Capítulo 25: Yo nunca he tenido la culpa. Segunda parte.
Es curioso lo doloroso que puede llegar a ser cuando ocurre eso que llevas tiempo esperando que ocurra. Es decir, se supone que estamos prevenidos, ¿no? Por que lo vemos venir, por que lo anticipamos. Pero nada te prepara para el dolor, entonces cuando se da el golpe quedamos en el suelo, aún si ya sabíamos que iba pasar.
Ciertamente, sabía que las cosas no iban bien con Freddie. Cualquier persona con dos dedos de frente podía verlo; llevábamos días sin hablar, estaba comenzando a acostumbrarme a no tenerlo cerca, incluso pasaba más tiempo con Nick que con mi propio novio, y él ni siquiera estaba dispuesto a decirme por qué estaba tan alejado de mí. Y lo poco que descubrí esa noche me sirvió para darme cuenta de que las cosas con Freddie estaban prácticamente acabadas, y el hueco que comenzaba a propagarse en mi estómago era la prueba de que saberlo con anticipación no previene el dolor. Nada lo hace.
Removí la bebida con la pajilla, moviendo los hielos, antes de darle un trago largo. A pesar de que estaba muy fuerte, no quemó mi garganta, lo que me alentó a darle otro trago. Nick, a mi lado, me observaba en silencio mientras yo no hacía más que rehusar su mirada.
—¿Puedo preguntar que ocurrió? —dijo Nick cautelosamente, casi temiendo que yo estallara en llanto (o probablemente gritos).
—Ya lo estás haciendo —inquirí, elevando una ceja, y ese simple gesto bastó para hacerlo sonreír—. Él no vendrá, y supongo que es mejor de esta forma.
Torció la cabeza pensativamente y luego de unos segundos de reflexión me preguntó—: ¿Y dejarás que eso arruine tu noche?
Suspiré, para luego echarle una mirada rápida a la multitud. Él tenía razón. La noche recién comenzaba, y se necesita más que una simple llamada telefónica para arruinarmela. Hice fondo blanco con lo poco que quedaba de mi bebida y tomé la mano de Nick para llevarlo al centro de la pista de baile, y él me siguió sin chistar.
Bailamos una o dos canciones movidas mientras la gente pasaba a nuestros lados y nos empujaban cada vez más cerca, lo que no tardó en volverse incomodo para mí, aunque dudo que Nick se haya dado cuenta de eso. Los efectos del alcohol que acababa de consumir nunca llegaron a mi organismo, así que todo lo ocurrido con Freddie no dejaba de circular una y otra vez en mi mente, impidiéndome pasarla bien.
—¡Aquí están! —exclamó Summer, apareciendo en medio de la nada para darme un abrazo que por poco me saca el relleno— Estuve buscándote por más de veinte minutos, con tu ausencia y la de Nick han corrido rumores allí arriba.
—Y ya se quien fue la que los inicio. —bufé, el asentimiento de cabeza de mi rubia amiga me confirmó que por obra de Medusa el rumor de que había estado con Nick esta noche se esparecía por todos lados como la peste.
—Pues bien, Johnny me ha pedido que los busque por que quiere que juguemos un juego. —dijo Summer alegremente dando pequeños saltitos.
El único problema era que los "juegos" de Johnny usualmente involucraban alcohol, besuqueos o sexo, y no era una instancia a la que planeaba llegar esa noche.
—Creo que paso —respondí rápidamente, dejando a Nick con la palabra en la boca—, nos estamos divirtiendo bastante aquí abajo.
Acto seguido, comencé a bailar al ritmo de la música dejando a Summer viéndome con cara de pocos amigos, pero el DJ parecía dispuesto a dejarme en ridículo puesto que de inmediato cambió a Pitbull por una balada romántica que concluyó en un montón de parejas abrazándose. Paré en el acto, le eché una mirada rápida a un Nick que contenía las ganas de echarse a reír de inmediato y acepté a que Summer nos lleve a la trampa mortal que Johnny tenía preparada para nosotros.
—¡A ustedes estabamos buscando! —gritó el rubio sobre la música, guiándonos a donde estaba sentado. Habían unido los seis sillones en un semi circulo mal hecho y en el centro, sobre tres mesas pequeñas unidas entre si, había una cantidad exorbitante de botellas alcohólicas que estaba segura no deberían estar ahí. Digo, ¡hola! ¿Era la única que recordaba que casi todos teníamos apenas 17 años?— Ven aquí, Zanahoria, te estuve guardando el lugar.
Me senté a su lado, entre Pat y él, junto a ellos estaba Summer y sentado en el sillón del lado estaba Nick hablando animadamente con Krieger. A mi izquierda estaban las porristas, amontonadas en dos sillones, que no dejaban de cuchichear y mandar vistas rápidas al resto de nosotros en una obvia señal de que estaban hablando de nosotros, y probablemente así lo querían puesto que alguna de ellas reían más fuerte que el resto a propósito. Como Chanel, por ejemplo.
—Te perdiste la diversión —me dijo Patrick con su habitual tono que varía entre ironía y sarcasmo.
—Yo estuve... hablé con Freddie. —solté, haciendolo abrir muchos los ojos. A pesar de todo, siempre encontraba en Pat alguien sumamente maduro con quien hablar, y estaba segura de que él me daría un buen punto de vista al respecto.
—¿Cómo estuvo eso? —preguntó acercándose un poco más a mí. Miré mis manos unos momentos mientras repasaba la conversación en mi cabeza, y la respuesta a esa pregunta era una sola.
—Muy mal —suspiré, y luego volví a verlo. Tenía el seño fruncido en una fina linea—, nosotros como que... rompimos.
—Vaya, esa es una sorpresa —exclamó después de unos segundos sopesando la información. Se echó hacia atrás y pasó las manos detrás de su cuello, frotándolo frenéticamente—. Es decir, sabía que las cosas no iban de maravilla entre ustedes pero... jamás lo habría pensado.
—¿Somos la clase de parejas que se casan luego de preparatoria, tienen una casa en los suburbios, varios hijos y un perro? —pregunté a Patrick, sabiendo la ingenuidad de la frase, y él sacudió la cabeza varias veces.
—Tal vez si. —dijo, encogiéndose de hombros, y chasqueé la lengua.
—No lo somos, Patrick. Nosotros sabíamos eso —proseguí—, pero decidimos ignorarlo. El punto es que él... esta demasiado preocupado sobre su futuro, y no me ha incluido en el en ningún momento, ¡ni siquiera me ha dicho que demonios le ocurre!