Capítulo 66: La reina del hielo y el rey del infierno

Capítulo 66: La reina del hielo y el rey del infierno.

Eran las doce y media y ya me encontraba mareada. Mareada al nivel "estoy perdida en el baño haciéndome amiga de desconocidas", pero no me encontraba ebria.

—¿Puedes salir de una vez? —me reprochó la voz de Johnny desde afuera, gritando por encima del ruido, y al sacar un poco la cabeza por la puerta pude verlo de brazos cruzados— Sabes que no me gusta entrar en los baños de mujeres, así que por favor, apura.

Me despedí de Lindsey, una chica de 22 que aseguraba que estaría encantada de tatuarme un colibrí en la pierna. No entendía por qué un colibrí, ni siquiera me gustaban particularmente, pero se encontraba tan feliz que me resultaba difícil decirle que no.

—Adiós, Stacy. —me dijo, y la saludé con la mano.

—¿Se puede saber que estabas haciendo? Llevo más de diez minutos esperándote.

—Hablaba de colibríes —le contesté, y empecé a gritar porque estaba sonando esa canción de Zayn Malik que tanto me gustaba—. Ven, vamos a bailar.

—Nick te estaba buscando.

—Y yo a él también lo estaba buscando.

—¿En el baño de chicas?

—Nick es muy bueno escondiéndose —le dije confidencialmente, poniendo un dedo en mi boca—. Pero no lo encontré.

Johnny negó con la cabeza y me tiró del brazo, haciéndome caminar entre la gente que bailaba, lo que hizo que me llevara unos cuantos golpes y pisotones. Una vez que me hizo subir las escaleras —por las que casi tropiezo, dicho sea de paso—, me encontré con Summer y la abracé con fuerza, diciéndole lo mucho que la quería.

—Eres mi hermana, Summer. —le dije, y ella me devolvió el abrazo efusivamente.

—Eso no es cierto. Tú eres hija de Lily y Charlie. Yo soy hija de Margot y Stephan.

—Cállate, Sparkie.

Estaba sonando una canción lenta, una de Ed Sheeran que estaba a punto de hacerme llorar, y yo bailaba junto a mi mejor amiga en medio del balcón. Eso duró unos minutos antes de que la canción cambiara a una movida y Patrick me la arrebatara de los brazos con una fuerza bestial.

—¡Hey!

Hice un puchero, y los observé dirigirse hacia el medio de la pista saltando de arriba abajo. Estaba a punto de sacarme los zapatos, que comenzaban a molestarme, cuando una voz a mi lado me alteró.

—Hola, preciosa.

—¡Hola, mi amor! —exclamé, y me tiré a los brazos de Nick como si fuera una muñeca de trapo. Él me miró sorprendido, y luego me dio un beso muy dulce con sabor a cerveza— ¿Qué ocurre?

—Nunca me habías dicho así. —me explicó.

—¿De verdad? ¿Y por qué?

—No lo sé, nunca nos hemos hablado así.

—Eso está mal, porque tú eres mi amor.

Él rió y me dejó un beso en el cuello, causándome cosquillas. Yo tomé su rostro entre mis manos y lo examiné atentamente, haciendo que él me mire divertido.

—Dios mío, eres tan jodidamente atractivo. Podría ponerte en un sándwich y comerte.

—¿Qué?

—Mira este rostro. Y este cuerpo. Si no estuviésemos en público no dudaría en...

—¡Scarlett! —gritó Chanel, interrumpiéndome.

—Hola, Gremlin.

—Sólo yo puedo decirte Gremlin, Gremlin. —dijo ella, pero se notaba claramente estaba bromeando.

Pensé en lo bonita que era Chanel, y en el bueno que era tenerla de amiga. A decir verdad, no era ni de asomo el monstruo que me había hecho la vida imposible. Era más parecida a la Chanel de primer año, cuando solamente era una chica bonita y sencilla y Leonard Jenkins no se había fijado en ella.

—¿Me acompañas abajo? Me vendría bien un poco de aire.

Asentí con la cabeza, y vi como le guiñaba el ojo a Nick mientras me tomaba con cuidado del brazo. Mi novio no quitaba la sonrisa de su rostro, y yo no entendía por qué.

—Agradéceme cuando estés sobria, porque estoy segura de que estabas por decir algo de lo que te arrepentirías.

Una vez que nos sentamos en la entrada, las puertas se cerraron y ahogaron un poco el sonido de una canción pop dentro del club. Apoyé la cabeza contra la pared y dejé que el aire aclarara y despejara un poco mi mente. Dicen que ayuda a veces.

—Tú no quieres estar aquí. Lo sé —le dije, y ella abrió los ojos y me observó curiosa—. ¿Por qué lo haces?

Ella se lo pensó unos momentos.

—Supongo que es porque me agrada sentirme parte de un grupo, de alguna manera. De verdad disfruto estar junto a ustedes, aunque me pasé años criticándolos y desprestigiándolos. Me sentía celosa —admitió, y yo escuché con interés—. Conoces cómo es estar rodeada de deportistas y porristas; a nadie le importa nadie más que si mismo. Pero estas personas que encontraste... son genuinas.

Sonreí, y pasé un brazo por su espalda. Sabía que era cierto, desde luego. La vanidad y el egoísmo abundaban en la "alta sociedad". Pocas veces te encuentras con gente real.

—Vi que te estuviste acercando a Johnny...

—¿Qué dices? No seas ridícula. Ese rubio... hueco...

La miré fijamente, y una sonrisa escapó de mi boca mientras la oía enumerar todos los defectos de mi mejor amigo.

—... y le coquetea a cualquier cosa que camine. Durante el año pasado, me invitó a salir 153 veces. ¡153! ¡Llevé la cuenta!

Y tan pronto como observé que se iba poniendo cada vez más y más nerviosa, comencé a reír. A reír con ganas. Y, a pesar de que pensé que iba a reaccionar diferente, ella se me unió.

No sé cuantos minutos nos quedamos ahí afuera, sobre el frío piso de la vereda, riendo con ganas hasta las lágrimas.

—Tal vez. Y sólo tal vez... él me agrade.

"Si, claro. Y yo soy Marlon Brandon" dijo la chillona voz de Pepe el grillo en mi interior. Al parecer, el alcohol lo revivió porque llevaba meses sin oír su sarcástica vocesita en mi cabeza. No te extrañé para nada.

—¿Quieres entrar? —me dijo, sacándome de mis pensamientos.

—Claro. Ya me siento mejor. —admití, y me puse de pie. Extendí mi mano y la rubia la tomó.

Abrimos las puertas, y una canción un poco antigua de Rihanna se oía retumbando en todas partes. El calor aumentaba en la pista de baile y cada vez con más frecuencia sentía cómo se pegaba a mi piel otro cuerpo transpirado, produciéndome bastante asco, para ser sincera.