La brisa volvió a hacer presencia cuando el silencio se asentó entre ambos. Nate observaba sin creer lo que se encontraba frente a él, un ser tan magnífico como irreal, con ojos rasgados y labios pomposos que a pesar del frío de la noche se mantenían rosados.
Decir que no estaba fascinado sería una mentira.
Su corazón dio un vuelco, una sensación tan familiar y a la vez tan desconocida, Nate resopló. ¿Cómo era posible después de tanto sufrimiento volver a sentir aquel olvidado sentimiento?
Se negó.
Unos bonitos ojos dorados rodeados de negro lo observarán con intriga y terror, cosa que lo hizo reír ya que se suponía debía ser él quien estuviese asustado. Solo había leído acerca de estos seres en libros de fantasía y ahora de encontraba con uno tocando su rostro.
“Deja.” Murmuró poniendo sus manos en las frías contrarias.
El toque fue extraño. Una sensación que rozaba lo suave con los rasposo. Las aletas en los costados hacían cosquillas contra sus dedos y las escamas que brillaban tanto a la luz de la luna se sentían tan suaves como el pelaje de un felino.
Nate no notó como sus dedos comenzaron a recorrer el brazo contrario pero cuando sus manos subieron a las mejillas suaves y rellenitas, detuvo sus movimientos.
Se sintió confundido por el fuego que comenzaba a avivarse en su interior.
¿Podría ser amor a primera vista? No. Él solo estaba curioso de tal extraña existencia.
“Tu... ¿G-Gusta?” Aquel vocabulario tan mínimo descolocó a Nate. No descifraba como el chico frente a él se veía tan inocente pero a la vez tan... ¿Caliente?
¿En qué estaba pensando?
“No, tu no me gustas.” Respondió de manera abrupta alejándose de él. Nate observó sus manos con incertidumbre, en sus yemas se había marcado un símbolo de corazón del cual no entendía su significado ni porqué había quedado allí.
“U-Uhm... ¿Odiar?” Cuestionó poniendo ojos de cachorro. Ba-dum. Su corazón le dio un aviso.
Agitando su cabello rubio, Nate observó la figura contraria con más atención.
Cabello rosa que caía por sus hombros, marcas extrañas decoraban sus mejillas y sus orejas que eran puntiagudas y de color coral al igual que sus escamas y cola.
“No. ¿De dónde vienes?” Cambió de tema pues de dónde provenía aquel divinidad le tenía más intrigado que su pobre palabrería.
El chico lo observó por unos momentos, ladeó su cabeza y llevo uno de sus puntiagudos dedos a su mentón, entonces dijo: “¿Manzana?”
Nate río incrédulo. El chico parecía entender tan poco que encendió una llama en su pecho. Sin embargo, eso no respondía su pregunta.
Solo le dejaba con el razonamiento del chico teniendo hambre y pidiendo por la misma.
¿Traería una?
Ignorando el aleteo que salpicó algunas gotas en su dirección, acomodó su mochila en sus piernas y rebusco hasta dar con la fruta dicha, Nate había olvidado que la traía hasta ese momento.
“¿Quieres?” Cuestionó de manera suave pero desconfiada.
Luceros dorados observaron con pánico el objeto en sus manos, antes de Nate poder adivinarlo la manzana se encontraba rodando en la arena y su mano ardía gracias a una herida.
“¡N-No! I-Inocente... N-No mi culpa...” Las manos del chico fueron su pecho y rasguñaron con fuerza la poca piel rodeada de escamas.
Nate se sorprendió por tal acción. No intentó detenerlo pues no sabría la reacción que el otro podía tener, en cambio observó cómo la sangre comenzaba a escurrir por la piel que segundos antes había sido igual a la porcelana.
Dioses, ¿Qué estaba pasando?
“¿Lo siento? Quiero decir, no entiendo que sucede... Creí que querías comer.” Intentó calmar al chico poniendo sus manos en las muñecas contrarias.
El tritón negó con la cabeza. “Seeky...” Señaló el centro del mar. Después señaló la manzana y a su corazón, en donde yacia una marca rojiza. “V-Veneno... Castigo.” Tembló.
Entendió. Quiso disculparse pero antes de poder abrir su boca y dejar salir sus palabras, una luz cegadora se posó sobre ellos.
El tritón soltó un sonido similar a un chillido de animal antes de sumergirse y perderse en el azul oscuro que se mecía por ahora violentas olas.
Nate escuchó como un hombre le daba indicaciones de dejar el lugar antes de que algo sucediera. Pensó en el chico de mejillas cerezas, pensó en 'él' y recordó a la luna.
«¿Qué en todos los cielos había ocurrido?»