Me levanto más temprano que de costumbre, me doy un baño y me salto el desayuno, salgo de mi casa rápidamente y subo a mi auto, veo hacia la guantera donde sé que esta el diario de la doctora Rossi y un escalofrío me recorre, dejo el folder con el reporte de Opal en el asiento del copiloto y me dispongo a dirigirme hacia la casa de Jason, admito que me siento nerviosa, creo que puede encontrarse triste o resentido porque de un momento a otro desaparecí; aun así me arriesgo a ir hacia su casa, algo bueno me debe de querer decir.
Llego a la mansión que hace tiempo no pisaba, el hombre de la puerta me deja pasar, abre las rejas para mí y conduzco a través de hectáreas de pasto y árboles a mi alrededor, sigo el camino de tierra que de pronto se vuelve un camino empedrado, bajo la velocidad y sigo adelante, llego a una glorieta con una estatua bastante linda de un caballo y justo ahí uno de los sirvientes de Jason se queda con mis llaves para estacionar el auto; antes de despedirme de él tomo el reporte y saco el diario de la doctora y los meto en una mochila que llevo en la cajuela y la cargo sobre mi espalda, son documentos demasiado importantes como para que se pierdan por equivocación.
Subo la pequeña escalinata de piedra y el mayordomo me recibe con una reverencia, abre una de las hojas de la puerta principal invitándome a entrar y así lo hago. Como siempre el recibidor es majestuoso, con obras de arte colgando de las paredes, una alfombra fina que da pena ensuciar, pequeños bustos y estatuas de mármol adornando las esquinas. Sigo a Maxwell por unas escaleras y después hacia un pasillo largo lleno de puertas de caoba barnizada, el recorrido es bastante largo, pero no digo nada. Llegamos a unas puertas de cristal las cuales abre de par en par y me invita a salir a una pequeña terraza donde hay una mesa blanca de herrería con una sombrilla en el centro y llena de comida, waffles, fruta picada, jarras con jugo, pan, leche, de todo; y dos sillas del mismo material con cojines rojos de terciopelo, una ya está ocupada.
—Cagteg eg un gugto volvegte a veg— escucho la voz de Jason, claramente sigue sin poder pronunciar la r y la s, su boca quedó atrofiada así como su lengua, en verdad Aiden le destrozó la cara, le arrancó la nariz y los labios, lastimó su lengua, fue grotesco. Voltea a verme y noto que tiene una prótesis que cubre medio rostro y busca darle naturalidad, pero es claro que tanto la nariz como las mejillas son falsas, también porta unos lentes negros que cubren sus ojos.
—Jason… ¿cómo estás?— Me siento en la silla a lado de él y no le quito la mirada de encima.
—¡Pegfectamente bien! Magavillogo... todo gragias al geñog— aunque intenta mostrarse positivo no me convence del todo. —Cgeo que hacegcagme a Diog fue lo mejog paga mí y paga manteneg mí cogduga…— sé que me está viendo fijamente, pero no estoy muy segura con esos lentes negros —…oí que… estas… de nuevo en la… policía… ayudando a… capturar… al criminal…— cuando se da el suficiente tiempo para pronunciar las letras lo logra, pero debe de hablar calmado y no desesperarse —…también… escuché… que… se… trata… de Aiden.
—Falsa alarma, no es Aiden… te doy la exclusiva— le sonrío antes de tomar un trozo de melón y meterlo en mi boca.
—Jajajajajaja… ¿Ex… clu… siva?— Toma un periódico de sus piernas y lo arroja sobre la mesa entre la comida. Lo tomo y lo veo fijamente, desde que noto que es el diario “Gravity” siento una punzada de horror.
“La bella y la bestia regresan” con ese encabezado arriba de una foto donde yo estoy saliendo del psiquiátrico acompañada de Müller y Glozz me doy cuenta de que todo lo que hemos estado guardándonos ya se sabe y todo gracias a la encantadora Hanna Porter como siempre. “Se dio a conocer que el asesino serial, el doctor Aiden Meyer fue ingresado en el psiquiátrico del alta seguridad para criminales, fue declarado con demencia y esquizofrenia, por tanto su sentencia se reduce de pena de muerte a cadena perpetua en el centro de alta seguridad, no obstante la falsa información del jefe de departamento de homicidios, Ian Müller nos deja con que aún sigue libre el asesino de Nadia Lindeman y Lexy Benington, agregando cuatro víctimas más, Celia Molina, la amiga de la primer víctima, sus padres y la Dra. Beatrice Rossi, perteneciente a la jefatura de policía, era la psicóloga encargada de valorar tanto a los miembros de policía como a los criminales no peligrosos, el asesinato fue dentro de la misma jefatura, evadiendo la seguridad de la misma. Estas últimas víctimas deslindan al Dr. Aiden Meyer de la culpabilidad…”
—Basta…— hago a un lado el periódico, lo dejo en la esquina de la mesa.
—Porrr… favor… sigue leyendo— insiste Jason señalando el periódico con su índice y suspiro al volverlo a tomar.
“La agente Simone Cárter, después de sus infortunada misión no solo ha vuelto al servicio anexándose a este caso, sino que está sirviendo de intermediaria entre el Dr. Aiden Meyer y la policía para usar la inteligencia de dicho personaje, comprender la psicología del asesino y poder capturarlo, este tipo de táctica ya se había usado anteriormente durante el caso de los caníbales del distrito 13, aquella vez la agente pudo reducir a la ayudante del doctor Meyer, pero este término huyendo y desapareciendo hasta ahora, ¿se repetirá la historia? ¿Encontrarán al asesino? ¿El doctor volverá a huir? Es interesante saber que el doctor no acepta la intervención de otro elemento de la policía, ha dejado órdenes estrictas de que con la única que piensa hablar es con la agente Cárter, dándole un ambiente de romance al centro de alta seguridad”
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Editado: 19.05.2021