Dragones y Brujos

capitulo 22 - recuerdos y pasados

Las brisas de la mañana soplaban suavemente, bañando el cuerpo de Kamir, Morel y Leo. Los recuerdos de Kamir se dispersaban en su mente, como hojas arrastradas por el viento, mientras trataba de recordar lo que ya se había perdido en las sombras de su memoria.

Morel descansaba lo más cerca del fuego, pero su cuerpo aún no encontraba calor. Kamir, con manos temblorosas, las posó sobre su pecho, intentando liberar su poder de curación, pero todos sus esfuerzos resultaban inútiles.

Leo, a pesar de sus dones y habilidades, seguía siendo un animal; sus instintos podían dominarlo en cualquier momento. Kamir, en su ignorancia, no lo comprendía del todo. Nunca había vivido con otro ser mágico que no fuera Oreyet, y la celosía de Leo era evidente.

—¿Qué hago? No sé qué hacer... —decía Kamir, sus lágrimas bañando el rostro de Morel—. ¿¡Qué hago!? —exclamó, mirando a Leo con la misma esperanza con que miraba a Oreyet, buscando respuestas a problemas que ella siempre resolvía. Pero ahora, la ausencia de Oreyet comenzaba a afectar gravemente a Kamir.

—¡Esto es mi culpa! ¡Es mi culpa! —gritó, su voz resonando en la cueva—. ¡Si no hubiera saltado de Oreyet, él no estaría así!

Volteó a ver a Leo, pero sus ojos y dientes eran todo lo contrario a los de Oreyet. Los instintos animales comenzaban a aflorar, y un deseo voraz de devorar a Morel y tal vez a Kamir se apoderaba de él.

Asustada, en un rápido y desesperado movimiento, Kamir tomó a Morel en sus brazos y corrió lejos de Leo. Eran prisioneros del miedo, huyendo de algo que, al menos para Kamir, debía protegerlos.

Mientras escapaba, una enorme sombra oscureció el cielo; era Oreyet, quien descendía con gran estruendo desde las alturas. Kamir, en un primer impulso, intentó huir, pero sabía que el único que podría salvar a Morel era Oreyet.

Preparándose para lo peor, ocultó su mirada hacia abajo, esperando un golpe, pero lo que recibió fue muy distinto. Oreyet la sorprendió con un tremendo lengüetazo, empapándola completamente con su saliva. La fuerza del empujón casi hizo que Kamir soltara a Morel. Tan aturdida estaba que ni siquiera se molestó en limpiarse, solo observaba cómo Oreyet los envolvía con su cola, como si protegiera su más valioso tesoro.

Kamir intentó pronunciar una palabra, pero antes de que pudiera hablar, Oreyet la levantó y la colocó en su lomo, rugiendo con furia, desafiando a Leo.

—¡Ahora sí te mataré, pequeño dragón! —gritó Oreyet con toda su fuerza.

—¡Espera, Oreyet! —gritó Kamir, su voz llena de urgencia.

—¿¡Qué!? —exclamó Oreyet, empujando a Kamir con uno de sus cuernos para que cayera al suelo—. ¿¡Por qué lo defiendes!? ¿¡No fue él quien le hizo esto al humano!?

—Sí, pero eso fue porque es un animal... —Kamir comenzó a titubear, la incertidumbre en su voz.

—¿Heeee? ¿Qué sucede, amo? —Oreyet se acercó con curiosidad, ansioso por escuchar la respuesta.

—Es que... —el rostro de Kamir se sonrojó, nunca antes había elogiado a alguien, y nunca pensó que sus primeras palabras cariñosas serían para Oreyet. Tras un gran suspiro, finalmente las palabras fluyeron—. Él no es como tú...

Kamir terminó de hablar con una leve sonrisa, inclinando la cabeza, avergonzada por mostrar su rostro completamente sonrojado. Oreyet se quedó estupefacto, sin saber cómo responder; era la primera vez que escuchaba palabras así, y despertaron en él un sentimiento extraño.

Ambos estaban confundidos cuando de repente llegó Leo, su hocico empapado de sangre, como si hubiera tenido un desayuno sustancioso. Kamir se volvió asustada, pero Leo actuaba con normalidad; ya había saciado sus instintos de hambre.

—Qué alivio —murmuró Kamir, aunque eso no convenció a Oreyet, quien envolvió el cuello de Leo con su gran cola, comenzando a ahorcarlo con fuerza hasta que el dragón comenzó a agonizar.

—¡Oreyet, déjalo! —ordenó Kamir, su voz firme.

Oreyet ignoró por completo la orden, pero si realmente deseaba que Kamir fuera su ama, debería tratar a Leo con el respeto que merecía. Finalmente, lo liberó.

—Fueron solo sus instintos, Oreyet... —Kamir apenas había terminado de hablar cuando Oreyet la elevó nuevamente y la colocó en su lomo, como si dijera "Mío".

—¡Oreyet, cura a Morel, deprisa! —exclamó Kamir.

—Mmmmm, de acuerdo —respondió Oreyet, y Kamir, al principio, pensó que era una broma, pero lo más importante era curar a Morel.

Oreyet, con una de sus garras, se hizo una pequeña herida en la pata, dejando que la sangre emanara y la ofreció a Morel, instándole a que bebiera.

—¿Qué haces? —preguntó Kamir, sorprendida.

—Para curar heridas internas, debe beber mi sangre. No funcionaría untársela; no es una herida superficial.

—¿Desde cuándo sabes esto?

—Bueno... heee, solía hacerte caer de mi lomo de vez en cuando, y a veces te lastimabas la cabeza tan fuerte que tus recuerdos se borraban.

—¡Ha, ha, ha! Mejor no pregunto desde cuándo hacías esto... Ahora que Leo está aquí, podría ir con él a investigar más sobre Kimiri y Reur.

—¿¡Qué!? —respondió Oreyet, indignado.

—A él no lo conocen, así que no sospecharán.

—Mmmm... —Oreyet prefirió calmarse y le propuso a Kamir un trato que estaba seguro de que ella rechazaría.

—Lo haré, solo si me dejas al niño aquí, y si no vuelves en dos días, me lo comeré.




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