Kimiri y Orefiyet volaban tranquilamente a través del vasto cielo, como si nada perturbara la paz que los rodeaba. Las nubes se deslizaban suavemente, y el sol brillaba con un calor reconfortante.
—¿Amo? —preguntó Orefiyet, su voz llena de curiosidad.
—¿Qué? —respondió Kimiri, distraído por sus pensamientos.
—No logro entender. Hace como cinco años, decías que querías ser un rey que propagara la paz, que serías como tu padre o incluso mejor.
—Nunca seré mejor que mi padre. Con mucho esfuerzo, llegaré a ser como él —dijo Kimiri, su tono cargado de determinación.
—¿Y por eso matarás a Kamir? —preguntó Orefiyet, con una chispa de curiosidad en sus ojos.
—¿Por qué te importa? —exclamó Kimiri, exaltado, sintiendo la tensión en el aire.
—¿Tú también matarás a tu hermano, ¿no? —desafió Orefiyet, cuestionando la moralidad de su amigo.
—¿Y qué? —Orefiyet comenzó a dudar, sintiendo la confusión crecer en su interior.
—¡Baja! —ordenó Kimiri con altanería.
Orefiyet descendió lentamente hacia un claro en el bosque. Kimiri saltó de su lomo y lo miró fijamente, la frustración evidente en su rostro.
—¿Es que no lo entiendes? —preguntó Kimiri, su voz temblando entre la ira y la desesperación.
—Mmmm... —Orefiyet lo miró, intentando comprender la tormenta de emociones que se agolpaba en la mente de Kimiri.
—¡Yo no! ¡No sé qué hacer! —comenzó a decir Kimiri, balbuceando incoherencias. Finalmente, en un arrebato de confusión, salió corriendo, dejando a Orefiyet atrás.
Orefiyet lo observó, pensando en la lucha interna que se reflejaba en los ojos de su amigo.
—Lo único que vi en sus ojos es miedo —reflexionó Orefiyet, sintiendo una punzada de preocupación.
Mientras tanto, Kimiri corría, su mente un torbellino de pensamientos.
—¿Qué hago? ¿Qué hago? —se repetía, sintiendo la presión aumentar—. ¡Haaa! Esto es un fastidio. O es porque ni yo sé por qué Reur hizo esto. Es muy confuso. Confío en él, pero su violencia y lo despiadado que es realmente me confunden. Ese pueblo era mi antiguo hogar. Sé que no hicieron nada cuando mi padre murió, pero no sé...
Las imágenes comenzaron a invadir su mente: el recuerdo de Reur, la sangre derramada, los gritos desgarradores que resonaban en el aire, el sonido de las cadenas desgarrando la piel con cada latigazo. Era un horror que se transformaba en un lago de sangre, un mar de inocentes que habían sufrido.
—Amo Kimiri —dijo Orefiyet, interrumpiendo sus pensamientos—. Quería disculparme por lo de hace un rato.
—¡No! —respondió Kimiri, interrumpiéndolo—. Tienes razón. Esas personas eran inocentes. Solo querían salvarse, por eso huyeron a la isla. Toda esa gente sabía de mi padre, pero fueron unos cobardes al huir y darle la espalda. Aunque esa historia no me convence del todo...
Kimiri respiró hondo, sintiendo la necesidad de aclarar sus pensamientos.
—De todos modos, hablaré de esto con Reur. Quiero aclarar las cosas —dijo Kimiri, mientras se subía de nuevo en su dragón—. Vamos a la base norte.
Ambos se elevaron en el aire, el viento acariciando sus rostros mientras volaban hacia su destino, un lugar donde las respuestas y la verdad esperaban, ocultas entre las sombras del pasado.