Decir que desperté en los brazos de Novak suena mal, pero es la verdad, él se quedó en el sillón conmigo mientras dormía profundamente, no nos movimos de ahí en toda la noche y pese a la incomodidad que tuvo que sufrir, no hizo nada por cambiarlo, simplemente me abrazó y se quedó igual de dormido que yo, lo cual se me hace un detalle muy dulce de su parte. Cuando por fin desperté era demasiado noche, me desperté sobre saltada y algo angustiada.
—¿Estás bien?— Algo somnoliento y tallándose los ojos; Novak me pregunta para después bostezar.
—Si… solo que ya es noche y yo sigo aquí, lo siento tanto— le digo pegando un brinco y saliendo del sofá.
—No es necesario que te disculpes, creo que ambos nos debíamos un bueno sueño con todo esto que está pasando —se levanta del sillón y me ve con curiosidad —¿todo bien?
—Sí, de maravilla, pero me tengo que ir, en verdad muchas gracias por todo, por tu ayuda, por la comida, en verdad te lo agradezco demasiado— le sonrío y tomo la chamarra de Akos para ponérmela encima, aún conserva su perfume.
—¿Estás segura? Si quieres puedes quedarte aquí— lo veo por un momento y nota mi desconcierto —puedes quedarte en la cama de arriba y yo en el sofá, no temas, no… quería… darte a entender algo que no…—levanta las manos y sonríe nervioso—… en serio, me da pendiente que salgas a estas horas hacia tu casa, además tu auto se quedó en el estacionamiento del psiquiátrico.
—No importa, todavía es buen tiempo para regresar en transporte público, incluso caminando, no estoy muy lejos— le sonrío y me acerco a la puerta.
—Por favor, quédate— su petición me recuerda cuando le dije lo mismo a Lexy y bien sabemos lo que ocurrió después.
—En serio, todo bien…
—Entonces déjame llevarte…
—No, no es necesario.
—Bueno, llévate el auto— busca las llaves en sus pantalones.
—No… en serio, no te preocupes— se me queda viendo sin comprender.
Le sonrío y sigo mi camino hacia la puerta, él me sigue en silencio y se queda en el marco de la puerta viéndome significativamente, exprimiendo su cabeza para poder encontrar las palabras.
—No puedo hacer nada para hacerte cambiar de opinión— más que pregunta parece una afirmación.
—Lo siento— le sonrío y retrocedo un par de pasos alejándome de la puerta.
—En verdad que eres difícil, por favor… con cuidado— me recomienda y le guiño un ojo para dar media vuelta y comenzar a caminar.
La calle está iluminada y no veo nada que me pueda causar problemas, aun así camino a mitad de la calle, el problema es saliendo de ahí, la luz se vuelve escasa, los autos casi no pasan y a mi alrededor veo personas dispersas, en su mayoría hombres, pegados a las paredes, con los rostros ocultos debajo de gorras o sus capuchas, voltean sutilmente a verme, pero no se acercan o dicen algo, hasta que un grupo decide sentirse valiente.
Tres hombres cuyos rostros no alcanzo a ver a simple vista caminan hacia mí con una sonrisa en los labios, caminan con las manos ocultas en su chamarra y por un momento me quedo estática, calculando mis posibilidades. Veo a mi derecha un callejón y decido entrar en él, darles el beneficio de la duda, tal vez simplemente su camino era el mismo que el mío, pero no tardo mucho en darme cuenta que no es así.
—¿A dónde vas muñeca? ¿Por qué tan sola?— El que los encabeza decide hablarme, su voz hace eco por las paredes del callejón.
Sigo mi camino sin voltear a verlos, ignorando su presencia, giro en la siguiente esquina entrando a una calle aún más oscura y sola, los nervios se me ponen de punta cuando escucho que empiezan a correr hacia mí, volteo para encararlos y los veo girar en la misma esquina que yo, se percatan de que los estoy viendo y bajan la velocidad de sus pasos.
—¿Cuál es tu nombre bonita?— El líder se acerca lentamente y se inclina un poco como queriendo ver mi rostro.
—Agente Simone Cárter del departamento de homicidios— al decir eso ellos se congelan, incluso retroceden un poco.
—¿Agente? ¿Tienes alguna identificación que lo confirme?— Cuando hace esa pregunta me maldigo, cierro mis ojos por un momento y puedo recordar que mi placa y mi arma se quedaron en alguna parte del psiquiátrico —¿Qué pasa muñeca? ¿No hay identificaciones? Jajajaja— de nuevo la confianza llega a ellos —eres una niña mala, ¿Por qué mientes de esa forma?
—Tal vez necesita una buena reprimenda— dice el segundo que parece relamerse los labios.
—Si, lo que necesita esta muñeca es que alguien la castigue por decir mentiras— dice el tercero mientras se desabrocha los pantalones.
—No estoy diciendo mentiras y si hacen lo que creo que van a hacer se van a arrepentir— les digo plantándome lo más estoicamente que puedo.
—¿Ah sí? ¿Qué crees que te queremos hacer?— El más grande, el que los dirige se planta frente a mí y entonces puedo ver sus ojos café viéndome fijamente con lascivia, brillan con esas ansias de joderme.
Acerca su mano hacia mi mentón y antes de que pueda tocarme le doy un manotazo rechazándolo, sus amigos se ríen y se burlan por su intento fallido, alentándolo a ser más tosco conmigo, me toma por el cuello y sin perder mucho tiempo paso la mano por enfrente de su brazo, lo tomo del cuello, me aferro a su tráquea encajando mis dedos, jaló de ella hacia delante; el dolor hace que su agarre sea más suave y en cuanto su cabeza se encuentra con mi rodilla, otro de sus amigos toma un pedazo de tubo del piso dispuesto a defenderlo.
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Editado: 19.05.2021