Capítulo 34: El regreso de la bruja negra
Déjenme escoltarlos por el reino de Ridgewell, una institución regida por el mandato de dos crueles brujas: la Bruja Negra y la Bruja Blanca.
Por un lado, estaba la Bruja Blanca: capitana del equipo de porristas, creadora de un pequeño séquito del mal que encabezaba con orgullo y abeja reina de Ridgewell; y por el otro, estaba la Bruja Negra: ex integrante de dicho séquito del mal, ex novia del quarterback y capitán del equipo de futbol y ex estudiante del instituto. O al menos, eso creía yo, hasta unas dos semanas atrás cuando ella misma me informó sobre su inevitable regreso al instituto.
Seguramente se estarán preguntando cuál de las dos era peor, y sinceramente no tenía idea. Justo cuando uno piensa que Chanel Larrose es el ser más despreciable que una se podría encontrar, viene Riley Piper a estrellarme la cabeza contra un locker porque le "hice ojitos" a su ex novio.
Desafortunadamente, aquí en Ridgewell no existe ningún camino amarillo que me asegure un recorrido libre de brujas, y la única persona que parecía capaz de frenar a la Bruja Negra de acabar con todo lo que es bueno y hermoso era el mago de Ridgewell: Frank Monroe. Pero no fue hasta que supe que Riley volvería que me di cuenta que no había nada que el mago pudiese hacer para frenarla, ni a ella ni a la Bruja Blanca. Entonces, ¿qué impedía que cualquiera de las dos me destruyera, si ninguna parecía tener un ápice de humanidad?
Nada.
Sólo me quedaba apoyarme de la gente que me rodeaba: mi león valiente, mi hombre de hojalata, mi espantapájaros, mi Glinda, y esperar que todo esto no me explotara al final. Aunque con mi suerte y dos personas como ellas en mi contra, la suerte no estaba de mi lado.
—¡Pásame la ketchup, Zanahoria! —exclamó Johnny desde el otro lado de la mesa, ni siquiera tan lejos de mí.
—¡No necesitas gritar, John! —respondí en el mismo tono, haciéndolo reír cuando atrapó la ketchup sobre la mesa. Llenó su emparedado del condimento para que "el pavo no quedara tan seco" y lo mordió, chorreando ketchup por todas partes como una bestia.
—No puedo creer que sea esta noche —chilló la rubia a mi lado, moviendo ambas manos frenéticamente—. La semana ha pasado literalmente volando.
—Habla por ti misma, Summer. —resoplé.
Con las transmisiones diarias de la radio, las tardes en el club de Drama trabajando en el "programa actoral" de Heather, la tutoría cada vez más frecuente con Nick y mis propias obligaciones, era casi un milagro que haya sobrevivido la primer semana. Si le sumamos a Chanel tratando de empujarme del escenario en cualquier mínima oportunidad y al inminente regreso de Riley, no estaba en mi mejor momento.
—Sé que ha sido difícil, Simba —habló el rubio escupiendo pavo y lechuga por todas partes—, pero esta noche te olvidarás de todo. Lo prometo.
—¿Y? ¿Pensaste en esas canciones con temática "lúgubre y esas mierdas"?
—No, Patrick, y no seas condescendiente conmigo.
—Como sea, abuela —rió divertido. Entonces negó con la cabeza y se giró a nosotras—. ¿Están listos sus disfraces ya?
—Mi madre se encargó del mío en el verano, así que está listo hace meses —dijo Summer con una sonrisa deslumbrante—. Saben lo mucho que odio dejar las cosas para último momento.
—¿Y tú, Weasley?
—No me digas Weasley —giré los ojos—, y yo no estoy tan... segura del mío.
—¿¡Qué!? ¡Lo acordamos hace meses, Scarlett!
—Lo sé, Johnny, es sólo que es... demasiado para mí. ¿Vieron esa cosa? Apenas si llega a taparme.
—Duh, ese es como... el punto total de Halloween. No es el Baile de Bienvenida, ¡podemos ser sexys! ¡Y saben lo mucho que adoro ser sexy!
—Oh, mi Dios. ¿En serio acabas de decir eso?
—No es mi problema que seas tan sexy como una tortuga idiota, Patrick.
—¿Quieres quedar como una tortuga idiota? —dijo el otro, poniéndose de pie y acercando su cuerpo al del rubio, dispuesto a agarrarlo del cuello en cualquier momento. Eran unos chimpancés, no me sorprendería si comenzaran a arrojarle sus heces al resto de la cafetería.
—¿Pueden actuar como personas civilizadas por una vez en su vida y tener un almuerzo normal, como el resto del mundo? —bufé fastidiada, haciendo que se sienten en sus respectivos lugares refunfuñando.
—Quizás, pero no sería divertido. —me dijo Johnny en su tono de "Duh, ¿no es obvio?".
—Como sea —interrumpió Summer rodando sus ojos para luego dirigirse a mí—. Si quieres puedo ayudarte con tu disfraz. Esta tarde estaba pensando en ir a comprar unas pinturas y unos brillos rojos que hagan algo por nuestros maquillajes. Es decir, sin la perfecta caracterización soy solo una loca en un mameluco.
Y sin poder evitarlo, lancé una carcajada al aire que la hizo estrechar sus ojos, pero tuve que acceder sin chistar. Summer sabía lo que hace, y si podía hacer algo para evitar que me sienta como una tonta vestida de enredadera, era más que suficiente para mí. Entonces la conversación se desvirtuó en lo jodida que estaría la fiesta de esa noche, por que todos concordábamos en que Halloween era la mejor festividad, y podía sentirse hasta en el ambiente: la entera cafetería estaba decorada con lo que esperaba fueran telarañas falsas, murciélagos e incluso arañas; colgaban diversos carteles de la fiesta de esa noche y habían muchas guirnaldas con calabazas, calaveras y esqueletos en colores que no variaban del naranja al negro o al rojo.
Pero afuera era diferente, por que si por algo es conocido el Departamento de Bienvenida era porque no reparaban en gastos en las decoraciones, incluso si salía de su presupuesto: armaron totalmente un improvisado huerto de calabazas —con espantapájaros y cuervos incluidos— en la plaza de la Pantera, rodeada totalmente por tumbas y esqueletos plásticos, y colocaron distintos maniquíes en distintos lugares que simulaban ser Freddy Krueger, Jack el Destripador, Dementores, Vampiros y hasta Zombies.