Drag Me To Your Hell

Capitulo 1:El camino secreto.

Te contaré un pequeño secreto. Si caminas por el sendero de rocas negras hasta llegar al bosque de las almas perdidas, siempre tienes que recordar que para pasar debes evitar cualquier contacto con las almas de allí, te pedirán que les hables, que las toques y juegues con ellas, pero no bebés hacerlo si es que no quieres quedarte ahí atrapado por la eternidad.

Cuándo llegas al final del bosque donde los árboles ya no se ven, encontrarás las vías, debes seguirlas hasta encontrar la estación. El tren pasa una sola vez por semana, a la misma hora de siempre. Aquel tren te llevará al jardín del Edén.

Llegar no es fácil, tienes que traspasar la barrera celestial sin quemarte en el camino.

Una vez que el tren se detenga deberás bajar y esperar a que se vaya. Cuando bajes sentirás mil cosas al mismo tiempo.

Tu cuerpo y mente se llenarán de paz, tus pulmones sentirán el aire puro, el sol acaricia tu rostro y el clima será perfecto, verás el cielo y te darás cuenta que no hay ni una sola nube. Has llegado al jardín del Edén.

No importa el camino que tomes siempre verás árboles en perfecto estado, animales felices en su hábitat, pájaros cantando con todas sus fuerzas, el ruido de una pequeña cascada a lo lejos.

El jardín del Edén fue llevado al cielo para que el ser humano no lo destruyera, se supone que solo los celestiales podían disfrutar de esto, pero romper las reglas podríamos decir que se me hace algo interesante.

En el medio del bosque hay un pequeño portal de dónde salen los ángeles, casi nunca vienen, supongo que el cielo es aún mejor.

Los celestiales comparten una imagen de "pureza", su rostro siempre está portando una sonrisa y una expresión demasiado inocente.

Que es obviamente lo contrario a nosotros.

Algunos de sus cuerpos están llenos de vellos, dientes afilados, cuerpos delgados y altos, otros podían cambiar de forma a su semejanza. Heridas que nunca cicatrizarian  por completo, algunos mutilados o con extremidades de más.

¿Y yo qué tengo? Al nacer mi madre me dio el precioso don de convertirme en la mujer que cualquier hombre desea con el fin de manipularlos a mi antojo. Pero como eso no es de mi interés uso mi aspecto normal.

Mi cabello negro hasta los hombros, ojos del mismo color y tez demasiado blanca, papá dice que podría pasar desapercibida entre los vampiros.

Mi hermano siempre me molesta con mis estatura, dice que la mesa del comedor es más grande que yo. Mido 1,58 metros para ser exactos, lo sé demasiado pequeña.

Supongo que deben estar pensando "Si vienes del infierno, y no te has quemado en la barrera celestial, entonces ¿Qué eres?"

Mi padre fue la mano derecha de Dios, su mejor amigo. Luego llegó Jesús y los tres se volvieron inseparables. Supongo que ya conocen la historia.

Por más que él descendió al infierno aún quedaba algo de luz en él.

Mi madre es la primera mujer que creó Dios, la primera mujer que se resistió a las idioteces de Adán y del hombre, mi madre es Lilith, creada del polvo.

Al tenernos a mi hermano y a mí, aquella luz de mi padre y la poca que quedaba en mi madre por su creador fue transferida a nosotros. Aún que tengamos oscuridad dentro de nosotros aún tenemos un pequeño rayo de luz.

Pero esa historia será para otro momento.

Ahora que entienden un poco de mi mundo les contaré algo más.

El estar acá está completamente prohibido para mí y quién sea del infierno, aquél tren solo está para los mensajeros autorizados.

Si Dios o mi papá supieran que estoy merodeando por el Edén mi castigo sería peor que el que le dieron a Jesús en la tierra.

Estaba caminando por el hermoso bosque en busca de la cascada, el sonido cada vez se hacía más y más fuerte.

Me encontraba tan cerca que podía ver a un hombre sentado en la orilla. Con mucha cautela retrocedí, pasos lentos y suaves. No podía dejar de mirarlo, estaba completamente atenta a cada movimiento que hacía.

Tropiezo con una rama haciéndome caer.

—¡Hola! ¿Quién anda ahí?

No podía moverme, si me viera estaría completamente perdida, faltaban horas para que vuelva el tren, no podría escapar.

Se levantó, buscaba con su mirada cualquier movimiento. Sus ojos encontraron los míos. Vino hacia mí, traté de levantarme pero era tarde, ya me había visto por completo.

Estaba parado frente a mí, me observó sin decir nada, sus ojos mostraron miedo y sorpresa cuando notó la cicatriz en mi mano.

Intenté correr, quise alcanzarlo pero me dolía el tobillo por la caída.

Ya agitada tome un cuchillo del bolsillo de mi pantalón y se lo arroje, rozó su mejilla cortándolo hasta clavarse en el árbol que tenía en frente. Se detuvo y se giró hacia mí.

—No puedes estar aquí.

—Lo sé. —jadeaba en cansancio.

—Por favor no me hagas daño. —por cada paso que retrocedía él yo adelantaba dos más.

—No creas que arriesgo mi vida por alguien tan insignificante como tú.




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