Dragones y Sombras - Heraldos de Guerra

XI

     Los preparativos ya estaban en el castillo de Gnomian. La mayor de las discusiones era que llevar como ofrenda al emperador.

     — No podemos costearnos el dinero de una ofrenda mi señor. El imperio Taymun es muy ostentoso y adinerado. Los Taymunenses aman las joyas pesar de que se las encuentran levantando una roca.

     — Un rey no puede acercarse a una ceremonia de esta importancia con las manos vacías, Ralet —  aventó la mirada a su pequeño hermano — Pero si un príncipe. Falyd ¿Que tanto sabes ya acerca de los portales? Lo suficiente para cruzar el mar, espero. — Falyd se encogió de hombros — Me alegra oír eso — dio en tono sarcástico mientras lo despeinaba — Sabes que no podemos arriesgarnos a dar una mala imagen de Gnomian. Preséntale mis condolencias a las hijas del emperador. Diles que estoy enfermo o algo así y que por ello no podré ir.

     — ¿Y porque no les digo que estas preparándote para el ataque de las brujas?

     — Quedarías como un tonto mi pequeño hermano. Las brujas no han sido avistadas en siglos. La única forma de que una bruja tenga tanto poder seria con el pozo de la eternidad. Y los elfos custodian bien esa fuente. No hay mayor protección en todo Andrar que la que brindan los elfos. Ni se te ocurra abrir la boca con ese asunto. No quiero que los otros reyes se burlen de ti por creen en historias de niños.

     — ¡Pero yo las vi! — reclamaba el pequeño gnomo

     — ¿Recuerdas cuando eras niño dijiste que habías visto un dragón en las montañas? ¿O que cuando fuiste a cazar unos centauros te ayudaron? ¿Y la vez que los arboles te hablaron acerca del nacimiento de las sirenas?

     — ¡Pero esas historias son ciertas!  

     — ¡Nada de esas cosas existe Falyd! El ultimo dragón murió a manos de Leotar hace siglos. Nunca han habido registros de centauros en Adrar. Nunca han participado en una guerra, ni tienen dominios que se les conozca. Y creo que ya no tengo que dar explicaciones acerca de los árboles que hablan y las sirenas. ¡Deja de creer en cuentos de hadas!

     — Señor... — Interrumpió Ralet — De hecho se tienen registros de...

     — Ralet por favor no me colmes la paciencia. Que ya tengo suficiente con uno que cree en cuentos de hadas en este castillo. Dos, ya sería el colmo.

     — Como ordene, mi señor.

     Falyd había sido menospreciado por su hermano desde niño, desde que contaba historias en la mesa acerca de que hechizo aprendió o que había observado en los bosques, los lagos, y las montañas. Aun recordaba lo que su hermano le decía en la cena años atrás «Todo lo que aprendes no te sirve en una guerra. Las batallas y los aliados se ganan con estrategias, no con trucos de magia.» Sin embargo su padre, el rey Harren le corregía «Entonces dime hijo, ¿Cómo es posible que los elfos sean los seres más poderosos en este reino sin ayuda de la magia? Las batallas no se ganan solo con espadas, se ganan con la magia que existen en las palabras. Si no hay magia en ellas tu pueblo no te seguirá a ninguna guerra. Las espadas pueden cegar muchas vidas pero las palabras pueden evitar que se pierda sangre innecesaria. La mayoría del tiempo la magia y las palabras juegan el mismo rol en una guerra.»

     A pesar de todo el tiempo que paso humillándolo, Falyd creyó en el gran corazón que tenía su hermano. Pero no por cuenta propia sino por las primeras palabras que dijo su madre al verlo nacer «No todos los monstruos dan miedo, ni todos los jardines son hermosos». Falyd había oído esa historia por parte de Ralet quien fue el mejor amigo de los reyes de Gnomian. Poco antes de que pudiera sumergirse en los pensamientos más profundos acerca de su progenitora su hermano le interrumpió.

     — ¿Me oíste no? Iras a Taymun solo. Ralet se quedara aquí para seguir ayudando en la reconstrucción del castillo. Como ya sabes crear portales no será problema ir y venir, será como esos largos paseos al bosque que siempre haces.

     — Su majestad, usted cree que sea prudente enviar a su hermano solo? Quiero decir, los Taymunenses no ven con buenos ojos a los gnomos, ellos desprecian la debilidad.

     — Mejor razón aun para no ir, y para que mi pequeño hermano aprenda de las costumbres que tanto disfruta leer. Cuídate mucho Falyd.

     Al despedirse, Andyr solo agitaba su mano de un lado a otro esperando a que su hermano creara el portal.

     — ¿Que esperas? ¿Un beso de despedida? ¿Un abrazo? Vete de una vez.

     Falyd sintió un nudo en el pecho, jamás había sido tan menospreciado por nadie toda su vida a excepción de su hermano. Y hoy dejaría solo a su única familia con el temor de que regresen las brujas. El joven gnomo alzo ambas manos en medio del salón recitando el conjuro para crear un portal pero no funciono. Lo intento una y otra vez pero no funcionaba.



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En el texto hay: dragones, brujas

Editado: 12.03.2018

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