Drink Me: Bebeme

Capítulo 4:

—Cuentame… ¿Qué fue lo que ocurrió?

La doctora Rossi, Beatrice Rossi, una italiana con un porte demasiado elegante, esbelta con curvas sutiles, cuello delgado y largo, una piel blanca como la leche y los ojos color del cielo, su cabello cae como un rio dorado hasta sus hombros, sus ojos algo caídos le dan una apariencia triste, pero el resto de sus rasgos, nariz recta, labios delgados le dan ese toque de seriedad, además de que no parece ser muy expresiva.

—Creo que ya lo he platicado demasiadas veces como para querer repetirlo.

No es que viva en la negación, pero en verdad no me ayuda de nada seguir repitiendo lo que pasó ese día, no puedo seguir evocando esa imagen de Emerich en el piso ahogándose en su propia sangre, yo colgando como una canal más en esa bodega, todo salió mal desde el principio, todo se fue a la mierda desde que llegó Müller con sus hombres, pero no es algo que pueda cambiar.

—Agente Cárter, estoy aquí para evaluar tu psique ¿comprendes? Tus compañeros de trabajo han comentado que sueles ser explosiva y es comprensible, las misiones en las que te has involucrado te someten a un desgaste mental complicado, excesivo…— se inclina hacia delante con su libreta apoyada en sus rodillas cruzadas —… primero Burak, después Aiden… ahora esto… han sido demasiadas emociones confusas y cargadas de dolor, es comprensible.

—Las cosas son sencillas… yo pedí que nadie disparara, que nadie se acercara a ese falso Tin-Tin, les avisé que todo era una trampa y no se retiraron, no retrocedieron, Müller salió con el arma por delante haciendo que todo colapsara— de nuevo el odio empieza a crecer en mi pecho.

—Tengo entendido que no hay grabaciones que corroboren esa información— de nuevo se reclina en su sillón y ve su libreta como si ahí estuviera su guion.

—Las hay, pero alguien que no desea evidencias las desapareció.

—Esas son acusaciones fuertes, agente Cárter— levanta su mirada hacia mí y siento que el azul de sus ojos me deja congelada.

—Tal vez… pero estoy segura de lo que dije y lo que hice, estoy segura de que la culpa debe de recaer en Müller, la muerte del capitán Emerich fue su culpa. ¿Sabes lo frustrante que es saber qué hacer, intentar hacerlo y que algún imbécil se encargue de echarlo todo a perder? Y… no solo eso… todavía me pone a mí como si fuera la culpable… haciéndome dudar incluso de mi misma— de nuevo esa sensación, ese coraje aprisionando mi corazón con sus garras. —Yo solo intento hacer las cosas bien, aplicar lo que aprendí en años en la academia, nunca fui una mala estudiante, tenía buenas notas y mis profesores valoraban mi compromiso; siempre hice mi mayor esfuerzo por ser sobresaliente, cuando por fin empecé a trabajar sabía que no era la mejor, permitía que me corrigieran, trataba de seguir aprendiendo y me hice de un criterio, criterio que me llevó hasta donde estoy, no es que me llamaran para este trabajo solo por mi cara bonita, cada misión que he llevado a cabo la hago con la conciencia de que tengo más vidas de las cuales cuidar… esta vez no iba a ser diferente, esta vez las cosas iban a salir bien, lo único que teníamos que hacer era retroceder, seguir fingiendo que éramos civiles, regresar a la bodega y desaparecer… eso era todo, pero ese maldito Müller hizo todo lo contrario, no confió en mí, quiso la gloria y terminó matando demasiada gente y ahora todo es mi culpa, a él lo ponen como una víctima más y me ponen a mí como la imbécil que arruinó todo y mi única prueba para limpiar mi nombre está desaparecida… que curioso ¿no?— La ira se vuelve veneno, viaja de mi corazón a mis venas y arterias, intoxican cada célula, cada órgano y me llenan de frustración, rabia, arrepentimiento y de repente levanto la mirada hacia ella, sigue viéndome con esos ojos tristes, en sus piernas descansa su libreta y su mano sostiene la pluma a centímetros de esta sin escribir nada —¿Usted me cree?

—¿Buscas aprobación? ¿Sientes la necesidad de que alguien crea en ti?— Cuando dice eso me rompe el corazón, esperaba tal vez que dejara su faceta de psicóloga, que tal vez pudiera empatizar y, reflexionando mis palabras, me hiciera sentir mejor.

—Supongo que no… supongo que me dirás que la persona indicada para creer en mí soy yo misma— sonrío amargamente y mi ímpetu desaparece, bajo la mirada y me escurro en el sillón sintiéndome más sola que nunca.

—Eres una mujer muy solitaria Simone— empieza a hojear su libreta —tu madre murió cuando eras muy pequeña, tu padre cuando eras una adolescente, tu única prima que está registrada también… ¿tienes familia en algún lado?

—No— no lo pienso mucho, simplemente sale de mi boca, pienso en todas las posibilidades, allá afuera pueden existir muchos que lleven una pizca de mi sangre, tal vez podría buscar y encontrar algún primo o tío, pero… no significa que eso los convierta en mi familia, no significa que por arte de magia la soledad vaya a desaparecer.

—¿Cuánto tiempo has vivido sola?

—No lo sé… he perdido la cuenta de los años— aunque mi mente hace un esfuerzo, no recuerdo el momento exacto en que empecé a estar sola, pero estoy casi segura que fue después de salir de la academia, vivía en el internado dentro de ella, pero de nueva cuenta, eso no significa que no me sintiera sola.

—¿Cuánto tiempo te has sentido sola?— Esa pregunta me hace levantar la mirada, es muy diferente a la anterior, no es lo mismo estar sola que sentirse sola.

—Desde la muerte de mi madre…— tampoco me cuesta mucho responder a esa pregunta.




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