellos días en los que lloré por él, todas aquellas cartas llenas de dolor y enojó, aquellas de las que no soy capaz de quemar.

Si tuviera que elegir entre disfrutar el presente y mirar hacia el futuro o seguir viviendo en el pasado y morir atormentada por esté, creo que terminaría optando por lo segundo. Lo sé, estaba actuando como una niña por el simple hecho de no querer olvidarlo, pero no podía hacer nada. Por más que mi mente me gritaba que lo olvidara, mi corazón me susurraba que lo recuperará

-¿Estás bien?

-No -dije con la voz quebradiza- quiero salir de aquí.

-Entiendo, estaré allá en veinte minutos. Mientras… trata de relajarte y respirar calmadamente.

Mordí mi labio inferior para ahogar el llanto, cubrí mi rostro con las manos por lo que a mi parecer fueron horas, hasta el momento en que Nadia entro en mi oficina seguida de Magdalena. Ambas mujeres me miraron fijamente y al ver que no movía ni un musculo, decidieron acercarse cautelosamente.

-¿Kath? -susurro Nadia tocando mí cabello- ¿Kath, estas bien?

Me gustaría haber podido reaccionar en aquél momento, pero lamentablemente no fue así. Minutos antes de que Nadia llegara había sentido como aquella sensación se volvió insoportable, igual que aquélla vez. Poco a poco sentía como mi pulsación disminuía lentamente y mi respiración se hacía pesada.

-¿Kath? -sentí como Nadia me movió levemente provocando que mi rostro quedará visible, era consciente del aspecto tan deplorable que debía de tener en esos momentos. Mi maquillaje corrido debido al llanto y unas leves marcas de ojeras bajo mis ojos, las cuales trataba de ocultar todas las mañanas.

Sentí como la mano de Nadia me sostenía en la muñeca comprobando mi pulsación, solo para encontrarse con una sorpresa no muy agradable.

-¡Demonios, llama una ambulancia! -grito dirigiéndose a Magdalena quien al instante tomo el teléfono y marco a emergencias.

-¿Sucede algo malo? -La voz de Alexander hizo eco desde la puerta de mi despachó, la cual se había quedado abierta dejando a la vista todo lo que sucedía.- ¿Se encuentran bien? -preguntó acercándose a mi escritorio, mientras Nadia intentaba hacer que abriera los ojos.



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En el texto hay: destino

Editado: 25.06.2020

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