Drink Me: Bebeme

Capítulo 28:

Simone Cárter

Entro a la casa, veo desde la ventana a Akos irse en su camioneta y me percato que sigue sin cristal, aun con fragmentos de vidrio pegados al marco, pero dadas las circunstancias considero que es el menor de mis problemas. Camino hacia la cocina y busco un vaso limpio, lo pongo en el grifo y lo lleno de agua; estoy absorta viendo cómo se llena el vaso cuando siento que algo no va bien, mi sexto sentido me dice que estoy siendo acechada y aunque me muero por voltear y ver lo que tengo detrás me contengo, me fijo en la ventana frente al lavabo, me percato de una sombra negra, se acerca a mí con sigilo, ni siquiera lo escucho, pero si lo siento.

Bebo de mi vaso mientras que con la mano libre me recargo en el borde, fingiendo vulnerabilidad lo mejor que puedo. En cuanto la sobra oscurece totalmente la ventana tomo de inmediato un cuchillo del cuchillero de madera que tengo frente a mí y giro hacia atrás sin soltar mi vaso. El filo de mi arma se recarga sobre el cuello de quien menos me lo esperaba.

—Cárter… siempre atenta, siempre desconfiada, hasta en tu propia casa— veo con sorpresa al hombre frente a mí y siento una punzada en el corazón en cuanto su aroma llega hasta mi nariz.

—Aiden— pronuncio su nombre apenas en un suspiro sin retirar el cuchillo de su garganta.

Esa sonrisa de medio lado, ese hoyuelo marcándose en su mejilla, esa mirada arrogante y su presencia tanto aterradora como atrayente, una trampa mortal que te invita a acercarte. Trae un traje negro impecable, pero por el contrario a otras veces, no trae corbata, solo una camisa negra con los primeros botones abiertos, estoy aterrada y emocionada al mismo tiempo y me da pena que lo vaya a descubrir, ¿Dónde queda mi posición como policía defensora de lo justo si me derrito frente a él?

—¿Qué haces aquí?— Intento mantener mi tono de voz fuerte y evitar que mi mano tiemble, en cuanto se dispone a avanzar hacia mí me doy cuenta de que podría mantener el cuchillo firme sobre su cuello e incluso degollarlo, no puedo, me da miedo lastimarlo, aunque sé que eso no es posible.

—Quería corroborar que te habías ido de la ciudad, que habías escuchado consejo, pero parece que tu necedad puede más—  de pronto toma mi mano con el cuchillo rápidamente y me desarma, tomándolo en sus manos con habilidad y viéndolo a detalle. —Hace cuanto que no uso uno de estos— parece triste y anhelante, recordando tiempos mejores, tal vez cuando era reconocido por su habilidad en la cocina. De nuevo su mirada regresa a mí y sus ojos brillan en la oscuridad de mi casa, relumbran como brazas ardiendo. —Tenías que irte, Cárter… tenías que huir muy lejos mientras yo me encargaba de todo, ¿acaso no confías en mí? ¿No me creíste cuando te dije que yo lo arreglaría?

—¿Cómo lo piensas arreglar?— Retrocedo un par de pasos, los mismos que él avanza hacia mí. Veo su sonrisa, tal vez de imaginarse como pondría el orden en el caos que se ha formado.

—¿Tú cómo crees? Dándole una cucharada de su propia medicina, él te arrebató a la mujer que querías, ahora lo yo le arrebataré la vida, lo devoraré, dejará de existir, jamás lo encontrarán.

—Está acompañado de otros como tú— respondo de inmediato casi con miedo y puedo notar que mis palabras lo dejan pensando, pero no lo sorprenden, ya lo sabía, claro… él ¿qué no sabe?

—Cuatro wendigos… lo sé…

—Dos— respondo intentando ocultar mi orgullo por haberme encargado de dos.

—¿Dos?— Agudiza su mirada, me ve fijamente y parece no creerme —entiendo del primero, no sabía que te habías encontrado con un segundo— clava el cuchillo en una tabla de madera para picar que descansaba a mi lado sobre la barra, sin mucha fuerza la atraviesa con el cuchillo y lo deja ahí tambaleándose, pero sin caer.

—Entró en la casa, por eso las ventanas rotas… no es que pudiera huir, tu bien sabes que no funcionaría… así que lo enfrenté… — le digo en voz baja, sintiéndome como niña regañada obligada a confesar su travesura —…me persiguió hasta la carretera, logré matarlo, pero perdí el carro, el challenger quedó destruido, pérdida total— le digo para después suspirar triste, en verdad era un gran auto. De pronto siento su mano enguantada acomodando mi cabello detrás de mi oreja con cuidado, su mirada es de preocupación y con cuidado acaricia la herida de mi frente además de mi mejilla abierta.

—Siempre enfrentándote a la adversidad…

—Fue difícil, pero logré deshacerme de él… —volteo hacia otro lado tratando de no verlo, de no sentirme de nuevo la víctima, de no esperar de forma indirecta que se apiade de mí y que me proteja, me siento débil frente a él ­—… habían otros dos, estaban ocultos entre los árboles, creí que me matarían, pero no fue así, simplemente vieron todo, vieron como su compañero se consumía por el fuego y moría con un tronco atravesado en su pecho, pero no hicieron nada para agredirme o enfrentarme, tampoco para ayudarlo, simplemente desaparecieron, retrocedieron hasta que no fui capaz de verlos.

—Te ganaste su respeto…

—Eso quiere decir que me consideraban más débil de lo que vieron esa noche…

—Los humanos no son enemigos… son alimento, simplemente no es tan fácil que se defiendan y si lo hacen, no es complicado deshacerte de ellos… ¿Qué problemas le puede traer una gallina al zorro? ¿Qué tanta pelea puede ofrecer un conejo al lobo?— Volteo a verlo algo ofendida, pero tiene razón, son criaturas con una fuerza impresionante, supongo que soy la única estúpida que ha decido enfrentarlos y he tenido la suerte de salir victoriosa.




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