Capítulo 47: Dar las gracias
—¿Ya empacaste? —preguntó mi madre desde la puerta de mi habitación.
—Si —suspiré, cerrando la maleta detrás de mí—. No puedo creer que ya terminó el fin de semana.
—Los días siempre pasan rápido cuando tú estás aquí —dijo en un dejo de melancolía, y no pude evitar abrazarla con fuerza. Me separé de ella cuando un molesto nudo se formó en mi garganta, nunca era fácil dejar casa—. Los chicos te están esperando abajo.
Al bajar las escaleras, me encontré con que la tía Christine se estaba despidiendo de mi padre y los mellizos abrazaban a Patrick, uno de cada pierna. Ellos eran los últimos en irse, ya que el resto de la familia se había marchado esa misma mañana.
—Extrañaré a estos pequeños. —dije cuando recibí un beso en la mejilla de cada uno de los pequeñines.
—Y nosotros a ti, pelirroja. —exclamó Noah.
—La próxima vez que necesites un trabajo, no dudes en llamarme, socia. —dijo Niall, extendiendo su puño para que lo choque contra el suyo. Al final, resultó que la abuela Edna había adorado a Nick mientras que el abuelo sólo le había recordado que él le había enseñado a mi padre todo lo que sabía de cacería, aunque había sido un comentario divertido más que otra cosa.
Siguieron con los demás, y todos reímos cuando Freddie nos recordó como tiraron el bol de papas en la cabeza del primo Louis durante la cena del día anterior, provocando así que el adolescente comenzara a gritar sobre cómo todo el mundo conspiraba para hacerle la vida imposible.
—Recibieron cursos de Patrick hace un año —le conté a Nick a mi lado—, y a causa de ello casi los expulsan de la primaria por pegar el trasero de un compañero en el banco provocando un agujero en sus pantalones. Tres veces en una semana.
—¡Y estoy orgulloso de haberlo hecho, Zanahoria! —me gritó Patrick de respuesta.
—¿Lista para volver a tu aburrida escuela? —dijo una divertida Taylor, golpeando su cadera con la mía juguetonamente.
—Mis días en Ridgewell nunca son aburridos —me crucé de brazos—. Es más, recuerdo lo celosa que te pusiste cuando decidieron llevarme allí y a ti no te dejaron ir.
—Y por culpa de eso no tengo un novio sexy como el tuyo. ¡Espero que estés contenta, mamá!
Ella dejó escapar una risa y palmeó apenas el trasero de Nick, quien la miró con los ojos bastantes abiertos por el atrevimiento.
—Es más... yo que tú cuido a tu novio, Carly, si no quieres que termine en Ohio conmigo. —agregó, guiñándome el ojo.
—¿Y que hay de mí? —Preguntó Johnny unos metros atrás nuestro— A mí me agrada Ohio.
—Ya te dije que no pasará, rubio. No me gustan los teñidos.
Ofendido por el comentario de mi prima, puso cara de perro y se cruzó de brazos.
—¡Ya les dije que soy natural!
—Lo que pare tu llanto, Becker. —Nick palmeó su hombro, miró cautelosamente a Taylor una vez más y se alejó rápidamente junto a los demás, como temiendo obtener otra nalgada de mi morena prima.
—Te extrañaré tanto —me dijo cuando pasó sus brazos por mi cuerpo y me pegó a ella. Podía ver como intentaba no llorar, a juzgar por sus ojos cristalinos, lo que me llevó a mí a tener que evitar el llanto—. Llámame más seguido, ¿si? Siempre es bueno saber de ti, pequeña estrella.
Agitó mi cabello como hacía cuando éramos pequeñas y se separó de mí, dando un pesado suspiro antes de arrastrar su maleta a la puerta y recibir los respectivos abrazos de mis padres.
—Te llamaré. —grité desde la puerta cuando el motor del automóvil se puso en marcha. Ella sonrío, y cuando sacó la mano fuera de la ventana para saludar, los pequeñines pelirrojos se subieron sobre ella para sacar sus manos y caras por la ventana gritando cosas sin sentido hasta que el automóvil se perdió en el final de la calle.
Al volver, luego de pasar tantos días acostumbrados a ese barullo que sólo las familias numerosas provocan, todo parecía demasiado silencioso para mi gusto. Y entonces pensé que probablemente así se sentían mis padres cuando yo me despedía cada año para ir al internado, porque la casa parecía demasiado grande cuando no hay nadie para llenar las habitaciones. Y ese pensamiento, el de la soledad y el silencio repentino, por poco hace que agradezca a ese perro-rata por hacerles compañía a mis padres mientras yo no podía.
—Estaba pensando en lo bien que me vendría una pizza en estos momentos —comentó mi madre cuando nos sentamos en los enormes sillones del salón—. Es decir, deben comer algo antes de su vuelo. Y bajo ninguna circunstancia pienso volver a prender ese horno por este día.
Por supuesto, todos secundamos la moción. Así que, en una media hora, estábamos sentados en el suelo de madera, al lado de la piscina, comiendo unas pizzas de pepperoni directo del cartón. Por que todo es mejor cuando hay pizza.
—¿Saben qué estuve pensando? —comentó Summer, acabando con el silencio sólo interrumpido por el masticar sonoro de los chicos— Se supone que Acción de Gracias es un día en el que... pues, damos las gracias, ¿no?
Le eché una mirada incrédula y ella ni se inmutó. Acababa de decir la obviedad más grande, pero seguía con ese gesto serio en su rostro.
—Ninguno dio las gracias —finalizó, y ciertamente nadie había hecho tal cosa. Simplemente nos atiborramos de comida durante días y días, lo que era bastante genial. Sparkie elevó su pizza como si de una copa de champagne se tratase y aclaró su garganta—. Yo quiero dar las gracias por ese día en que le pinté una "A" roja con aerosol en el traje a Molly Bethany y me gané una tarde en la sala de castigo.
No pude contener la risa ante el recuerdo, y luego Patrick hizo el mismo gesto que su novia, empezando con una cadena.
—Yo quiero dar las gracias por Heather. Por pensar que yo realmente merecía una segunda oportunidad.
—Quiero dar las gracias por la radio —dijo Freddie cuando fue su turno—. Gracias a ella tengo una voz dentro del internado, yo y todos aquellos que alguna vez fuimos menospreciados por ser más estudiosos.