capitulo 42 - un mal plan

—No sé qué decir —murmuró Kimiri, una sonrisa burlona asomándose en sus labios al observar desde la distancia a Oreyet y Kamir, tan cercanos entre sí.

Orefiyet los contemplaba con asombro, su mente viajando a tiempos pasados.

—Hace unos años eras tú quien me criticaba por desear tener un amo. Mírate ahora; has tenido más fortuna que yo. Buena elección.

Kimiri lo observaba, como si pudiera leer los pensamientos que cruzaban por su mente.

—Es hora —refunfuñó, comenzando a caminar rápidamente hacia los dos.

Mientras tanto, Kamir y Oreyet contemplaban juntos el vasto cielo, un lienzo de azules y dorados.

—No tienes que hacer esto —dijo Oreyet, mirándola con compasión.

—Te prometí que te ayudaría a vencer a Orefiyet. Si muero, se cumplirá lo que dije. Pero si no, pelearé hasta la muerte. No huiremos ni un solo día más; aquí se decide todo.

—Pero...

—¡Oigan! —interrumpió Kimiri, alzando la voz—. Ustedes dos han estado hablando demasiado tiempo. ¡Es hora de moverse!

Oreyet comenzó a gruñir, mostrando su indiferencia, pero Kamir lo acarició suavemente para calmarlo, mientras Orefiyet lo miraba con envidia y Kimiri intentaba ocultar su propia inseguridad.

—La vida nos ha traído buenos momentos, hermano —dijo Orefiyet—. Qué pena que no recuerdes nada. Aunque creo que quien ha vivido más de los dos eres tú.

Un profundo silencio invadió los corazones de todos, como el frío que envolvía el ambiente.

Oreyet miraba a Orefiyet con incredulidad, Kamir no entendía nada, y Kimiri compartía la sorpresa de Oreyet. No podía creer que su dragón hubiera pronunciado tales palabras, como si estuviera elogiando a Kamir por ser un buen amo. Un acto como ese se consideraba traición; era como si Orefiyet escupiera en la mano de su amo, Kimiri.

—Siempre he dicho que cuando alguien desea algo, debe buscarlo —dijo Orefiyet, rompiendo el silencio—. ¿Lo recuerdas, Oreyet?

—Lamento decepcionarte, pero no lo recuerdo —respondió Oreyet.

—De todos los supremos alfas, soy el más desgraciado —dijo Orefiyet, inclinándose ante los pies de Kimiri. Este, con una expresión de vergüenza, se montó en Orefiyet, incómodo con cada movimiento de sus ojos. Tras un profundo suspiro, señaló a Kamir para que avanzara.

Kamir observaba, reaccionando lentamente, y finalmente se montó en Oreyet, listos para volar hacia donde Kimiri les indicaba.

Mientras se alejaban, Kimiri trataba de despejar sus dudas.

—¿Por qué dijiste eso?

—Eras el más óptimo, el más hermoso. Tú eras el único. ¡Maldita sea mi desesperación!

—¿Orefiyet, de qué estás hablando? —preguntó Kimiri, su tono lleno de desdén.

—Intenta averiguarlo, amo. ¿Acaso no puedes, amo?

—¿Qué?

—La verdadera unión entre amo, sirviente o protector es cuando uno logra sentir, percibir o conocer los pensamientos del otro, e incluso sus sentimientos.

—¿De qué estás hablando?

—Siempre has presumido que tú y yo somos lo mejor que pudo haber entre amo y sirviente, pero no es así. Nunca me escuchas. Tal vez, si me escucharas, sabrías el error que estás cometiendo —dijo Orefiyet, una sonrisa de libertad asomándose en su rostro.

—¿Cuál error? —preguntó Kimiri, completamente molesto.

—Grrrrr! —gruñó Orefiyet, por primera vez desobedeciendo a su amo.

—Orefiyet, háblame. ¿Cuál es el error?

—Amo, ¿qué significa "manipular"? —terminó Orefiyet con una sonrisa siniestra, encarando a su amo.

—¡Kimiri! —gritó Kamir, señalando varios barcos en el mar; era el ejército de Reur.

Kimiri no tenía tiempo para doblegar a Orefiyet, pero sus palabras lo mantenían aún más confundido.

En medio de todos los barcos, había uno envuelto en una niebla oscura y tenebrosa, que irradiaba un frío helado. Allí se encontraba Reur, consumiéndose en un poder aterrador y alucinante, que lo secaba lentamente, como un árbol en el desierto.

Finalmente, Kimiri se había relajado. Tenía que hacerlo, pues pronto aclararía todas sus dudas sobre alguien a quien había amado y respetado tanto, la única persona que había llamado familia. Esto, definitivamente, lo estaba matando por dentro.