Epílogo
El teléfono volvió a enviarme a buzón de voz, motivo por el cual caminaba nerviosamente por la sala de espera pisándome el vestido largo con los pies descalzos. A mi lado, mis amigos estaban sentados en las sillas de plástico sin decir palabra, moviendo sus piernas nerviosamente o mordiendo sus uñas.
Esa noche, la guardia del hospital era un verdadero espectáculo: al menos cuarenta personas, todas vestidas de gala, que variaban entre profesores y alumnos, que no dejaban de dar vueltas a la espera de algún tipo de noticias.
—Dejé cuatro mensajes, pero el señor Larrose tiene el teléfono apagado. —Dije derrotada, dejándome caer en una silla de plástico azul junto a mis amigos.
—Yo logré comunicarme con la madre de Johnny, y me gritó durante tres minutos —me respondió Patrick, con cara de espanto evidente—. Tomarán el primer vuelo desde California, pero no creo que lleguen antes de mañana al mediodía.
—Al menos están enterados. —Comentó Nick, tironeándose el cabello con ambas manos.
Nadie sabía realmente que hacer, porque llevábamos al menos dos horas en esa extraña posición de espera, con el corazón en la boca y los nervios a flor de piel.
Heather y la profesora Malone trataban de tranquilizarnos, pero no daba demasiado fruto, realmente. El que se notaba que estaba en la exacta posición que nosotros era Frank Monroe, que apenas si había pronunciado palabra en las últimas horas y bebía agua como si fuera una esponja.
Supongo que nadie esperaba que Chanel fuese a dar a luz precisamente en la noche del Baile Escolar.
—El doctor Shneider me comentó que se debió a que Chanel recibió una emoción muy fuerte. —Acotó Heather, al verme sostener la corona de reina entre mis manos, con la mente totalmente en blanco.
—¿Qué se puede hacer en situaciones así, Heather?
—Esperar, cariño.
Asentí con la cabeza, y ella se sentó a mi lado, tomando una de mis manos con la suya y frotándola en señal de apoyo. Heather también estaba nerviosa y ansiosa, desde luego que sí, pero estaba en su primer instinto demostrar más temple que los demás para que nada se descontrole en la sala de espera.
Estamos hablando de una chica de dieciocho años entrando en trabajo de parto, pocos teníamos demasiada experiencia en el asunto y tener que haber atravesado semejante situación había resultado estresante para ambas partes.
Mi mente, sin embargo, divagaba entre mi amiga, que estaba completamente sola en esa sala, acompañada solamente por el padre de su hijo y un equipo de médicos que no vieron otra opción más que asistir el parto natural. Pese a lo que temíamos todos, el bebé se había adelantado pocas semanas y eso no significa un peligro real para ninguno de los dos: son cosas que, en ocasiones, simplemente pasan.
El teléfono sonó a mi lado y el nombre del padre de Chanel saltó en la pantalla, así que me puse de pie rápidamente para contestar la llamada.
—¡Oí los mensajes, lo lamento tanto! Estaba en una fiesta de trabajo, y lo apagué para que nada me moleste —dijo él apenas contesté, con claro remordimiento en su voz—. ¿Qué noticias tienen? ¿Mi hija está bien?
—No sabemos nada, por el momento. Llegó con la fuente rota y contracciones, pero aparentemente le faltaba dilatar para ir a trabajo de parto.
—¿Ella está... en estos momentos...?
—Creemos que sí. —Respondí débilmente.
—Dios mío —susurró el hombre, que sonaba apesumbrado—. Estoy en el aeropuerto, esperando al próximo vuelo que será en media hora. No llegaré a tiempo.
—Nosotros estaremos junto a ella, todo saldrá bien.
Por más que lo intenté, me era sumamente difícil resultar de apoyo psicológico en estos momentos en los que ni yo estaba segura de cómo me sentía. Todos estábamos igual de asustados, y de abrumados.
El señor Larrose cortó la llamada con la promesa de que llegaría tan pronto como le fuera posible, y que se lo hiciéramos saber a su hija. Por otro lado, nos enteramos que Rick, el hermano de Johnny, estaba viajando en su camioneta desde New Jersey porque no consiguió ningún vuelo hasta mañana.
—Este será un baile difícil de superar —bromeó Nick a mi lado, y yo le sonreí en respuesta—. ¿Estás bien, muñeca?
—No del todo —le contesté, con los ojos llorosos, a mi pesar—. Se trata de mi mejor amigo, y su familia. ¿Qué pasa si...?
—No, Scarlett, no piensen en eso.
Nick pasó su brazo sobre mi hombro, empujándome hacia su pecho, y yo limpié mi rostro con mis manos. Debíamos estar dando todo un espectáculo. Freddie llegó a los pocos minutos, junto a Summer y Lydia, trayendo café para todos los presentes.
El líquido caliente me resultó reconfortante, y sentí que todo estaría bien. No tenía caso pensar cualquier cosa que no fuese positiva, porque teníamos todas las de ganar.
—¡Oh, al fin los encuentro! —exclamó una mujer de unos cuarenta años, vestida de forma extraña y con cara de dormida. Me costó trabajo reconocer a la doctora Thompson, quien había seguido el embarazo de Chanel desde el minuto uno hasta ahora.
—¿Qué hace aquí? ¿Cómo...?
—Siempre hago un seguimiento de mis pacientes —me respondió sonriente, agarrándose el costado del abdomen como si hubiese corrido—. Algunos piensan que es poco ortodoxo, pero me gusta pensar que también es parte del trabajo.
—¿Cómo se enteró? —preguntó mi novio, claramente confundido mientras le pasaba uno de los cafés que había sobre la mesa de vidrio.
—Mi hija trabaja como enfermera en el turno nocturno, y me avisó de que entró una paciente que se había hecho tratar por mí. Chanel es una adolescente, estaba doblemente preocupada.
—¿Preocupada? —grité, poniéndome de pie en mi lugar.
La doctora Thomson elevó ambas manos al aire para tranquilizarme, pero en ese momento vino Heather a nuestro encuentro, mirando a la mujer con obvia curiosidad.
—Sólo porque es particularmente joven. —Aclaró.
Heather se presentó a la doctora, y pronto se habían enfrascado en una conversación en la que la profesora quería saber si podría haber complicaciones en casos como este, pero la respuesta es siempre relativa, dependiendo del caso específico.