Capítulo 41: Como si fuera la primera cita
—Absolutamente no, de ninguna manera. —negué con la cabeza, paseándome en la sala común mientras Summer me miraba aburrida desde uno de los sillones terciopelo. A nuestro alrededor se estaba desatando una trifulca por un problema de un alisador de cabello desaparecido y una presunta ladrona dentro del mismo grupo, pero realmente prestaba poca atención.
Habían pasado ya dos semanas desde Halloween y el espantoso parque de Sundance, y muchas cosas cambiaron en el transcurso de los días. Faltaba solamente una semana para Día de Acción de Gracias y todo el mundo estaba emocionado por volver a casa al menos por cuatro días; por mi lado, no podía estar más nerviosa. Le había prometido a mi madre que este año iríamos todos a Michigan este año para pasar la fiesta, e incluso mis tíos y primos de Kentucky vendrían, por lo que Mamá aseguró que iba a hacer todo un banquete y que "podría tener a quien yo quisiera".
Summer llevaba más de media hora convenciéndome de que debería presentarles a Nick a mis padres por que nosotros estábamos "saliendo" según los chismosos de Ridgewell, pero ciertamente no tenía ni idea de qué es lo que éramos nosotros. Según la rubia, yo iba a llevar a los cinco a Michigan y Nick entraba en esa ecuación absolutamente. Yo, por mi lado, no estaba demasiado segura de que fuese buena idea. Ni siquiera tenía en claro qué éramos, presentarlo a mis padres parecía demasiado apresurado.
—¡Es la mejor de las ideas, Simba! —exclamó, haciendo que varias chicas nos vean como si estuviésemos locas— A estas alturas, Nick ya forma parte de nuestro selecto grupo de gente cool, no puedes llevarnos a todos a tu casa y dejarlo a él de lado. ¿Cómo se sentiría?
—¿Y si tiene planes? —dije, ignorando lo que acababa de decir.
—Los cancelará —se encogió de hombros con naturalidad—. Tú le gustas, tonta.
Me eché a su lado, dejando caer mi peso en el mullido sillón, y suspiré. Ella se reincorporó y me miró con sus enormes ojos azules de lechuza—: ¿A ti no te gusta?
—Claro que me gusta —gemí, tapándome el rostro con las manos—, ese es el maldito problema. Nunca nadie me ha gustado de esta forma, ¡ni siquiera Freddie! ¿Y si mis padres me ponen en vergüenza? ¿O si se siente presionado y decide que no quiere nada conmigo? ¿¡Y si me manda a la friendzone!?
—¿Puedes dejar de ser tan dramática? —rodó los ojos— Nada de eso va a pasar, Simba.
Me encogí más en mi lugar y negué con la cabeza. Era una pésima idea. En estas situaciones, siempre buscaba el peor escenario posible como consecuencia de la decisión que estaba por tomar, y así sabría si estoy dispuesta a pasar por eso o no.
Pero ahora, había tantos peores escenarios que realmente me hacía replantearme el punto de todo esto.
—Bueno, princesa, tu príncipe estará aquí en media ahora así que más te vale tomar esta decisión rápido. —escuché decir a la rubia, y a los segundos oí los sonidos de pasos alejándose. Abrí rápidamente los ojos y giré la cabeza, encontrándome con Summer subiendo los escalones rápidamente escaleras arriba.
—No, ¡no! —exclamé, levantándome rápidamente del sillón, haciendo que volviese a verme— Tu... debes ayudarme, Sparkie.
El problema con ese apodo es que sentía que estaba hablándole a un perro y no a mi mejor amiga.
¡Sparkie, Sparkie, Sparkie! Eso, buen chico. ¿Quién es un buen muchacho? ¡Tú, tú!
—¿Ayudarte en...?
—No tengo nada que ponerme. —dije en una mueca, y a los segundos una sonrisa guasona se formó en su rostro mientras unía ambas manos en una aplauso seco.
Se apresuró a bajar rápidamente las escaleras y enganchar su brazo al mío, instándome a avanzar a su lado trazando el camino a la habitación mientras me cotorreaba sobre lo importante que era que yo luciera "per-fec-ta" para esta noche.
—Eres tan pálida... —murmuró mientras me agarraba del mentón y me giraba el rostro para ver mejor mi complexión— creo que tengo un poco de rubor rosado en crema, creo que cualquier otro color sería muy agresivo para tu tono de piel...
—Solamente necesitaba que me digas que ponerme. —balbuceé como pude, pues Summer me agarraba por los cachetes ahora.
—Summer Hamilton nunca deja un trabajo por la mitad, cariño.
Ah, Dios te bendiga, Summer Hamilton.
—Dime, ¿has hablado con Heather sobre la obra? Parece una ardilla con adicción al café últimamente —es muy gracioso que lo digas tú, me murmuró Pepe el Grillo. Touché, querido amigo—, y todas las veces que quiero hablar con ella simplemente está ocupada.
—No —arrugué la nariz—. Apenas si va a los ensayos del Club de Drama, y generalmente siempre nos deja a Nick y a mí todo el trabajo mientras ella organiza todo.
Por si se preguntan por el Club de Drama y las sesiones de actuación planeadas por la profesora, déjenme contarles que iban de maravilla. Todo el mundo parecía cada vez más ansioso por interpretar la obra este año, las formas en que cada uno se desenvolvía en cada escena fue cambiando con el transcurso de los días, adoraba tener a mi mejor amiga conmigo en esto e incluso Chanel parecía interesada en todo esto y prácticamente no teníamos ningún tipo de choque, aunque estoy muy segura de que es por lo débil que debía sentirse con todo el tema del embarazo y una amenaza de Riley colgando encima de su cabeza.
Sabíamos que era cuestión de tiempo antes de que la bomba explotara frente a nuestras narices.
—Esperemos que no termine por volverse loca antes del día de estreno. —rió Summer, pero a mi no me hizo tanta gracia; con Heather nunca se sabía. Suspiró y terminó de aplicar una capa de rimel en mis pestañas mientras decíamos cualquier tipo de trivialidades o hablábamos de sucesos que habían acontecido en los últimos días en Ridgewell. Trenzó mi largo cabello rojizo desde la nuca, en uno de esos complicados peinados que parecen salidos de Tumblr o Pinterest. Minutos después, estábamos frente a una pila de ropa sobre mi cama en lo que ella agarraba prendas al azar y las apoyaba sobre mi cuerpo—. ¿A dónde piensa llevarte tu Romeo, cariño?