Capítulo 64: La carta
El mes de marzo había iniciado, y a medida que avanzaban las semanas, avanzaba la producción de la obra. Durante todo el mes anterior nos habíamos encargado de desmenuzar el guión y la mayoría ya tenía aunque sea la mitad de sus diálogos aprendidos.
Los bailes y el canto se habían intensificado, en especial para mí que había quedado fuera de combate durante una semana por una gripe. Summer se había puesto el saco de jefa y se encargaba de hacer la escenografía con el menor gasto posible, porque planeaba guardar su presupuesto para la escena del parque de diversiones: es decir, la escena.
Nick, que no era el mejor bailarín del mundo, practicaba conmigo tres veces por semana. Y la mayoría de las veces terminábamos besándonos hasta olvidar la obra, los bailes y el mundo. Aún así, estábamos más que bien. Estables, y felices.
Chanel se encontraba cada vez más protegida por los chicos, lo que más de una vez le había arrancado una que otra lágrima, aunque ella dijera que era culpa de las hormonas. El bebé ya tenía sexo definido, pero la única que lo sabía era la doctora Monroe, ya que Chanel no quería saber nada al respecto: estaba determinada en que fuera sorpresa.
Los casi siete meses de embarazo eran cada vez más notorios, y su estomago era ahora el típico estomago hinchado de embarazada.
Freddie decía que iba a ser un niño, porque tenía más forma ovalada que cónica —lo que sea que eso signifique—, y Chanel solía mandarlo a callar con una cara de severidad terrible. Aún así, era obvio que estaba contenta: incluso su padre se había acercado a ella, y le mandaba una vez al mes dinero para los chequeos correspondientes al bebé.
—¿Y si entro a tener contracciones en medio de la obra, mientras tú cantas "Hopelessly devoted to you"? —me había dicho una vez, realmente preocupada.
—Eso sería un espectáculo. —reí, y ella me sonrió.
Ahora, estaba viviendo en nuestra habitación. ¿Recuerdan a Shelby Shay, la chica que nos había dejado una cama extra al quedarse embarazada? Ironicamente, ahora era la cama de Chanel. Aparentemente, dada la repentina fuga de sus ex amigas, logró convencer a Monroe de que no era bueno que durmiera por si sola, así que él le asignó nuestra habitación, que casualmente estaba vacía.
Eso había reforzado nuestra confianza aún más, y parecía que se comenzaba a formar una relación de amistad real con Summer, que se había mostrado medio reacia al principio.
En cuanto a la radio, Wesley Allen se encontraba feliz como lombriz, porque un productor radial de Seattle se había topado con la radio mediante el sitio web y nos había ofrecido a todos hacer una entrevista para trasladar el programa allí el año siguiente, con un nuevo formato, pero con nosotros.
No obstante, los únicos que aceptaron fueron Wesley y Patrick. No me malinterpreten, no era una idiota y sabía que era una oportunidad única, pero tenía mi vista fija en el objetivo —NYU—, y no planeaba desviarme en el camino.
Al parecer, tanto Summer como Freddie pensaban lo mismo, porque también se negaron. Aún así, el que se negó por una razón completamente diferente fue Johnny, lo que nos sorprendió a todos.
—Lo que me gusta de la radio es que la hago con ustedes —nos había dicho unas semanas atrás—. Si no estoy con mis amigos, pierde todo el significado.
—Estarías conmigo. —puntualizó Patrick.
—Exacto. Completamente solo.
De más está decir que ese día se llevó un golpe o dos, pero todos respetamos su decisión. En cuanto a su futuro, era más que incierto. Él sabía que no quería seguir estudiando "ni en un millón de años", así que pensaba que terminaría trabajando para su padre o algo por el estilo.
Yo sugerí que podría trabajar de peluquero, y el resto del día había tenido al pesado de Johnny bromeando sobre lo maltratado que teníamos el cabello y que necesitábamos tratamiento urgente, todo esto marcando la "z" exageramente. Dios mío.
Sin embargo, lo más emocionante de todo había ocurrido esta misma mañana, cuando Summer fue a buscar la correspondiencia porque su madre le había enviado un dinero extra para el mes. Pero cuando volvió, era un remolino de energía que saltaba y gritaba en un idioma más allá de mi comprensión.
—No te entiendo —dije por última vez, aunque me agarraba de los brazos y me zarandeaba—. ¡Por Dios, Summer!
—Es sábado, dejenme dormir. —se quejó Chanel, tapándose el rostro con la almohada.
—La carta —articuló la rubia finalmente—. Llegaron las cartas. Las de NYU.
En ese momento, dejé de respirar. Literalmente. Tan pronto como vi el sobre color marrón con mi hombre largué todo el aire acumulado en el grito más histérico que era capaz de formular.
—¡Oh, por Dios!
—¡¿Qué ocurre?! —gritó Chanel, en el mismo tono en que gritabamos nosotras, ahora reincorporándose en su cama.
—Las cartas de admisión de NYU. ¡Llegaron! —le mostré el sobre. Ella sonrió, y luego bostezó con fuerza— No quiero abrirla. No puedo. Abrela tú —dije, y se la pasé a Summer como si quemara en mis manos—. ¡No! Debería esperar a Nick. ¿Espero a Nick? Oh, por Dios, creo que voy a vomitar.
Me senté en mi cama y me tomé la cabeza con las manos. Me sentía exactamente igual que aquel día cuando esperabamos el resultado del test de embarazo de Chanel: tenía miedo de mirar. Miedo. Terror, de hecho. Al futuro, y cómo iba a cambiar mi vida desde ese instante.
Summer no era como yo, claramente. Abrió el sobre sin ningún tipo de remordimiento y se devoró la carta con ojos en menos de un minuto.
—Entré. —dijo, con voz queda.
—¿Qué? —respondí, volviendo a ponerme de pie rápidamente.
—Entré, Scarlett. ¡Entré! ¡Y con media beca!
Nuevamente, nos encontrabamos gritando desaforadamente sin ningún remordimiento del día, la hora y las vecinas. Corrí a darle un apretado abrazo, tras el cual luego se sumó Chanel.
—Patrick va a morir cuando le cuente. —nos dijo eufórica, y salió pegando un portazo, dejándonos en un silencio sepulcral.