Drag Me To Hell

Capitulo XIV

El sonido de las gotas de lluvia golpeando el cristal y el incesante y desesperante sonido del despertador me hicieron abrir los ojos de forma precipitada. Eran apenas las siete de la mañana y ya sentía que eran las tres de la tarde. A regaña dientes me levante y camine hasta el baño para realizar mi aseo habitual, luego de media hora tratando de decidir que usar en aquel dia tan gris; baje a desayunar algo ligero para no perder más tiempo del que ya había perdido. La lluvia disminuía la visibilidad de las calles, provocando varios embotellamientos en algunas de las avenidas principales, varias veces tuve que desviarme para poder encontrar vía libre y llegar a tiempo a la empresa.

-Buenos días señorita De La Rosa –dijo Magdalena mientras caminaba junto a mi hasta el ascensor.

-Buenos días Magdalena. ¿Qué hay en la agenda de hoy?

-Tiene una reunión con los encargados de montar el escenario para el concierto de la próxima semana, quieren asegurarse de que le guste la posición de los carteles que mandamos a hacer la semana pasada –dijo mientras observaba todo lo que tenia escrito en la agenda- a las diez tiene otra reunión con el joven Riddle, y en la tarde debe de asistir a la boda de la señorita Miller.

Asentí levemente y abrí la puerta de mi despacho para empezar con mis labores, pero lo que encontré en este fue algo que no me esperaba.

-Buenos días señorita…

-¿Qué haces aquí? –Le corte antes de que continuara- ¿sabes que? Mejor ni me lo digas. Sal de mi oficina. -Dije mientras abría la puerta para que saliera.

-Señorita, quiero disculparte por lo que vio, las cosas no son como aparentan.

-¿Ah; no? Y según usted como son.

-Esa joven entro a la oficina sin que yo le diera permiso y se me abalanzo encima…

-¿Y pretende que me coma ese cuento?

Podía ver que en sus ojos se reflejaba la desesperación, claramente no sabía que hacer ante mi severidad. Me negaba rotundamente a creerle ese cuento barato, se hacia la victima solo para que no le reprendiera su conducta inapropiada. Pero estaba equivocado, conmigo las cosas no son tan fáciles como aparentan.

-Por favor señorita, escúcheme.

-Está bien, te escucho –dije mientras me sentaba en mi escritorio.

Por dentro me moría con tan solo tenerlo frente a mí, pero debía de ser fuerte, no debía de permitir que viera como su sola presencia podía doblegarme. Tardo más de quince minutos dándome su incompetente explicación, una que no me creí por nada en el mundo, conocía a Alexander lo suficiente como para saber que aquella excusa estaba más que ensayada.

-Escúcheme bien joven Abbiate, no le creo nada de lo que me ha dicho. Y pobre de usted si lo vuelvo a encontrar en esas índoles.

Asintió levemente mientras se ponía de pie, se escucharon los leves toques de la puerta. Luego de dar el consentimiento para que aquella persona entrara, Alexander salió sin decir ni una sola palabra. Joseph Abbiate había decidido hacer acto de presencia en mi despacho, lo mire con severidad mientras este se acercaba mientras susurraba algunas cosas que no logre entender.

-Antes de que digas algo, déjame hablar. –lo mire unos segundos y le hice señas para que tomara asiento- tuve que salir del país por problemas personales, no tenía a quien dejar a cargo de la empresa y mi padre no podía… mi única opción era mi hermano.

Por primera vez en toda mi vida, pude ver sinceridad en los ojos de alguien, podía ver lo mal que se había sentido por haber sido el causante de este desastre.

-Realmente lo siento mucho, Kath.

-Primero que nada, no te he dado el consentimiento de tutearme. Segundo, lo que paso ya paso… no se puede hacer nada. Solo espero que no se vuelva a repetir –dije con severidad a lo que el asintió estando de acuerdo con mis palabras- por cierto, no quiero a tu hermano cerca de mi oficina. Si pretendes que el este aquí, lo quiero lejos de mi.

Luego de aquellas platicas, asistí a mis reuniones. Se podría decir que en parte fue una pérdida de tiempo, al menos la parte en la que tuve que reunirme con Jonathan.  A la una treinta de la tarde me encontraba recogiendo mis cosas y guardando algunos de los documentos que se encontraban esparcidos en mi escritorio.

El salón de fiestas estaba decorado con los más exquisitos  de los colores, una perfecta combinación de colores suaves para la decoración de las mesas, algunas cortinas en las ventanas para darle un toque más elegante y  una alfombra de color salmón que terminaba en el altar. Sin duda alguna, una escena digna de una película de romance.

-Estas hermosa Nadia. –dije brindándole una leve sonrisa.



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En el texto hay: destino

Editado: 25.06.2020

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