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Pensé que lo que decían mis padres, era mentira. Por eso, ninguno de mis hermanos, contaba la historia de la creación de los descendientes de los dragones. Nunca imaginé que ese cuento fuera verdad. Delante de mí, está mi exprometida, la cual, ha quedado con los ojos bien abiertos y con la estaca plateada en sus manos, la cual, brilla.
—¿Lo eres?
—Racheal.
—No puedo creerlo. ¡Esto es ridículo! —exclama en histeria—. ¿Cómo puedes ser un ser sobrenatural? ¡Nunca me lo dijiste!
—¿Hubieras creído esa barbaridad? —pregunto—. Solo mírate, Racheal.
Ella sostiene fuerte la daga y no deja de mirarme con desesperación en el rostro.
—Eres uno de los descendientes de los dragones.
—Lo soy.
—¡Toda la familia Klein lo es!
—Lo somos —confirmo, cambiando mi color de cabello por el verdadero, junto a mis ojos—. Soy un descendiente de los dragones.
Ella sonríe sin ganas.
—¿Sabes la historia?
—Mis padres nos contaron, pero nunca la creímos.
Suelta una risa sin ganas.
—Drawn Klein. El prometido que escogió mi padre —espeta—. Al principio, pensé que era para que las empresas prosperen, pero resultó de otra manera.
—¿Qué?
Ella retrocede dos pasos y toca su frente con la otra mano.
—Eres un verdadero idiota, Drawn.
La puerta del baño, se abre, apareciendo Dahlia, quien permanece de pie y con los ojos bien abiertos. ¿Por qué está aquí? Ella camina hacia mí y no deja de mirarme. En sus hermosos orbes, se planta la decepción.
Sí. También le he mentido en todo.
Soy un cobarde que no pudo decir la verdad a la mujer que ama.