Capítulo 16: Escaleras abajo hacia los problemas
—Esta tarde pondré la planilla. —dijo Heather en el borde de mi cama jugando nerviosamente con sus dedos. Aparté la vista de mi computadora en mi regazo y la observé con curiosidad.
—¿Planilla?
—La... la hoja —repitió, y volví a mirarla expectante. ¿Ella sabía que no estaba diciéndome nada en realidad?—. La inscripción para la obra, Scarlett. —carraspeó.
Abrí los ojos y sentí una sonrisa tirar a lo largo de mi rostro. Antes de que me diera cuenta, unos agudos alaridos salieron del fondo de mi garganta y comencé a dar pequeños saltos en la cama como una niña. Heather me dio una de esas sonrisas entre fingidas y forzadas que me desagradaban tanto y mi semblante volvió a ser implacable en un minuto.
—¿Qué ocurre, Heather? —pregunté casi en un susurro.
Ella volvió a jugar con sus dedos, evadiendo una mirada. A pesar de que tenía 32 años, era una de esas profesoras que lograban callarte tan solo con la mirada, inspirar respeto o incluso ser un verdadero dolor en el trasero. Afortunadamente, había conectado con ella desde el primer momento en el que nos conocimos, en mi primera audición formal hacía unos tres años atrás y desde ese instante me convertí en la "acogida" de la profesora de Drama, según se decía por ahí.
Sorprendentemente la mujer se tomaba el tiempo para ser la profesora del club de Drama, dirigir la obra escolar cada año, ser la responsable en TLBC —además de ayudarnos muchas veces con contratiempos, temáticas del día o cosas por el estilo—. Y yo era su mano derecha en todo, por lo que desde hacia tiempo entre ella y yo no habían más secretos. ¿Qué tan extraño es decir que soy muy amiga de mi profesora?
Olvídenlo, era una pregunta retórica, no quiero saber la respuesta a eso.
Heather suspiró y volvió a mirarme a los ojos.
—Hablé con el director Monroe luego de que saliste de su oficina ayer —mordió su labio inferior con nerviosismo—. Él no cree que debas participar en la obra este año.
—¿Qué dices?
Simplemente... ¿Qué?
—Pues... si. Monroe dice que mucha presión podría ser contraproducente en tu estado y por ello lo más prudente es que, simplemente, no actúes.
—¿Lo más prudente para quién? Claro que no.
—Para ti, por supuesto. Puedes ayudar con la realización de la obra y de ayudar a elegir a la protagonista si así lo deseas, pero realmente no creo que debas estar en ella.
—¿Elegir al protagonista? ¿De qué diablos serviría eso? Es como si yo le dijera: "Oye, Frank, voy a golpearte la cabeza y no podrás dirigir la escuela este año pero, ¡hey! Te he encontrado un sustituto monisimo así que no tienes de que preocuparte."
—Scarlett, por favor...
—¡Sólo fue un golpe en la cabeza, demonios! ¡Ni siquiera llegó a ser una jodida contusión!
—No fue cerebral, pero lo fue, Scarlett —y se puso de pie, quedando en frente mío, mirándome con los ojos oscuros. ¿Recuerdan que dije que podía callarte tan solo con la mirada? Bueno, así—. ¿Puedes dejar de restarle importancia? ¡Por poco y dejas de respirar, niña!
Mordí mi labio con nerviosismo y me senté de nuevo en la cama. ¿Por qué estas cosas me ocurrían a mí? Es decir, de todas las chicas que le hacen ojitos a Rogers por día, Riley justo se fue a fijar en mí, que ni siquiera me gustaba su novio, para depositar mi cabeza contra aquella taquilla.
—No me interesa lo que pueda decir Monroe, ¿bien? Yo voy a audicionar, Heather —dije frunciendo el ceño en su dirección, ella rodó los ojos—. ¡Encontraré la forma de hacerlo!
—Pero Scarlett, tú no...
—Olvídalo —la frené—. Es mi último año, no puedo perdérmelo por algo tan tonto como esto. Y esperaba que tú lo entendieras mejor que nadie.
Ella asintió con la cabeza y se puso de pie, pero antes de llegar a la puerta se volteó en mi dirección e hizo una mueca.
—Pondré la planilla a las dos de la tarde. —murmuró.
La puerta se cerró detrás de ella y una sonrisa comenzó a tirar en mi rostro. Absolutamente nada iba a impedir que me anote en la obra escolar, y cuando un Evergreen se propone algo, nada lo detiene. Ni siquiera porristas con problemas de ira y directores de secundaria pirados.
***
—Ouch.
Mierda.
—Ouch.
Carajo.
—Ouch.
Eran las dos de la tarde y los pasillos del edificio este estaban completamente desiertos, por lo que tuve que apañármelas yo sola para bajar las escaleras. Cada paso que daba hacia abajo sentía una pequeña punzada expandirse desde mi nuca a mi frente y no podía evitar proferir insultos y maldiciones en voz baja y en el interior de mi cabeza.
—Hijo de p...
—¡Oh, hola Scarlett!
Abrí los ojos en dirección al final de la escalera y dejé la maldición a medio—completar. Aunque otras cientas comenzaron a agolparse en el fondo de mi mente. Nick Rogers me observaba sonriente con su chaqueta azul de futbolista y esos bonitos hoyuelos en sus mejillas, mientras yo, por mi lado, estaba con la cara enrojecida como un tomate por el esfuerzo y mi cabello era una gran maraña anaranjada pegada a mi frente y mejillas.
—Que... ¿Qué haces aquí? —aclaré la garganta y volví a poner el pie en el escalón antes de recargarme contra la pared.
—Me crucé a la profesora Richards en el pasillo del instituto y me ha pedido que venga a verte —puso sus manos en sus bolsillos y ladeo la cabeza—. Estaba preocupada por tu bienestar, dijo que estabas... inquieta. Puedo entenderlo ahora.
—Tenía que ir al... al baño.
¿Baño? ¿Enserio, Evergreen? se quejó Pepe el Grillo. Bueno, el estúpido grillo tenía razón, ¿eso era lo mejor que se me ocurrió?
—¿Qué no tienes baño en su habitación? —preguntó elevando una ceja, y yo bufé.
—¡Ups! ¡Que tonta! —dije golpeando mi cabeza con la mano, e instantáneamente sentí un agudo dolor— Supongo que lo olvidé. Tras este golpe me he vuelto mucho más torpe que lo normal. —reí nerviosamente, y él me dedico una de sus media—sonrisas.