Dream of gods

CAPÍTULO 2

Es posible que al final Luranna pueda haberse enterado de mi nueva asociación con vosotros, pues ha sido ella quien ha venido a recoger a Malaquías en vez de Deco, como estaba previsto. Me temo que Malaquías ya no se encuentra en mi poder, ella se lo llevó. Decidí que no era buena idea tratar de impedirlo, pues no estoy seguro de que hubiera podido, y si al final desconoce nuestros planes en común, hacerlo los habría revelado.

No es que esto vaya a cambiar nuestro acuerdo, pero me molesta. Con Deco fuera de juego, hubiera quedado vulnerable. Y además hemos perdido a la Neutralidad. Pero no son obstáculos insalvables, nuestros planes siguen adelante.

Atentamente.

Jace

Carta escrita por Jace, archimago de XXX.

 

Dorian y Momo aparecieron en mitad de un bosque. Pero no un bosque cualquiera. Dorian conocía esa zona. Observó su entorno. Cerró los ojos y se concentró para notar en qué dirección soplaba el viento. Inspeccionó algunas de las plantas que había a su alrededor.

– Vale, creo que sé dónde estamos. Diría que la cabaña está como a un kilómetro al norte.

Sin perder tiempo, Dorian echó a andar en la dirección que creía correcta. Momo le siguió de cerca. Si no se equivocaba, pronto llegarían al lugar donde les esperaba Slarum. Dorian confiaba en que no tuvieran problemas, pero con él nunca se sabía que podía pasar.

– ¿Qué vamos a hacer ahora? –preguntó Momo mientras caminaban.

Dorian sabía que no debía contarle todo. Momo era una criatura dulce y juguetona, que se desentendía de las responsabilidades. La apreciaba enormemente por eso, era un soplo de aire fresco en una vida de responsabilidad. Pero tenerla completamente desinformada podría traer problemas. De modo que, mientras regresaban a la cabaña, le contó a grandes rasgos que Sirius venía del futuro para prevenirles sobre la traición de Jace, y para hablarles sobre los amigos que iban a recuperar, o, según la perspectiva desde la que se mirase, a conocerlos.

Momo no dijo nada durante toda la exposición de Dorian, ni después. “Mala señal. O no lo entiende, o no le da importancia.” Aunque su expresión era pensativa, algo que había visto pocas veces en ella.

Tras unos minutos caminando a buen ritmo, llegaron al claro en el que se hallaba la cabaña. Pero al dejar atrás la espesura, Dorian se paró en seco. Momo, que venía distraída, chocó contra él. Antes de que pudiera decir nada, Dorian le tapó la boca con una mano mientras señalaba con la otra.

Un varón se acercaba a la casa. Venía aproximadamente de su misma dirección, por lo que si hubieran llegado un minuto antes se lo habrían encontrado en el bosque. Por sus vestimentas, una túnica de color café recubierta por de un montón de símbolos extraños, sumado al peculiar gorro que llebaba, Dorian supuso que era algún tipo de hechicero. Y no le conocía de nada, así que no podía permitir que entrara en la cabaña y viese a Slarum. Sin dudar, desenfundó el rifle y apuntó al extraño. Momo, que parecía más curiosa que otra cosa, tardó en reaccionar. Pero al ver a Dorian preparar su arma, ella descolgó de su cinturón la cadena de hierro y púas que usaba para defenderse. Parecía no saber muy bien qué hacer, pero se la veía dispuesta a presentar batalla si Dorian se lo pedía. “Suficiente, por el momento.”

Ambos se acercaron a la persona, tratando de no hacer ruido y de permanecer a su espalda. Afortunadamente, parecía distraído y no caminaba muy deprisa. Cuando se encontraron a unos pocos metros de él, Dorian se paró y le apuntó a la cabeza.

– ¡Alto ahí! –gritó, con el dedo apretando el gatillo hasta casi el punto de disparo, un truco que había aprendido para poder reaccionar rápidamente ante cualquier movimiento sospechoso.

El intruso dio un respingo, y se giró lentamente. Al ver que le apuntaban, levantó un poco los brazos y abrió las manos, un gesto universal de rendición. Cuando habló, su voz temblaba.

– No soy enemigo vuestro, lo juro.

– ¿Quién eres, quién te envía, y qué haces aquí? ¡Contesta rápido! –inquirió Dorian, acercándose un poco más.

– Soy Epicuro Zósimo Geber de Orandus. –Dorian y Momo se miraron un momento, perplejos. Nunca habían conocido a nadie con un nombre tan largo y pomposo–. Me envía mi maestro Demóstenes para ayudaros. Me dijo que estaríais al tanto. –Mientras hablaba, muy lentamente, iba metiéndose la mano en la túnica.

– ¡Quieto! –exclamó Dorian.

Pensó con rapidez. Mucha gente conocía el nombre del archimago Demóstenes, uno de los más poderosos de los planos y, al contrario que la mayoría de aquellos con los que compartía título, demostradamente una buena persona. Él incluso había podido verlo en persona una vez. Y Sirius les había hablado de uno de sus discípulos, Epicuro, pero no tenía una descripción, y desde luego no le habían dado un nombre tan largo y complejo. En teoría, él y Momo debían ir a buscarlo a la torre de hechiceros que era el baluarte de Demóstenes. Pero al parecer, Jace les había traicionado, y sus enemigos eran numerosos. De modo que decidió asegurarse antes de confiar en el individuo que tenía delante. La situación recordaba demasiado a una trampa.



#26732 en Otros
#3693 en Aventura
#10797 en Joven Adulto

En el texto hay: drama, aventura, magia

Editado: 17.05.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.