KIMIRI:
—¡Ahora sí, maldita bastarda! —grité mientras ambos saltamos al unísono.
—¡Voy a matarte! —respondimos juntos, como si nuestras voces fueran una sola.
En el momento en que nuestras espadas estaban a punto de chocar, un estruendo ensordecedor nos empujó violentamente al suelo.
—¿Qué? ¿Qué ha pasado? —Los ecos de la explosión retumbaban en mis oídos, y todo en mi cabeza daba vueltas. Lo único que recordaba era que, al enfrentarnos, una magia extraña había estallado, como si un poder oculto se hubiera liberado en un instante devastador.
Apenas podía respirar; mi visión se nublaba, pero lentamente comenzaba a recuperarme. Hac, hac, hac... ¡No puede ser! Un torrente de sangre brotaba de mi boca, y un dolor punzante se apoderaba de mi pecho. ¡Oh, no! ¡Mi corazón! Lucía como si me lo hubieran arrancado de cuajo. El sufrimiento era intenso, pero, a pesar de todo, mi curación era rápida.
—¿Acaso este es el poder de Kamir? —me pregunté en medio de mi confusión.
Una risa agonizante se escapó de mis labios.
—Hahaha... —mi respiración se estabilizaba, y lograba escuchar algo a mi alrededor: eran gritos de agonía. Miré a mi alrededor y vi a Kamir, quien también se encontraba en un estado lamentable. ¡Oh, sorpresa! Ella no se curaba con la misma rapidez que yo; su magia intentaba cerrar la herida, pero ella se aferraba a la idea de morir. Cada vez que la herida intentaba cerrarse, esta se volvía a abrir, como si su voluntad estuviera en contra de su propia sanación.
—Jajajaja —una risa adolorida se me escapó—. ¿Quién lo diría? Todo este tiempo y él seguía aquí.
KAMIR :
Sentía que la muerte se cernía sobre mí, como una sombra implacable. ¿Qué clase de magia había utilizado este tonto? Hahahac... mi sangre se derramaba como agua, pero la de Kimiri ya no fluía. ¿Por qué? Mmm... ¿qué le sucede?
¿Qué le pasa a Kimiri? Él... ¿acaso está llorando? ¿Por qué?
Un sonido opacó mis pensamientos, un eco que se acercaba como un huracán. ¿Acaso era... Oreyet?
—¡Kamir! —dijo Oreyet, plantándose a mi lado con una determinación inquebrantable.
—Amo —respondió Orefiyet, cubriendo con su ala a Kimiri, como un escudo protector.
Me gustaría que Oreyet hiciera lo mismo por mí. Lo observé fijamente y creí que sabía lo que estaba pensando.
—¡NO TE MUERAS AHORA! —gritó, y con un golpe inesperado me hizo volver en sí. Su grito ahuyentó mis pensamientos sobre la muerte, provocando que mi herida comenzara a cerrarse.
—¡Hahahaja, IDIOTA! —le grité, empujando su pata, pero... ¡oh, no! Él también estaba herido; su cuerpo apenas comenzaba a curarse, y el de Orefiyet también mostraba signos de sufrimiento.
—Vaya, vaya, resultaste ser todo un acertijo, hermanita —dijo Kimiri, burlándose con un tono sarcástico.
—¿Qué fue eso? ¿Qué hechizo me lanzaste? —exigí una explicación, mi voz temblando entre la confusión y la ira.
—¡Yo no fui! —respondió Kimiri, con desesperación—. ¡Esa magia que viste hace un rato pertenecía a nuestro padre!