Permanezco en el sillón, la televisión esta prendida, El Conde de Montecristo está a punto de acabar mientras que Lexy permanece acurrucada contra mi pecho, es extraño sentirme acompañada, ella aparenta interés en la película, en cuanto supo que era mi favorita no se negó a verla conmigo después de comer juntas. Por un momento tengo una idea descabellada.
—Si… me fuera a otro país, si me mudara lejos, si tuviera que cambiar mi nombre y tal vez un poco mi físico, me refiero al color de mi cabello o tal vez de mis ojos…— no me permite terminar cuando se levanta y se mantiene viéndome fijamente —…si… tuviera que irme… ¿tu vendrías conmigo?— frunce el ceño confundida, el aire se escapa de mis pulmones y no sé qué más pensar, tal vez estoy siendo demasiado drástica, tal vez es muy pronto para proponerle algo así, apenas y hemos pasado una noche juntas.
—¿A qué te refieres? ¿Por qué tendrías que hacer todo eso? ¿Es por lo de los periódicos? Vamos… eso pasará, todo pasará… estarás bien, a la gente se le olvidará cuando salga una noticia más jugosa— me sonríe intentando consolarme y acomoda mi cabello detrás de la oreja.
—Lexy… sabes cómo me llamo y que hago, pero creo que no tienes una noción exacta— la tomo de las manos y trato de ser sutil.
—Sé que eres Simone Cárter, sé que trabajas para la policía, también sé que gracias a ti lograron capturar a Burak y a esos caníbales… también sé que tuviste un tropiezo, como todo humano y también sé que te levantarás— su visión sobre mi es demasiado positiva.
—Posiblemente vaya a juicio… si no acepto irme lejos… quise hacer lo correcto, no lo logré, un imbécil se interpuso en mi camino, muchos murieron… tengo la opción de huir, de irme muy lejos con otro nombre y empezar una nueva vida o… intentar pelear, demostrar que tengo la razón, pero para ser sinceras… él tiene todas las ventajas para ganar, mucha gente lo apoya incondicionalmente… intentar hacerle frente seria… correr hacia el abismo— me acomodo en el sillón y de nuevo me siento deprimida, agobiada por mi estrés, de nuevo colapso.
—Eso significaría que yo también tendría que cambiar mi nombre…
—No estás obligada a seguirme… vamos… no es que llevemos una relación de años como para que tengas que considerarlo… pero supongo que es bueno que sepas lo que puede pasar.
—¿Tú qué es lo que quieres?— Cuando pregunta eso me hace voltear —¿Deseas que te acompañe? ¿Te sería más fácil si vamos juntas?— Me toma de la mano y me sonríe —lo haría, no tengo nada aquí, no tengo familia, tampoco amigos que en verdad vaya a extrañar, mi mundo se resume a trabajar en ese bar… eso es todo.
—¿No tienes familia?— No puedo creer que una chica tan agradable como ella esté tan sola como yo.
—Desde que era niña sabía que era diferente a las demás, estudiaba en una escuela católica, ahí fue donde me enamoré la primera vez, era una chica maravillosa, con el cabello dorado y unos ojos café preciosos… la monja que nos daba clase de historia dijo que eso era antinatural, que eso no podía ser entre nosotras, que estábamos confundidas y necesitábamos madurar… ella maduro, yo no— me sonríe de lado y puedo ver la tristeza en su mirada —en la adolescencia me enamoré de otra chica, su nombre era Tiffany, si no fue el amor de mi vida, por lo menos fue quien me impulsó, quien me motivó a aceptarme como era y no apenarme… me di valor y hablé con mis padres, ella estaba a mi lado, me tomaba de la mano mientras mi madre estaba en el sillón llorando con una foto mía de cuando era bebé, mi padre estaba furioso, manoteaba y blasfemaba, sinceramente ya no recuerdo todo lo que dijo, salvo que juró que a partir de ese día no tenía hija y me corrió de la casa… mi familia me dio la espalda por el simple hecho de haberme enamorado de una mujer y no de un hombre… después de eso viví en muchos lugares, a veces acompañada, otras veces sola, nunca nadie se quedaba a mi lado después de cierto tiempo, recibía el rechazo de los que se creían normales así que no tengo muchas amistades que quiera conservar— levanta los hombros y me dice todo de manera tranquila, como si ya no le causara dolor —si me pides que cambie de identidad, no tendré problema, créeme… estoy acostumbrada a empezar de cero— me sonríe tiernamente y acaricia mi mejilla —pero… ¿eso es lo que quieres? ¿Eso es lo que tu corazón busca? ¿En verdad deseas dejar ganar a ese imbécil?
—No es que pueda darle mucha pelea— sonrío de lado y de nuevo me recargo en el sillón escurriéndome en él.
—Pues… hagas lo que hagas ten por seguro que te apoyaré… ahora que me has abierto un poco las puertas de tu vida, prometo que tendrás alguien que te apoye de forma incondicional— su sonrisa es tierna y parece sincera, mi mano se siente tentada a subir hasta su mejilla y acariciarla hasta que de pronto ve hacia el reloj y decide levantarse del sillón. —Creo que es hora de irme, ya empieza a anochecer— me guiña un ojo y toma su chamarra del respaldo para colocársela. Me levanto y camino tras de ella hasta la puerta, justo cuando pone su mano en el pomo la tomo del brazo con delicadeza.
—Espera— mi corazón se detiene al igual que mi lengua, me siento confundida ante lo que estoy pidiendo, ante lo que estoy pensando ¿es tanta mi necesidad por no sentirme sola? La veo voltear lentamente con ese rostro lleno de confusión —quédate… quédate esta noche— mi petición parece sorprenderla y al mismo tiempo le hace feliz, se acerca a mí y me besa suavemente, de forma tierna, no puedo evitar corresponder a ese beso.
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Editado: 19.05.2021