Drakón: saga fuego ártico

Capítulo 5

El viento ondeaba mi cabello, la fría brisa de la noche consumía de a poco mis energías, volabamos sobre la hermosa selva de Limgthia, no podía arriesgarme a salir a la playa, nos encontrarían muy fácil, al menos en un par de días podríamos perdernos entre las cumbres del volcán y los nidos de kaidas, pero por el momento era lo más seguro, esa noche no dormiria, debía saber los secretos que ese bosque escondía, y qué peligros detenían su marcha. Aún no dejaba de pensar como esos kysor se habían acercado tanto, ninguna de las barreras parecía detenerlos, ni siquiera los guardias habían avistado eso, ella comenzaba a creer que se hacían más fuertes, habían muerto, pero esa quemadura tardaría valiosas horas en sanar, ahora sabía un poco de su poder, era real, quemaban peor que el fuego, y lo tenían a su disposición.

Dahaka no estaba acostumbrada a volar más que unos minutos, a pesar de ser bajo la luz de la luna, comenzaba a resoplar, no duraría mucho más, llevaban casi dos horas en el aire, y el armamento pesaba la mitad que su acompañante, buscar un claro era su objetivo, ahí pasarían unas horas antes de continuar el viaje, hacía el nido enemigo.

Era un dolor profundo en el pecho, era como si le estrujasen las entrañas, como si quisiesen cambiar su posición bajo las costillas, quería dejar de sentir ese dolor, quería gritar, pero de su boca nada salía, ya casi no le quedaban fuerzas. Se doblaba de un lado a otro, ensuciaba sus harapos en la tierra colorada, lágrimas de fuego caían en su rostro. Mantenme suplicaba en mentalmente, pero nadie miraba en su dirección, y Elise estaba muy lejos para ayudarlo. Sus pulmones gritaban por un poco de aire, iba a morir.

-Tranquilo, tranquilo -susurraba una dulce voz a su lado-vas a estar bien, toma aire, de a poco -decía -eso es, vamos, vamos, despierta cariño, aún no es tu hora.

Él respiraba entrecortado, había sido una pesadilla espantosa, abrió los ojos de golpe. Busco desde la cama un rostro, una sombra, o algún ruido que delatara la presencia. No había nada, todo parecía en lugar. Arrimo otra almohada blanca a su cabecera, recostó el peso sobre ellas, quería descansar un poco antes del amanecer, pero con todo lo que había soñado, era una misión imposible, ¿y si vuelve a ocurrir? Advertía su temblorosa mente. Fue solo un mal sueño, seguía diciéndose, intentaba creerlo, un mal sueño no era real, pero no dejaba de sudar frío, y delirar mentalmente, esa sensación, esa horrible sensación solo podía describirla cómo miedo, si tenía miedo, más del que le gustaría aceptar, los ojos le picaban, pero no dejaría que ninguna lágrima se derramase, no más. Ahora tenía un objetivo, levantarse a la mañana, ser el mejor, y huir, huir tan lejos como pudiese.

Los árboles no eran tan frondosos como le gustaría, pero era lo mejor que en ese momento podían tener, lejos de casa no podía darse lujos, mucho menos el primer día. Dahaka estaba exhausta, le había dado un gran trozo de carne y un par de manzanas, dormía bajo una sombra en ese momento. Ella aún no comía nada, sus pensamientos le quitaban el hambre, como ella a los kysor la vida, no se sentía mal, pero le acompañaba una sensación extraña, parecía ansiedad, pero mas fuerte, y tenía la completa seguridad que no era miedo, volvería a hacerlo sin temor, pero que la sucia sangre de esos seres manchase sus manos y traje no le iba nada bien, antes de aterrizar había divisado un arroyo, ahí se limpiaría un poco y cargaría agua, las botellas estaban vacías. Colocó un par de mantas sobre la cambiaformas, ella resoplo un poco ante el contacto, pero se relajo de nuevo.

Demitria no quería cargar demasiado, tomó la espada y escondió el resto bajo su amiga, caminó lentamente rumbo a donde escuchaba el correr del agua, el bosque a esa hora formaba sombras siniestras, y el único ruido era el cantar de los insectos, aumento el ritmo hacía la orilla. Un agua cristalina reflejaba la inmensidad del universo, peces coloridos iban de una lado a otro, hermoso, pensó la castaña, acercó su mano y una débil corriente se torno oscura, se sintió mal apenas entro, el agua corría sucia donde ella estaba, sangre y sudor desprendía su cuerpo, horripilante, era una intrusa en ese paraíso, su mente le recordaba eso a cada segundo.

De a poco terminó su baño, sus ropas limpias parecían algas, ella sonrió, era hermoso, la cristalina agua se había llevado parte de su cansancio, pero aun necesitaba dormir, camino un poco más corriente arriba, era igual de hermoso, era como un sueño, la joven bostezó cansada, dio una vuelta más antes de marcharse; pero algo llamó su atención, tenía un brillo de plata y sobresalía de entre las hojas de un helecho en la otra orilla del río, parecía una flecha, pero diez veces más brillante y delgada, Demitria estaba confundida, sentía el  llamado que está le hacía, cómo si una fuerza invisible la halara hacía allá, nunca había visto un arma tan brillante, tan similar y tan diferente a lo que conocía, no parecía de ese mundo.

Se adentro en el río tambaleante, la corriente había desaparecido y unas extrañas gradas habían salido del agua, eran de roca, antigua, se dio cuenta, dio un primer paso insegura, nada, dudo también al segundo, pero nada paso. Terminó de ascender, el pasto brillaba, al igual que todo alrededor de ese extraño objeto.

Se acercó cautelosa, algo demasiado bueno habitaba ahí, era cómo si la luz de la luna solo llegará ahí para reflejarse, era demasiado perfecto -No puedo- dijo irguiendose sin respiración -no puedo.
Dio la vuelta decidida a marcharse -Pero es tuya -susurro una melódica voz desde atrás.

 

 

 

Y uno nuevo otra vez. Qué os parece?




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