Capítulo 13: Princesa patea—traseros
Un calor propagándose desde mis labios hizo que despertara de mi ensueño, tal como Aurora despertó de esos 100 años dormida. Sin embargo, en este caso era un calor agradable que se dirigía a todas partes de mi cuerpo, centrándose particularmente en mi boca y, posteriormente, en mi mejilla. Era como si estuviesen acariciando mi mejilla...
Traté de levantar la cabeza, pero una punzada me hizo doblegar del dolor, profiriendo un gemido que salió de mi boca como jadeo. Sentía mis párpados pesar una tonelada, por lo que los abrí lentamente, tomándome todo el tiempo del mundo.
El color blanco invadió ahora mi campo de visión, obligándome a que volviera a cerrarlos con fuerza y me incorporara de la cama. La bilis subió por mi garganta, dándome unas arcadas que me fueron casi imposibles de contener, quemando un poco el trayecto. Blanco en el techo, blanco en las paredes, blanco en las cortinas, blanco en las sabanas de la cama en la que estaba acostada.
Y no recordaba absolutamente nada.
—El doctor ha dicho que no deberías hacer fuerza.
Casi me infarto al oír una voz demasiado cerca de mi oído y una mano en mi pecho, haciendo que me acueste de nuevo en la cama. Mi cabeza dio sobre algo frío sobre la almohada y arrugué la nariz del dolor. Sentía como si me hubiese dado una paliza una bandada de motociclistas, o si hubiese sido pisada por veinte rinocerontes, o si me hubiese caído un piano encima... ustedes entienden el punto.
Enfoqué un poco la vista y distinguí un cabello marrón chocolate y esos atrapantes ojos color celeste—azul—verde. Ahora estaban azules, hermosamente azules, devolviéndome una mirada de preocupación genuina.
—¿Qué ha ocurrido conmigo, Nick? —pregunté en un jadeo, mirando el suero conectado en mi antebrazo derecho.
—Mi psicópata ex—novia ha intentado darte una paliza —contestó agachando la cabeza con... ¿vergüenza?—. Nos ha visto salir juntos y se ha vuelto loca.
Asentí con la cabeza, tratando de que las imágenes llegaran a mí. Pero no, estaban perdidas en alguna parte de mi cerebro.
—¿Me ha hecho esto? —insistí, casi con miedo.
—Si, y no.
Estreché la vista en su dirección, observándolo sentarse en una tullida silla a mi izquierda. Pasó las manos en su rostro, frotándolo unos segundos, y volvió a mirándome con pesadez.
—Ella te ha empujado contra los lockers y te... te ahorcó unos minutos provocándote, eso. —y señaló mi cuello.
Pero obviamente no podía ver nada, así que me acercó un espejo de mano transparente que por alguna razón estaba encima de la mesita de noche. Pude distinguir con toda facilidad una marca roja en mi garganta y, al tocarla, ardió un poco. Ni siquiera sabía que quedaban este tipo de marcas tras un... ¿ahorcamiento?
Subí un poco más el espejo a mi rostro y casi lo estampo contra la pared, alejando esa penosa imagen de mí. Tenía la mejilla un tanto sonrosada y debajo de ella había una improvisada venda, tapando transversalmente el centro de esta: al despegar un poco el vendaje para observar lo que había abajo distinguí un corte recto, bastante largo, cuyos bordes estaban pintados de un liquido naranja que hacia ver tétrica la herida.
—¿Qué es esto? —pregunté curiosa, tocándolo un poco para conseguir como respuesta un pequeño ardor.
—Te ha cortado. Con la uña.
Le devolví una mirada totalmente incrédula. ¿Con la uña me había hecho eso? ¿Qué era? ¿Un maldito gato? Me llegaba a quedar una marca en el rostro por esa semejante estupidez y haría que muerda el polvo esa loca maniática.
—Te pusieron desinfectante para que, bueno, no se infecte —dijo casi divertido, observando más de cerca la herida a unos escasos centímetros de mi—. Mejor prevenir que lamentar.
Hice una mueca y volví a tapar la cicatriz. Dejé aquel pequeño espejo en la mano de Nick, mientras llevaba mi otra mano a mi nuca que había comenzado a latir.
—¿Y que hay de mi nuca? ¿Por qué me duele tanto? ¿Por qué esta frío? ¿Por qué mierda no recuerdo absolutamente nada?
—Ella te empujó contra el locker luego de abofetearte y tu cabeza chocó contra el metal, provocándote un golpe bastante serio que luego logró que te desmayes —suspiró y me miró directamente a los ojos—. Te traje aquí a enfermería, pero no pude evitar que te desvanecieras. He oído que cuando una persona se golpea la cabeza no debe quedarse dormida por que puede darle un ¿glaucoma o algo así? Creo que se puede formar un coagulo o una hemorragia.
Abrí los ojos de par en par, llevando ambas manos ahora al punto donde me dolía tanto.
—Por eso necesitas estar unas 48 horas en observación —dijo llevando sus manos a sus pantalones, sentándose al borde de la cama—. Lo tuyo por suerte ha sido solo pérdida de conocimiento. El doctor ha dicho que es posible que no recuerdes nada pero es solamente momentáneo por la impresión, y que irremediablemente volverán a ti en el tiempo, pero no sabía si ibas a recordar todo o no.
—¿Entonces no tengo nada en la cabeza? ¿Para qué el suero entonces? —y comencé a sentir picazón en la garganta, haciendo que la aclare unas cuantas veces.
—No deberías hablar, han maltratado tu cuello —me dedicó su clásica media—sonrisa de dientes blancos, pero aquella no llegó a sus ojos, que seguían bastante opacos y carentes de brillo—.Y por lo que dijo el doctor, todo esto de observación es nada más para chequear que esté todo en orden así que no te preocupes. El suero es, por cierto, por que has perdido líquido en las últimas 24 horas.
¿Perdido líquido? ¿24 horas? ¡¿Estuve inconsciente durante un día entero?!
Al parecer, desperté unas cuantas veces durante ese periodo de tiempo para vomitar todo lo que pude llegar a ingerir anteriormente, por lo maltratado que estaba mi cuello. El desmayo fue un acto que no saben si fue por la falta de oxigeno momentáneamente cuando ella me ahorcó, o si fue producto de aquel golpe.