Bajo las escaleras corriendo y llego a la mesa de la cocina, pero para mi sorpresa no encuentro las llaves ¡¿Dónde carajos las puse?!, me quedo a mitad de comedor buscando con la mirada, sintiendo el peso de mis armas, la escopeta a mi espalda y la magnum colgando de mi cadera. El silencio se hace cada vez más profundo, agudizo mi oído, pero no me percato de nada hasta que de repente una ventana arriba se escucha quw se rompe, podría apostar que es la de mi habitación. Pongo la mano en mi pistola cuando escucho pasos en el piso de arriba, se quiebran los vidrios de la ventana y sigue su camino hacia el pasillo que lleva a la escalera.
Retrocedo lentamente buscando no hacer ruido, busco dirigirme sutilmente hacia la puerta, aún puedo correr hacia mi auto y tomar las llaves de debajo de la salpicadera, pero debo de ser más rápida de lo que sea que acaba de entrar en la casa. Sigo retrocediendo, siguiendo con la mirada el sonido de las pisadas por encima de mi cabeza. De nuevo el silencio, de nuevo esa incertidumbre de no saber dónde se encuentra, esa molestia de no saber si soy la presa o el cazador. Volteo hacia el marco que da hacia la sala y veo ahí a Lexy de pie entre los sillones, viéndome con miedo.
—¡Corre!— Me grita con desesperación y aunque sé que soy la única que la puede escuchar no puedo evitar alertarme, sentir que quien sea que entró la pudo escuchar también y viene por mí.
Giro sobre mis talones y al principio siento que no avanzo, las suelas de mis zapatos se deslizan sobre la duela del piso resbalándose, aún así logro acercarme a la puerta, pero antes de poder tocar el pomo con la punta de mis dedos algo me toma por la espalda, siento sus garras encajándose en mi carne y de un solo tirón me avienta hacia atrás, recorro todo el pasillo de regreso, ruedo a través de él hasta que por fin me detengo con la puerta que da hacia el jardín trasero.
Intento levantar mi cabeza y me percato de esa silueta negra y grande que se encuentra frente a la puerta de entrada, es enorme y sus ojos relumbran entre la oscuridad, parece disfrutar viéndome adolorida en el suelo. Me apoyo sobre las rodillas para levantarme y solo se me queda viendo, esperando, acechándome.
—¿Es todo lo que piensas hacer? ¿Verme como estúpido?— Le digo con una sonrisa en los labios, supongo que sería el momento perfecto para gritar y pedir auxilio, pero no lo hago, solo espero.
La bestia ruge, veo sus dientes asomarse y esa lengua roja como hierro caliente balancearse, se pone en cuatro patas como cualquier león y avanza lentamente hacia mí al mismo tiempo que vuelvo a tomar mi arma, estoy consciente que no tengo oportunidad, que mis armas no son lo suficiente para enfrentarme a él, pero no significa que no lo vaya a intentar. Así como él, empiezo a caminar con seguridad por el pasillo, brinca hacia mí y de forma casi instantánea doblo mis rodillas y flexiono mi espalda hacia atrás al mismo tiempo que apunto mi magnum hacia arriba, disparando justo en su pecho; la detonación se escucha en toda la casa y sé que no pasó desapercibida en el vecindario.
Giro hacia él, aun con una rodilla en el piso, se yergue y ve su pecho, apenas y le hice un rasguño, pero parece sorprendido, pasa sus dedos por su piel y me ve fijamente, parece divertido por lo que hice.
—Mataste a mi hermano…— Su voz suena profundamente grave dentro de mi cabeza y recuerdo al tipo del bar.
—Él se lo buscó— levanto los hombros como si hubiera sido un pequeño mal entendido, una broma insignificante; el gesto es suficiente para irritarlo de nuevo.
Esta vez corre hacia mí con las fauces bien abiertas dispuesto a darme un buen mordisco, al mismo tiempo me levanto y con ambas manos sostengo mi arma, disparo justo al centro de sus quijadas, haciendo que la bala entre por su boca, de inmediato se detiene y empieza a quejarse, antes de que pueda hacer algo más corro hacia el comedor, brinco por encima de la mesa, me deslizo y caigo del otro lado, volteo de inmediato para ver si el monstruo me siguió y así es, entra de forma relajada mientras escupe algo de sangre al piso sin quitarme la mirada de encima.
—Tienes agallas para ser humana.
—Tú tienes agallas para meterte a mi casa— si me dieran un dólar por cada vez que soy una hocicona y me meto en problemas por mi boca, sería millonaria.
Tomo la mesa del borde y la levanto aventándola hacia él con fuerza, esta se estrella contra su cuerpo. Él no parece ofendido por mi acción, solo se sacude las pequeñas astillas que se desprendieron del mueble y que se quedaron pegadas a su pelaje, sigue avanzando.
—¿Qué quieres de mí?— Retrocedo sin dejar de apuntar, aunque sepa que ni cosquillas de haré.
—Te quiero a ti— su contestación me da escalofríos.
—¿Podrías ser más específico? ¿Me quieres de forma sentimental? ¿Me quieres comer?— Sigo ganando tiempo mientras pienso en cómo salir de este problema, rogando al cielo que mis vecinos hayan llamado al 911 al escuchar los disparos.
—Hay más que solo comer, hay más que solo amar…
—Anda… pero que poético— le sonrío y vuelvo a jalar el gatillo, esta vez lo hago repetidas veces en el mismo lugar, en medio de sus ojos.
Sé que las balas no podrán perforar ese cráneo tan duro y resistente, pero por lo menos lo van a atarantar, o eso es lo que ruego al cielo, lo veo retroceder con cada disparo, intenta bajar el rostro, esquivar las balas, pero no lo dejo, sigo disparando hasta que retrocede lo suficiente para no alcanzarme si es que salta hacia mí. En cuanto se acaban las balas de la magnum no tardo en brincar hacia la ventana, la atravieso con el cuerpo, cubro mi rostro con mis brazos y los cristales caen conmigo al suelo. De inmediato me pongo de pie y corro hacia el challenger, busco debajo de la salpicadera la llave y abro la puerta, estoy a punto de entrar cuando una mano me toma por el hombro y me quiere obligar a voltear y así lo hago, volteo hacia él, pero deslizo la escopeta por mi espalda hacia delante y lo recibo disparándole en el pecho, alejándolo de mí.
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Editado: 19.05.2021