Explosiones, llamaradas y gritos, en eso se había convertido su vida, en escuchar los lamentos de su gente sin poder hacer nada, en pedirle a la vida volver a mirarle y pedirle perdón por lo que estaba a punto de hacer, pues después del secuestro, caos y desesperanza era el pan de cada día, a pesar de tener a la mejor estratega al mando de las tropas, no era suficiente, Limgthia perdía terreno a cada segundo que pasaba, las bajas en las filas cada vez eran más frecuentes, los kysor se acercaban al poder, y ella debía hacer algo, así hubiese prometido no luchar, lo haría, no podía permitir que acabarán con todo, que un montón de niñatos con poderes sobrenaturales acabarán con el mundo que conocía, con lágrimas en los ojos y desaliento en el alma, Demitria Loughat juraba venganza
-¿Dem?, ¿qué tienes mi vida? –cuestionó su madre desde el marco de la puerta -¿por qué lloras?
-mamá, nos están acabando –contestó la castaña entre sollozos –dentro de poco van a llegar, todo lo que conocíamos va a desaparecer... y mamá, mamá yo no puedo permitirlo, nadie se merece esto, no hemos sido tan malos y... ¿tú no crees que merecemos otra oportunidad? ¿Qué este mierdero puede mejorarse?
Christine suspiró acercándose a la cama, no le gustaba que su hija usase tan malas palabras, pero solo por esa vez lo aceptaría
-Dem, el ejército se encargará, con Katleya al mando dentro de poco vencerán, estaremos tranquilas mi niña, ya lo verás –comento sonriendo
-No mamá –negó la chica –los kysor arrasarán la ciudad dentro de poco, que acaso no te das cuenta, sus números no disminuyen, y nosotros cada vez nos debilitamos más, si papá estuviese aquí nada de esto pasaría
-PERO NO ESTÁ DEMITRIA, No está –grito iracunda Christine y salió de la habitación
El ruido del portazo fue lo único que acompaño a Demitria por horas, algo andaba mal, Katleya jamás entraría a combatir junto a sus tropas, era la princesa, tenía prohibido salir, eso los hacía vulnerables, así siguiesen el plan de batalla, los imprevistos sucedían y volvía ciegos los combatientes, ella no se arriesgaría ni a observar desde el aire, y por su parte los kysor idearían un plan diferente, atacarían cuando menos se esperase, llegando de improviso al flanco más fuerte, y derribando la moral, mientras un grupo más pequeños, cinco o seis como máximo se adentraban en la ciudad para conseguir el cristal y darle fin la guerra, ella lo hubiese planeado así, pero no estaba dentro de la mente de Kath, y en ese momento su palabra era un cero a la izquierda.
Quizá su padre no estuviese, pero por algo la había entrenado, después de tres largos años, ella iría a por él y juntos acabarían con los malditos invasores, solo quedaba conseguir el armamento, pues sobre el lomo de Dahaka recorrería cielo y tierra para encontrarlo y juntos evitarían el desastre que se aproximaba.
El afán mundano de comentar de la vida de otros despertó a Demitria, era tan pesado escuchar como destruían los sueños de quienes aún poseían esperanza que le provocaba jaqueca, de pequeña solía abrir su ventana y gritar porquerías sin importar quien fuese. Pero ya no, no era importante, mucho menos ahora.
Con paso decidido la castaña salió de casa, en su cabeza solo había un objetivo.
-Señorita Loughat, ¿está segura de esto? –cuestiono asombrado el joven del armamento
La ojiverde suspiro
-No hay más que Henryk, no han descubierto nada en todo este tiempo –dijo señalando a los soldados - y para ser sincera, no creo que lo hagan
-pero son los más capacitados, sin ofender señorita -comento seguro el joven
-Mi padre fue el oficial de mando durante... veintidós años, era el mejor estratega, con él a cargo nunca perdimos un combate –refuto la chica –créame señor, estoy más capacitada que ellos para encontrar debilidades...
-pero...
-pero nada, deme el mapa, un carcaj lleno, un arco y un par de cuchillos de doble filo –exigió la castaña extendiendo la mano
-señorita Loughat, no puedo dejar que lo haga –replico Henryk
La joven rodó los ojos
-quizá sus principios no le dejen, pero yo soy la encargada del armamento, en general -dijo remarcando la palabra, mientras hacía un circulo con un dedo- deme lo que pedí, es una orden -finalizó con fuerza la joven.
Demitria jamás había imaginado que conseguir armamento fuese tan complicado, su padre le había facilitado todas las herramientas para el entrenamiento, no había faltado nada nunca, pero ahora lo corroboraba, la dificultad solo decía una cosa, estaban en guerra, no había otra explicación.
-aquí tiene señorita –dijo el joven extendiendo una bolsa de lona. La chica reviso dentro y con una sonrisa y un frío "gracias" camino rumbo a casa.