Drink Me: Bebeme

Epílogo:

Aún es temprano, pese a que el sol ya se escondió, me mantengo viendo el techo mientras escucho una canción bastante melancólica en mi celular, escucho como cada palabra cantada por el vocalista se clava en mi corazón con saña como si supiera bien que decir para que mi existencia se vuelva aún más miserable. Volteo hacia la ventana de la habitación y me percato que mi celular está cerca de caer por el borde de la cama, pero eso no es lo que me llama la atención, una notificación llega en silencio, solo la pantalla se ilumina; tomo el teléfono y lo pongo frente a mis ojos, es un mensaje de Akos.

“Ya vamos para allá, no tardamos”

Estoy tentada a cancelar este intento de fiesta de cumpleaños, simplemente no tengo ganas de hacer nada más que permanecer así el resto de la noche hasta que el sueño me venza, pero Akos se tomó muy a pecho el no dejarme sola.

Mientras me levanto de la cama recuerdo todo lo ocurrido después de la tragedia. El proceso legal fue lioso, las declaraciones, las pruebas de que yo fui una víctima más, pero lo verdaderamente complicado vino después.

Me planto frente al espejo del baño y me veo de perfil, pongo mi mano sobre mi vientre y recuerdo esos momentos dolorosos en el hospital, los encuentros con Aiden surtieron frutos, me embaracé, pero nunca lo supe hasta que tantas drogas inyectadas por parte de Novak y Aiden, estrés, golpes y dolor provocaron una amenaza de aborto. La doctora había sido clara, tenía dos opciones, intentar salvarlo o dejar que se fuera así como lo hizo su padre.

En esos momentos Akos fue muy importante, él fue quién me apoyo y me dijo que estaría conmigo fuera cual fuera la decisión que tomara, supo comprenderme y alentarme pese a que le dije quién era el padre, claramente se asustó, pero aun así no dejó de apoyarme como siempre.

¿Cuál fue mi decisión? Bueno, pese a lo que la mayoría hubiera escogido, yo decidí quedarme con el bebé, estuve en reposo, tomé medicamento, me esforcé por poder conservar un pequeño pedazo de Aiden, en verdad me comprometí, me aferré desesperadamente a conservarlo, supongo que era la forma en la que me resistía a dejar ir todo lo que pasé con él, pensando en que tal vez el bebé sería ese punto donde diría: me enamoré, lo di todo, quise sacrificarme por alguien más y aunque no resultó, aunque tal vez nunca vuelva a verlo, me quedé con lo que significó, me quedé con esa muestra viviente de que hubo amor entre un wendigo y una humana.

Lamentablemente para mí, perdí a mi bebé, no fueron suficientes mis esfuerzos, ni mis ruegos, no pude conservar lo único que me quedaba de Aiden y terminé de sumirme en la miseria, la depresión cayó sobre mí de forma catastrófica y aunque con medicamentos y un poco de ayuda psicológica he intentado superarlo, aún tengo una pesada carga sobre el corazón que no me permite disfrutar las pequeñas cosas de la vida que podrían hacerme sonreír.

Me tome un año sabático para poder descansar, para poder curarme a mí misma, terminé comprando una encantadora casa a mitad del bosque, alejada de la ciudad, tal vez con la ilusión de que si me asomaba por la ventana durante la noche podría ver a ese wendigo caminando por entre los árboles, pero eso jamás pasó, ya se va a cumplir un año de que él se fue con Opal y jamás volví a saber y recordarlo solo me sume más en la miseria.

He intentado escribir mi historia, esperando que alguien pueda sentir mi dolor, pueda llorar cuando me lea de la misma forma que yo lo hago al escribir, pero sinceramente dudo que alguien pueda comprender mi dolor, que pueda ver más allá de una historia de fantasía, supongo que es algo que jamás compartiré, que se quedará guardada en mi computadora hasta que muera y alguien la encuentre.

Después de tomarme un baño y vestirme lo mejor que puedo me quedo frente al espejo, me veo por completo, veo mis cicatrices, veo mi semblante cada vez más cadavérico, no he dejado de comer, no he dejado de hacer ejercicio, tampoco he dejado de hacer lo que tengo que hacer, no es que me quede todo el día en la cama llorando, pero aun así mi cuerpo resiente el dolor de mi alma, simplemente no me veo bien, no me puedo sentir bien.

Alguien llama a la puerta y lo lamento tanto, en verdad no tengo ganas de ver a nadie, no quiero saber de nadie, pero entre más me recluya y me aleje de todos, más preocupados estarán, así que decido bajar las escaleras y llegar hasta la puerta.

La casa es hermosa, de dos niveles y de dos aguas, además de que el piso de abajo cuenta con ventanas muy grandes que te permiten ver la naturaleza a tu alrededor, la puerta también es de cristal y la única zona con pared es la cocina, pero aun así cuenta con ventanas amplias, claramente decidí que fueran vidrios blindados, uno nunca sabe, después de todo mi lista de problemas no se reduce a solo Aiden y su abandono.

Cuando llego a la mitad de la sala veo a dos personas afuera que no esperaba, pero los reconozco casi de inmediato, ellos me saludan efusivamente desde el otro lado del cristal. Me acerco y les abro sin mucha alegría.

—¿Qué hacen aquí?— Les pregunto sin ser muy agradable.

—Sí, también me da gusto volverte a ver— me sonríe Tyra y se cruza de brazos.

—¿Estás bien?— Entra Leo, su hijo y mi compañero durante mi estancia en la milicia, me ve con preocupación.

—¿No debería de estarlo?— Le pregunto sin mucha emoción y ambos se ven con complicidad. Tyra camina hacia mí y me toma por los brazos.




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