A veces, de dos padres normales, nace una criatura con sangre de celestial o demonio corriendo por sus venas. Hace cientos de años que estos seres no se mezclan con los mortales, pero aún hoy en día su descendencia sigue despertando rastros de su poder en algunos elegidos. Estos niños son llamados Tiflin o Asimar, dependiendo de si tienen ascendencia demoníaca o celestial, respectivamente. A parte del poder descomunal que portan, no podrán ocultar otros rasgos como los cuernos y la cola, o los ojos blancos y el cabello claro.
Para algunas personas es una bendición, para el que lo porta una maldición. Perseguidos y estigmatizados en casi todos los planos, despreciados por los seres superiores como mestizos fallidos y temidos por los mortales como seres incontrolables que son.
Compendio de razas, Sección de híbridos y otras rarezas.
Gran biblioteca de Reivarmin
Deco sobrevolaba el bosque dirección a la cabaña a lomos de Eloim, su fiel compañero desde hacía mucho tiempo. Éste era un grifo, con el lomo y los cuartos traseros de león, y la cabeza y cuartos delanteros de águila real, aunque de mucho mayor tamaño. Acarició su dorado plumaje, y obtuvo un amable graznido a cambio. El sol empezaba a bajar, por lo que se permitió dejar que Eloim volase libremente, y no necesariamente por encima de las nubes para evitar ser vistos como solían hacer.
Cerró los ojos, disfrutando de la sensación que le producía el viento en la cara. Esos momentos los atesoraba en lo más profundo de su corazón, pues por un instante podía dejar de lado sus responsabilidades y los malos recuerdos. En el cielo se sentía libre. Era como si sus responsabilidades quedaran en tierra.
Eloim graznó, sacando a Deco de sus pensamientos y avisándole de que estaban llegando a su destino. Poco después, el grifo comenzó el el descenso, que realizó planeando la mayor parte del tiempo.
– Ya estamos en casa. Me pregunto cómo serán los nuevos integrantes del grupo. ¿Tienes curiosidad tú también, Eloim? –preguntó alegremente mientras acariciaba el plumaje del grifo de nuevo.
Cuando la altitud fue lo bastante baja, divisó a un grupo de personas fuera de la casa. “Serán los nuevos”, pensó. Cuando habían bajado tanto que Eloim tuvo que comenzar a batir las alas, pudo distinguir a Momo y a Dorian. Momo daba saltitos delante de una elfa, que tenía un gran arco en las manos. Dorian hablaba con una figura encapuchada que tenía un bulto en la mano que probablemente sería un arma[1] .
– Supongo que los hemos puesto nerviosos, Eloim. Pero no podemos culparlos, cualquiera que no te conozca tendría miedo de que decidas convertirlo en tu próxima comida. ¿No crees?
El grifo graznó dando su asentimiento. Como buen grifo, era una criatura orgullosa y temible. Pero mucho más noble de lo que la gente pensaba.
Para cuando se posaron en el suelo, las cosas ya se habían calmado. Deco aprovechó para estudiar a los nuevos reclutas. El mago parecía calmado, lo que era bueno, pues necesitaría mantener la concentración para realizar sus conjuros en medio del combate. La elfa era tal y como se la había imaginado. Pero la que más le interesaba era la asesina. En el futuro, con él y Luranna fuera de combate y Dorian incapacitado, había asumido el liderazgo del resto de sus compañeros.
“Es muy complicado conseguir la lealtad de un grifo”, pensó Dunedai. “Sin duda, Deco es una persona excepcional.”
La elfa estudió al recién llegado. Su aspecto era imponente. Era alto, con el pelo blanco y la piel clara, pero sin esa palidez que caracteriza a los albinos. Iba vestido con ropa negra. Sobre ella, portaba una armadura que parecía hecha de pequeños cristales de obsidiana entrelazados entre sí. La capa era de un azul muy oscuro, casi negro y de una textura irregular, como si estuviera hecha con la piel de un delfín o de algún animal marino. Portaba dos espadas de estilos muy diferentes entre sí. Mientras lo observaba detenidamente, sintió una sensación cálida, como de bienestar.
Pero había algo que la intranquilizaba, y era que ocultaba parcialmente su rostro con un pañuelo. Dorian les había contado cómo Leras también cubría su rostro de la misma manera en su primera entrevista, y ésta se dedicaba a matar gente.
“¿Otro asesino? ¿Es que este grupo va a estar compuesto principalmente por asesinos y psicópatas?” Pero el porte del recién llegado era muy diferente al de Leras. Tenía esa gracia que Dunedai había observado en aquellos que saben bien cómo manejarse en una lucha, e incluso cierta frialdad en sus gestos. En definitiva, irradiaba una sensación diferente a Leras.
Editado: 17.05.2019