Drag Me To Your Hell

Capitulo 5:Los pelirrojos.

Leizel

La noche era fría como el invierno, a pesar de estar en la mitad del verano. Su boca parecía una pequeña chimenea, el cigarrillo colgaba de su boca, su pelo desordenado y la vista fija en aquella familia. No mostraba ni la más mínima señal de nerviosismo, algo raro en él ya que no paraba de cuestionar mis métodos.

«Desconfía de ti» Decía mi conciente.

Obvio que desconfía de mí, fue el último en llegar al grupo, nunca se le dió alguna misión o fue participé de proyectos grandes. Siempre estuvo a un lado, pendiente de nuestros movimientos y aprendiendo de ellos. Veía en él un gran potencial, lo podía ver casi como un igual.

Secó sus manos sudorosas sobre sus pantalones, se que pensaba una y otra vez si el camino que lo llevó acá fue el correcto, si su fe a ciegas daría frutos.

Lanzó su cigarrillo al suelo y lo apagó con la suela de su zapatilla, su vista seguía enfocada en ellos.

El resto del grupo llegó e imitaron la acción del novato. La pequeña familia no nos notaba, o mejor dicho nos ignoraban.

Era esta noche, hoy se daría el mensaje y el séptimo pecado lo entendería. A partir de esta noche dejaríamos más que claro al cielo de nuestra existencia

Pol

Corrían sin un rumbo aparente, solo me pidieron que los siguiera y que no hicieran ruido, no entendía qué ocurría y porque corríamos.

El frío entrando a mis pulmones y quemando mi garganta volvía una misión algo difícil el correr sin mirar atrás.

"Corre y no importa quien se quede atrás, solo corre" me ordenó Gabriel.

¿Qué estaba pasando? ¿Que tiene de especial esta familia? ¿Por qué debíamos hacer tanto silencio?

Mi mente no dejaba de hacer preguntas, de cuestionarlo todo. Luego de conocer a Leizel era lo único que hacía, cuestionar cada paso que daba y la más mínima palabra. Mi cuerpo pedía un descanso y un abrigo. Ya no sentía mis manos, y mis brazos parecía que iban por el mismo camino.

A lo lejos puedo ver una pequeña casa en medio de este desolado bosque, rodeada de un pequeño muro de piedra. ¿Quién vivirá tan alejado de la sociedad?

Me pidieron que caminé con mucha lentitud y en completo silencio. Hice caso a las órdenes.

El ruido de una camioneta nos puso alerta a todos, nos escondimos algunos detrás de los árboles y otros solo se tiraron al suelo.

El portón se abrió y la camioneta negra entró despacio, caminamos hacia la cabaña.

Está parecía más una pequeña casa de dos pisos con un estilo muy lujoso, paredes de vidrio tapadas por grandes y pesadas cortinas de color marfil que combinaban con los muebles que se podían ver desde mi pequeña perspectiva.

La familia era escoltada por un grupo de personas, todas vestidas de negro y con sus caras tapadas. Los integrantes de la familia no parecían nerviosos ni asustados. ¿Cómo están tan tranquilos ante esta situación?

Entramos a la cabaña por la puerta principal, la única que dejaron abierta y la escena era escalofriante. El grupo de negro nos estaban esperando, la familia estaba con vendas en los ojos y con sus bocas amordazadas, amarrados en sillas mirando hacia nuestra dirección y entre ellos una mujer sentada de piernas cruzadas mientras jugaba con cuchillo entre sus dedos.

—Se tardaron mucho. —Habló la mujer, que su voz me resultaba familiar.

Nadie hablaba, la más pequeña de la familia comenzó a llorar, la mujer enfrente nuestro comenzó a acariciar su cabello rojizo.

—Déjenlos en paz. —Tomó la palabra Clarice.

—Creo que no son conscientes de las circunstancias. Que nos superen en número no significa que obedeceremos a sus órdenes.

¿Quién es esta familia y por qué todos tenemos que venir a su seguridad?

La tensión en el ambiente era sofocantes, tanto que hasta parecía robar todo el oxígeno en la casa, o eran mis pulmones aún cansados.

La mujer le hizo una seña a uno del grupo detrás suyo, ella se levantó de la silla y caminó con lentitud hacia nosotros. La pequeña pelirroja estaba siendo llevada a quien sabe dónde.

—¿A dónde se la llevan?

—¿Que pasa Morel? ¿Te asusta que pase lo mismo que con Raguel?

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Bienvenidos arcángeles. —Se quitó el pasamontañas, y sin dudas era ella.—Soy Leizel Estrella de la Mañana, es un gusto conocerlos al fin. —Una sonrisa cínica se abre paso en su rostro.

Le dije que tuviera cuidado, que ellos ya sabían de su existencia y lo primero que hace es secuestrar a esta familia, traernos aquí y mostrarse como si no le importara morir en este instante.

 

—Heinz, hay que ofrecerle asiento a nuestros invitados, no podemos hablar si se quedan de pie toda la noche. No sería cortés de nuestra parte.

Cerraron cada puerta y ventana, la familia fue llevada al sótano sin oportunidad de escapar, nos llevaron a la sala donde había asientos suficientes para nosotros y los dos hermanos. El resto del equipo negro no sabía donde se encontraban.




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