Drag Me To Your Hell

Capítulo 9: La reunión con el diablo y los pecados capitales.

Leizel

Estábamos ambos compartiendo un extremo de la larga mesa de vidrio, teníamos 6 espectadores en sus respectivos lugares que no emitían ningún sonido, este silencio duro unos cuantos minutos. Heinz no paraba de mirarme como si desaprobara cada una de mis acciones por completo, en el rostro de papá no había reflejo de ninguna emoción, ni siquiera enojo. Mi equipo no les quitaba los ojos de encima a Pol, y el pobre ángel no paraba de cubrir sus manos con los puños de su sudadera.

—Bueno, ya no hay marcha atrás ¿Cierto? —tomó la palabra papá. —Debemos presentarnos oficialmente. Hija, haz los honores.

Me levanté de mi asiento, respire hondo, los pecados sacaron la vista del ángel y ahora se enfocan en mi. y los presente desde mi derecha.

—Él es Pol, el ángel de la profecía.

—Sabía que... —dijo Anatoly antes de que lo interrumpa.

—Pol, te presento a los pecados capitales y a mi papá.

Pol levantó su mano saludando a todos con su vista fijada en el libro viejo que se encontraba en el medio de la mesa.

—Él es Heinz, mi hermano menor, pecado de la pereza.

Mi hermano estrecha su mano con el ángel.

—Él es Erion, pecado de la avaricia. —Pol le sonríe pero el saludo no le fue correspondido.— Ella es Natasha, el pecado de la envidia.— antes de que el ángel la pudiera saludar desde la distancia ella le da una sonrisa coqueta acompañada de un guiño.— A nuestra izquierda está Gianna pecado de la gula y Anatoly que es el pecado de la soberbia. Y en la punta está papá que creo que no hace falta que te lo presente.

Los últimos tres saludaron muy amablemente a Pol.

Papá notó que el invitado no dejaba de ver el libro con cierta curiosidad, claramente la sed de saberlo todo lo estaba molestando, el no poder tomar el libro de tapa marrón con sus notables hojas amarillas consecuencia del tiempo que llevaba guardando textos con la información que necesitaba y más.

—Estamos al tanto de la situación y la razón por la que nos encontramos aquí ¿Verdad? —resonó la voz ronca y fuerte de papá por las paredes, todos asentimos esperando a que siguiera hablando— Muy bien Pol, tengo entendido de que allá arriba el falso dios te mantuvo al margen de todo y no estás por enterado acerca de nada.

Pol despegó su vista del libro y se perdió en la de mi padre, dió justo en el clavo.

—Esta es tu oportunidad, dinos que quieres saber.

—Leizel me habló de la profecía...

—¿Cuál precisamente?

Pol explico tal y como yo lo había hecho con él sobre la profecía, al terminar mi papá me miró y entendió completamente todo. Se aclaró la garganta, se paró un momento a tomar el libro de la mesa y volvió a tomar asiento.

—Ya veo, entonces ¿Cuáles son tus dudas?

—¿Por qué no están todos aquí?

Todos nos sorprendimos un poco, y era cierto, solo presente a cinco pecados, faltaba el séptimo, lo que él no sabía es que estaba exactamente en ese cuarto.

—¿A qué te refieres? —pregunto Heinz.

—Solo hay seis pecados aquí, se supone que son siete.

—Como hay una profecía sobre ti Pol, también hay una profecía sobre el séptimo pecado, estamos esperando que sea hora para que aparezca. —hablé apresuradamente evitando que alguien más contestara esa pregunta.

—¿Alguna otra duda? —le dirigió la palabra con desagrado.

—¿Qué hago aquí?

—Creo que lo mejor sería que esas preguntas las contestamos cuando estemos un poco más a solas. Me gustaría hablar contigo y con mis hijos más tarde, si te parece. —dijo Lucifer mientras pasaba con suavidad las hojas del libro con gran lentitud.

Pol

Me sentía realmente incómodo, completamente fuera de mi zona de confort con todas esas miradas sobre mi, esperando una respuesta que no sabía cuál dar, miles de posibilidades pasaban por mi cabeza ocasionando un leve dolor en mi sien derecha. Leizel dijo que aquí encontraría todas las respuestas pero para ser sincero no estoy muy seguro de ello.

Me pidió dejarlo todo atrás, quien era, mis amigos, mi hogar, mis creencias, absolutamente todo. No quiero hacerla culpable de todo esto, yo accedí al momento de cruzar esa puerta, pero no hay vuelta atrás y en este momento estaba rezando para que si la haya. 

En mis manos según esa profecía se encontraba el destino de todo lo que conocemos, de mis decisiones dependían millones de vidas, y no sé si pueda cargar con toda esa responsabilidad. No tengo certeza alguna de quién soy, o si soy la persona que tanto desean los observadores en esta mesa de vidrio. 

Necesitaba tiempo, pero es algo del que no tengo lujo de disfrutar, también necesito respuestas y acá encontraría gran parte de ellas, o eso dijo la mujer a mi izquierda.

Hubo un silencio que duró unos segundos mientras mis ideas se acomodan y tomaban lugar y voz a mi decisión final.

Acepté.

Ya no tenía nada que perder, o más bien tenía todo que perder, pero era ahora o nunca, de cualquier forma no podría volver al cielo y si así fuera terminaría aquí de todos modos, y es mejor complacer al príncipe de las tinieblas que se encargará de mi estadía en este lugar que hacerlo enojar y quién sabe de qué es capaz de hacer, no soy tan idiota.

El señor de traje negro sentado en la otra punta de la mesa comenzó a hablarle a los demás con un aspecto muy serio en su rostros, no sabía lo que decía, solo lo veía hablar y mover sus manos, todo parecía estar en una escena en cámara lenta o yo iba más rápido que el resto.

Los demás solo  prestaban atención a la voz grave y algo ronca que resonaba por la habitación. 

Mis manos comenzaron a sudar, empecé a sentir tanto calor y frío a la vez, mi corazón bombeaba con rapidez, cada vez que latía sentía una gran presión en mi pecho, mis piernas temblaban, todo parecía girar a mi alrededor pero era consciente de que no era así.

Mi respiración era cada vez más agitada y corta, parecía que el aire se estaba acabando y era el único que lo notaba. No me moví, creí que estando quieto se pasaría más rápido, pero fue un gran error.




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