Mientras los pensamientos soberbios de Oreyet danzaban en su mente como sombras inquietas, Kamir se preparaba para saltar al vacío junto con el niño. Era un acto extraño, uno que Oreyet nunca había mostrado antes; la inquietud se apoderaba de él, como si un oscuro presagio se cerniera sobre sus alas.
- Puede que intente matarme, o peor aún, que haya hecho un trato con Reur y planee traicionarme - pensaba Kamir, sintiendo que la presión de tales pensamientos era insostenible. - Debo escapar de aquí.
Con un gesto furtivo, hizo una señal a Leo, indicándole que se posicionara justo debajo de Oreyet, un poco hacia la izquierda.
Sin que Oreyet se percatara de sus intenciones, Kamir se lanzó al vacío, cayendo sobre Leo. En un instante, sin dudar, se elevaron hacia las montañas, dejando atrás la confusión del dragón.
- ¿Qué estás haciendo? - exclamó Oreyet, su voz llena de desconcierto. - ¿Por qué está...- El silencio que siguió a sus palabras le hizo pensar lo peor.
Kamir, adolorida por la caída, yacía sobre Leo, intentando recuperar el aliento, casi inconsciente.
- ¿Será que...? ¡Ese dragón! - La furia de Oreyet crecía como una tormenta en su interior. Al ver a Kamir en tal estado, sus pensamientos se tornaron retorcidos. - Ese miserable dragón solo estaba tras Kamir para devorarla. Debí haberme dado cuenta antes. ¡Me las va a pagar! ¡Ese es mi ama!**
Oreyet comenzó a volar a toda prisa, pero antes de poder atraparlos, Leo tomó a Kamir con sus garras y se lanzó en picada hacia las aguas heladas.
Oreyet, furioso, estuvo a punto de devorarlo; vencerlo habría sido fácil. Sin embargo, las temperaturas eran gélidas cerca de los picos nevados, donde una gruesa capa de hielo cubría el mar. Justo debajo de Leo, había un hueco mediano, pero no lo suficientemente grande para que Oreyet pudiera entrar. Leo pasó sin esfuerzo por el hueco, sumergiéndose en las frías aguas que provenían de las cascadas congeladas.
Al ver el hueco, Oreyet abrió sus alas para detenerse, intentando entrar, pero solo su cuello logró atravesar el hielo. Aun así, intentó atrapar a Leo, pero este era un hábil nadador. Oreyet, lleno de rabia, comenzó a rugir y gritar. No solo era un robo, sino una humillación, una terrible humillación.
- ¡Voy a matarte, dragóncito! - bramó Oreyet. - Las cascadas se descongelarán al mediodía y...De repente, un silencio aterrador invadió su mente. - El agua es demasiado fría. Las escamas de los dragones pueden soportarlo, pero un humano no; morirá en poco tiempo. Ese animal no piensa en protegerla. ¡Debo apresurarme!
Con un último grito, Oreyet se lanzó volando hacia el interior de la isla, su corazón rebosante de determinación.
Mientras tanto, Kamir se encontraba bajo el agua, y al ver la situación en la que estaban, tiró de uno de los cuernos de Leo, levantando su rostro hacia arriba. Este obedeció y finalmente emergieron de un hueco en el hielo, en lo más profundo de la isla. Por un momento, Kamir se dio cuenta de que no estaba herida. De hecho, cuando estaba bajo el agua, ni siquiera había sentido la necesidad de tomar aire; algo la había protegido.
Sin embargo, su análisis se detuvo al no escuchar la voz del niño.
- ¿Morel? ¿Morel? - Kamir se asustó al ver que no respiraba, y su cuerpo estaba completamente frío, sus latidos disminuyendo con cada segundo.
- ¿Qué hago? ¿Qué hago? - decía Kamir, la desesperación apoderándose de ella. - Voy a curarte, Morel; eso haré.
Intentó usar su magia, pero los nervios la traicionaban, dificultando su concentración. La ansiedad aumentaba, y Morel se desvanecía más y más. Las lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Kamir; había encontrado a alguien a quien podía llamar familia, y por su culpa, lo estaba perdiendo. En medio de su desesperación, su mente comenzó a estallar en confusión. Todo se volvió borroso, y en medio de ese caos, escuchó una voz.
- ¡Eres grande! Mira, ya eres muy grande, mi hermosa guerrera. ¡Serás una gran guerrera! Ya me llenas de orgullo... - la voz se desvaneció, dejando un eco de esperanza en el aire helado.
Así, en el silencio que seguía a la tormenta, Kamir luchaba contra el tiempo, decidida a salvar a su amigo y encontrar su propio destino en un mundo donde la traición y la lealtad danzaban en un delicado equilibrio.