Capítulo 61: 18 semanas y media
—No doy más —dije, sentándome en una de las mesas del comedor, donde se estaban Freddie y Summer hablando—. Recién llevamos una semana de clases y estoy muerta del cansancio.
Verán, en teoría, no tenía por qué estar cansada. Aún no tenemos exámenes, apenas si nos habían dejado tarea y el club de Drama se dedicaba única y exclusivamente a la obra escolar, así que no debería sentirme exhausta. Pero ahora es viernes, y lo hago.
—He oído que has acompañado a Chanel al chequeo. ¿Está todo bien? —preguntó Freddie, y asentí con una sonrisa.
Esa misma tarde, después de terminar las clases, había acompañado a Chanel a hacerse el chequeo mensual con la doctora Thompson, que ya había comenzado a cogernos cariño.
—Estás de 18 semanas, Chanel. ¿Sabes lo que eso significa?
Ella negó tímidamente con la cabeza, y la doctora sonrió.
—Estás adentrándote en el quinto mes de embarazo, cariño. Imagino que habrás notado lo mucho que ha comenzado a moverse el bebé, y eso es porque ha comenzado a captar sonidos del exterior y a reaccionar a ellos. Quizás sería bueno que comiences a hablarle, o ponerle música.
Chanel asintió con la cabeza y tocó ligeramente su barriga, con una enorme y bella sonrisa en su rostro. Ella estaba feliz.
—A partir de la semana 20 serás capaz de distinguir el sexo. ¿Querrías saberlo?
—No, la verdad es que preferiría que fuese una sorpresa. —admitió, mirando directamente a la doctora.
Ese día, Chanel me había dicho que no tenía obligación de acompañarla. Que ya había hecho suficiente. Pero, por supuesto, no pude hacerlo; no pude dejarla sola, porque ya estaba involucrada en la situación y me importaba genuinamente el bienestar de esa criatura.
Apreté su mano en señal de apoyo, y ella me sonrió desde la camilla.
—Entonces no hay razón para que nos veamos antes del mes siguiente. Saca un turno para marzo, y recuerda traerme todos estos estudios —dijo, extendiéndole la hoja en la que había anotado diferentes nombres de aparatos y métodos que desconocía—. Recuerda que debes comer sano y no hacer demasiado ejercicio físico. ¿No eres una porrista?
—Lo era. Ahora tengo otras prioridades.
—Perfecto, entonces. Porque ese bebé desarrollándose en tu interior debe ser tu prioridad. Ahora, necesito hacerte unas preguntas respecto a cómo te encuentras. Estas en el segundo trimestre del embarazo, y generalmente suele venir con hinchazón, ¿te sientes hinchada?
—Si, se me han hinchado las manos y las piernas. Y los pechos —dijo, tratando de no mirarme. Pero cualquiera con dos ojos habría notado que Chanel había aumentado al menos dos talles de sujetador en un mes—. Afortunadamente, no aumenté más que unos cuatro kilogramos, pero la barriga es cada vez más difícil de disimular.
—Bien, todo eso es de lo más normal. ¿Has experimentado calambres, dolor de espalda, ganas de orinar?
—Todo el tiempo. —asintió Chanel a cada uno de ellos— Y además, desde hace unas semanas, he tenido...
La doctora Thompson la miró expectante, y luego le hizo un gesto con la mano para que hablase. Chanel, sin embargo, me miraba a mí. Estaba incómoda, y se le notaba.
—Puedes decirlo enfrente de mí, sabes que mis labios están sellados. —dije, moviendo un cierre imaginario sobre mi boca.
—Bien, digamos que mi... deseo sexual ha... ¿aumentado?
Sentí que quería reir, pero en su lugar una leve sonrisa hizo presencia en mi rostro. Afortunadamente, Chanel no me miraba.
—Oh, cariño. Las hormonas se comienzan a revolucionar. Habrás notado que en los primeros meses no te has sentido tan atraída por los hombres, y es normal. Esta es la etapa en la que el deseo sexual regresa.
Ella asintió con la cabeza, y luego se levantó la camiseta, dejando al descubierto su creciente estómago. La doctora le puso un gel, como tantas otras veces, y prosiguió a pasar el aparato sobre su piel. Al ver la pantalla, sentí que se me erizaba la piel: sobre el fondo negro, se veía la perfecta figura de un bebé de perfil, llevándose la mano a la boca.
—Tiene aproximadamente 22 milímetros, y se lo ve perfectamente sano.
Se produjo un silencio en la habitación, dado que las tres mirábamos la pantalla, cuando distinguimos el sonido del llanto silencioso de la rubia. La doctora me miró, y yo capté el mensaje.
—Te imprimiré uno de estos para que te lleves, cariño. Ahora te dejaremos unos momentos a solas, ¿si?
Chanel asintió, y llevó la mano al monitor, justo en el punto donde estaba formándose el corazón del bebé. Ambas nos dirigimos a la salida, pero antes de atravesar el portal, escuché el murmullo de la voz de la rubia.
—Tranquilo, bebé. Aquí está mamá, y ella te ama. Haré lo posible para darte la mejor vida posible.
Sintiéndome como una intrusa de un momento tan íntimo y personal, apresuré el paso y la dejé sola en la habitación. Sentía sensación de calidez en el pecho y, por unos minutos, supe con certeza que todo iría bien.
Ahora, volviendo a la cafetería, estaba terminando de contarles más o menos lo que había ocurrido en la consulta cuando se acercó Johnny a nuestra mesa con un plato de pasta con salsa.
—Siento que podría comerme una vaca entera. —dijo él sin gracia, sentándose a mi lado para luego devorar su plato sin reparos en la conversación previa a su presencia.
—¿Qué tal el entrenamiento? —pregunté con interés, dando por terminado el tema anterior.
—Agotador. Tu novio nos ha tenido corriendo sin parar desde que terminaron las clases y, si no fuera porque el entrenador cerró la cancha, creo que seguiríamos allí. Ese chico está frustrado, Scarlett, debes darle lo que necesita.
De inmediato, mis mejillas se tiñeron de un rojo intenso. Mierda, mi rostro entero lo hizo. En ese momento, Freddie le pegó un zape en la cabeza al rubio que simplemente le dedicó una sonrisa divertida.
—Sólo bromeo, Zanahoria. Tú eres mi bebé y tienes prohibido acercarte a cualquier espécimen masculino. Los hombres son unos cerdos, y ya sabes que solo quieren una cosa —dijo Johnny, estirando su dedo índice y luego señalándome a mí—: tu tesorito.