Drag Me To Hell

Capitulo XV

-¿Ah no? –dijo con fingida sorpresa- ¿entonces que eres?

-Solo soy realista. –respondí sin mirarlo a los ojos, aquellos ojos azules que en tan poco tiempo lograron cautivarme y hacerme hablar con una facilidad inimaginable.

-Escucha Kath, sé que para ti toda esta situación es muy difícil, especialmente teniendo en cuenta tu estado de salud; el cual tengo entendido es muy delicado. Pero debes de considerar tomar unas vacaciones, debes descansar.

-¿Vacaciones? –lo mire como si aquello hubiera sido la mayor locura que alguien jamás me hubiera dicho en toda mi vida- ¿estás loco, verdad?

-lo digo en serio Kath, tienes que tomarte un descanso...

En parte le daba la razón, debía descansar y olvidarme de todas aquellas emociones que me estaban matando lentamente, necesitaba despejar mis ideas, pero temía que todo se convirtiera en un caos si dejaba la empresa.

-Ven conmigo a Paris. –lo mire fijamente como si me hubiera propuesto la mayor de las locuras- piénsalo Kath... te mereces un descanso de toda esta mierda.

Observe como me dejaba sola en aquel inmenso lugar el cual, con el paso del tiempo, se volvió solitario. Entonces recordé aquel día, ese día en el que me di cuenta de que alguien que se quiere ir se va sin hacer ruido, porque alguien que no se quiere ir se despide... y comprendí que él tenía razón, debía de irme, tomar unas vacaciones y era algo que no se debía de pensar por tanto tiempo. Entre en mi habitación y de manera autónoma tomé una de las maletas que estaban arrinconadas en lo más profundo de mi armario, y como si de un androide se tratase, empecé a echar todo tipo de atuendos en aquella maleta. Ni siquiera me moleste en doblar aquellas costosas prendas, zapatos y joyas recibieron el mismo destino que aquellas prendas de satín y seda.

-¿Señorita De La Rosa? –la voz de Claudia resonó por toda la habitación. Su mirada quedo fija en mi maleta y luego me miro a mí, como si no entendiera que estaba sucediendo. - ¿sucede algo?

-No Claudia –sonreí levemente mientras continuaba con mi labor.

-Señorita Katherine solo venía a decirle que alguien la busca... se encuentra en la sala principal –asentí levemente mientras le pedía que continuara llenando mi maleta.

Baje las escaleras lentamente, preguntándome quien podría ir a aquellas horas. Pensé en la probabilidad de que se tratase de Elliott, pero aquel pensamiento se esfumo al ver a Joseph parado frente a la chimenea.

-¿Qué haces aquí? –fue lo primero que salió de mis labios.

-Buenas noches para ti también, Katherine –sonrió levemente.

-¿Qué haces aquí? –reitere la pregunta sin apartar la vista de sus ojos.

-Solo quería decirte, personalmente, que te puedes ir tranquila... yo me encargare de todo –lo mire incrédula, no entendía a qué se refería- recibí un mensaje está mañana de tu asistente personal diciendo que saldrías de viaje. Quise confirmarte por telefono pero no respondías, asi que vine personalmente..., no tienes de que preocuparte.

-<<¿Asistente personal? Pero si yo ni siquiera tengo asistente personal.>> - pensé, mientras observaba como lentamente se acercaba a mí y tocaba mi hombro.

-No te preocupes, Kath. Te prometo que cuando regreses todo estará bien. –dijo, mirándome a los ojos.

En ese momento vi que decía la verdad, que podía confiar en su palabra.

-De acuerdo. –sonreí levemente- te voy a creer, pero no te acostumbres.

A veces, para estar en paz contigo misma debes de darte un respiro de todas las cosas que te gustan. No importa cuánto las ames, siempre debes pensar en un descanso, no importa que tan ocupada quieres que este tu mente, siempre debes detenerte a pensar en ti y, en tu salud. Yo no había pensado en eso hasta que Elliott llego a mi vida, y por muy extraño que suene, siento como si lo conociera desde hace mucho tiempo.

...

-¿Cuándo fue la última vez que tuviste unas buenas y merecidas vacaciones?

-La verdad es que no lo sé, creo que nunca las tuve.

-Eso está mal.

-¿Cómo lograste convencerme de hacer esto?

-La verdad es que yo no hice mucho.

La sonrisa de Elliott irradiaba lo que en un algún momento la mía irradiaba: "felicidad". Y no me refiero a una felicidad efímera, sino a una de esas que ves solo una vez en la vida, esas que son como una estrella fugaz.

-Gracias.

Hacia una semana que me encontraba recorriendo todas y cada una de las calles de parís, en estos días la compañía de Elliott se había vuelto tan reconfortante que había logrado que olvidara todos y cada uno de mis problemas, o al menos una gran parte de ellos.

-No es que quiera arruinar esto, pero...

-¿Quieres saber si ya han encontrado un donante? –lo mire de reojo con una leve sonrisa en mis labios.- la verdad es que la lista de espera es muy extensa, no soy la única. Y aunque lo fuera, no cambiaría el hecho de que debo esperar por un donante.

-Entiendo. Lamento que todo esto tenga que ser así.

-No tienes por qué lamentarte. La verdad es que te agradezco que te preocupes por mí.

-Muchas personas se preocupan por ti.

Ojalá que eso fuera verdad. Hacía años que nadie verdaderamente se preocupaba por mí, a excepción de Nadia. Con el paso del tiempo mi padre fue perdiendo todo interés por mí, solo me veía como una mina de oro, la niña prodigio de la familia, la que heredaría la empresa y la llevaría a la sima. Y sobre mi madre, ¿Qué puedo decir de ella? Es mi madre, su deber era cuidarme, pero las circunstancias se lo impidieron. Durante aquellos años en los que estuve en el extranjero la extrañe como jamás imagine extrañar a alguien... pero mi orgullo me impedía escribirle o tan si quiera llamarla. Vivía en una constante batalla entre mi orgullo y aquel vacío que habitaba en mi corazón, un vacío que solo podía ser llenado por aquel ser que me había dado la vida.

-Iré a arreglar mis cosas.

Dicen que la felicidad en casa pobre dura poco. Nunca había entendido esas palabras hasta que mis "vacaciones" llegaron a su fin. Nuevas maletas formaron parte de mi equipaje de regreso a casa y nuevas prendas costosas ocupaban un lugar en dicho equipaje.



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En el texto hay: destino

Editado: 25.06.2020

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