Capítulo 3: Entre buenas personas y mortífagos
Afortunadamente para nosotros, el primer día de clases en Ridgewell no es en realidad tal cosa. Es un día en el que absolutamente todo el mundo llega de sus casas para instalarse en el internado, y este dichoso día, siempre, sin excepción, cae viernes. ¿Saben que significa eso? Tenemos el baile de bienvenida incluso antes de comenzar con la escuela, lo que es genial en todo sentido: para los nuevos es una increíble oportunidad de conocer a los que serán sus compañeros por los próximos años, para los demás es una buena excusa para emborracharse. Seamos sinceros, en todo baile escolar tarde o temprano termina circulando el alcohol y juro que he llegado a ver a varios profesores bajos los efectos de dicha sustancia. Y es hilarante.
—Lo juro, el año pasado vi a la profesora Malone y ese extraño profesor de historia besándose en el baño del gimnasio —escupió Johnny, haciendo que todos comencemos a reír como locos.
—¡Debes estar bromeando, amigo! ¿Con Fitzpatrick? —Freddie estaba prácticamente secando las lágrimas producidas por la risa.
—¿No es ese flacucho que se pasea de aquí por allá y siempre esta nervioso? —preguntó Summer, tapando su boca con sus manos, y Johnny asintió— Es tan extraño.
—Oye, no lo juzgues; quizás tiene la cara de Voldemort en la nuca.
—Y no consiguió ningún turbante que combine con el color casi marrón de sus dientes.
Nosotras arrugamos la nariz y los chicos siguieron riéndose, haciendo diferencias sobre un profesor que jamás me había cruzado en mi vida. Aún así, era bueno tener a la pandilla junta de nuevo.
Summer me codeó de pronto, y cuando me giré a verla ella miraba detenidamente a un punto en la entrada del parque, no tan lejos de nosotros. Eran los chicos populares de Ridgewell: Drake Murphy, el rompe—corazones; Chris Harries, el payaso de la clase; Ryan Dupont, el bad—boy del grupo —incluso es motociclista—; y el lider, Nick Rogers, el inalcanzable. Y cuando digo inalcanzable, lo digo enserio. Es algo así como el Finn Hudson de nuestro instituto, pero Rogers jamás haría algo como meterse en el glee club: era simpático, tan guapo que te robaba el aliento, sumamente inteligente y el capitán del equipo de fútbol.
Y el novio de Riley Piper, asi que te calmas gritaba el “Pepe el grillo” personal que tengo dentro de mi cabeza. Que por cierto es increíblemente molesto.
—Oh Dios Mio, ¡Drake es un sueño!
—¿Crees que este año Nick se fije en mi?
—Ryan es tan apetecible que lo haría un sándwich y lo comería.
Sip, comentarios de esa índole e incluso más desubicados se oían mientras los cuatro caminaban por el camino de piedras, y casi podía imaginarme el viento despeinando sus cabellos, el zoom en sus caras mientras repartían besos, guiños y saludos a las que caían muertas a sus muestras de afecto y su perfecta caminata en cámara lenta, tal como en las películas de Hollywood. Eran tan cliché.
—Espera, ¿tú dijiste que comerías a Ryan en un sándwich? —pregunté a Summer, que les seguía la vista embobada.
—No se de que hablas —contestó ella, poniéndome la mano en la cara (aún sin dejar de ver a los chicos) y empujándome levemente para atrás.
—Quita —gruñí sacando su mano de mi cara, y ella suspiró.
Lo admito, eran de ensueño. Y yo era como todas las adolescentes enamoradizas y hormonales dentro de este campus, pero aún así no era tan jodidamente obvia como ellas —al menos espero que no.
En cambio, para el otro bando era una situación muy divertida. Los tres nos observaban con sonrisas burlonas en sus rostros y los brazos cruzados, al parecer habían dejado de comparar al profesor Fitzpatrick de Historia con Quirrell.
—Yo creo que empezará a nevar, por que definitivamente perdimos al verano —río Johnny, pero mi rubia amiga no parecía estar ni siquiera en el mismo planeta que nosotros.
—¡Mujeres! ¡Quien las comprende! —exclamó Patrick, elevando los brazos al aire dramáticamente.
Y aún así ellos se atreven a decirte reina del drama comentó Pepe el Grillo en el fondo de mi cabeza, y yo secundé la moción.
—¿Y quien dijo que los hombres son “comprensibles”? —pregunté, fingiendo estar ofendida.
La sonrisa socarrona volvió al rostro del castaño.
—Mira muñeca, los hombres queremos solo tres cosas: deportes en la televisión, cerveza fría y buen sexo —enumeró el neandertal, y yo bufé.