Drag Me To Hell

Capitulo XII

Las observe fijamente hasta que recordé que yo nunca dejaba estas cartas sobre el escritorio, siempre las tenía bajo llave. Mire hacia el pequeño cajón en el que siempre las guardaba para encontrarme con que este estaba abierto, con la llave en el cerrojo.

-A veces puedes llegar a ser muy profunda e intensa. –una voz grave resonó por todo el despacho- pero creo que esta persona no se merece todas estas palabras.

-¿Quién eres tú? –dije mientras lo miraba fijamente, en sus manos tenia una de aquellas múltiples cartas. La miro por última vez y luego la lanzo hacia el fuego de la chimenea, donde avivo las llamas para luego convertirse en cenizas.

-Eso no tiene importancia –susurro mientras se acercaba al escritorio y se disponía a tomar otra de aquellas cartas.- solo digamos que estoy aquí para ayudarte… con tu problema.

Esta vez no se molesto en leer aquel pedazo de papel, el cual poseía parte de mis pensamientos hacia Alexander. Al darse la vuelta me miro fijamente, como si estuviera esperando que hiciera algo en contra de aquella acción, pero no lo hice. Una parte de mi quería conservar aquellas cartas, pero la otra parte le importaba poco lo que les pasara a esos trozos de papel en los cuales impregne mis sentimientos.

-Veo que empezamos bien –sonrió levemente y continuo quemando las cartas. Menos de diez minutos tardo en lanzarlas al fuego. Una por una fueron cayendo en aquellas llamas ardientes, era como si lo hiciera apropósito, como si esperara que en algún momento me levantara de mi escritorio y lo detuviera, pero no lo hice- ¿lista para el siguiente paso?

-No has respondido mi pregunta –lo mire fijamente a los ojos, esos ojos azules llenos de calidez y a la vez repletos de frialdad- ¿Quién eres?

Me miro fijamente durante unos segundos, sus intimidantes ojos me recorrieron de pies a cabeza, esbozo una leve sonrisa y tomo asiento frente a mí. Se sirvió un vaso de whisky y luego de darle un trago, dijo:

-Mi nombre es Elliott, Elliott Roberts y solo he venido para ayudarte con tu “problema”

-No tengo ningún problema.

-Veo que ya entraste en el famoso estado de negación –dijo mientras esbozaba una sonrisa y daba otro trago al whisky- dicen que eso está bien.

-¿Qué haces aquí?

-Ya te lo dije varias veces, he venido para ayudarte.

-Ya lo hiciste, ahora vete.

-Las cosas no son así de sencillas –dijo con voz firme.

Rodee los ojos al escuchar aquella estupidez. No necesitaba su ayuda ni la de nadie, ¿Quién se cree que es este idiota? Solté un leve suspiro y me dispuse a salir del despacho para encaminarme a la cocina.

-No deberías de huir. Ven, hablemos un rato –dijo señalando el sofá frente a la chimenea.

-¿Quién diablos te crees que eres? –lo mire desesperada, hablar de mi pasado era algo que no me apetecía en aquel momento y mucho menos con un completo desconocido- ni siquiera a mi psicólogo le hable de mi pasado.

-Así que admites que tienes un psicólogo al cual no has ido a ver en dos años –su sonrisa de superioridad me hizo enojar- vamos, toma asiento.

Llena de resignación tome asiento frente a la chimenea, luego de unos segundo sentí como ese tal Elliott se sentaba junto a mí.

-Ahora cuéntame, ¿Por qué te torturas de esta forma?

¿Por qué? Esa era la pregunta que mi psicólogo me hacía en cada una de nuestras citas. Nunca logre encontrar la respuesta a aquella interrogante tan simple, era algo que se me hacía imposible.

-Honestamente, no lo sé –dije mientras observaba las llamas de la chimenea, aquellas llamas que se llevaron años de soledad, culpa e incontables noches de llanto.- durante mucho tiempo me hicieron esa pregunta, pero jamás pude encontrar respuesta alguna.

-Debes buscar una manera de encontrar la respuesta a esa pregunta, de lo contrario jamás podremos avanzar con esto.

-Es difícil.

-Nada es difícil.

-Lo dices porque no vives bajo la sombra de tu pasado.

-¿Quien dijo que no vivo bajo la sombra de mi pasado?.

-Pues no lo parece.

-¿Quieres saber cuál es mi secreto? –dijo con una sonrisa llena de superioridad. Yo simplemente asentí.-  cuando sientas que te vas a rendir, piensa en porque empezaste.

El comienzo, es irónico que la razón por la que llegue hasta donde estoy, es porque siempre pensé que una mente ocupada no recuerda a nadie, pero estaba equivocada; Alexander estuvo y por desgracias, siempre estará en cada uno de mis pensamientos.



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En el texto hay: destino

Editado: 25.06.2020

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