Despertó exaltado.
Estaba sudado y su cuerpo temblaba en agonía. Se sentía asustado y confundido. ¿Qué había ocurrido? ¿Dónde estaba?
Nate observó sus manos temblorosas reposando su vista en la yema de sus dedos, seguía allí. Suspiró.
Significaba que lo sucedido anoche había sido real y eso lo dejaba aún más angustiado. ¿Qué estaban apunto de hacer? Pero más importante, ¿Quien era ese ser? No, no, más importante aún, ¡¿Cómo demonios había llegado a su casa?! Recuerda caer dormido y entonces ¡Puf! Apareció en su cómoda cama.
Por Hades y por---
“Veo que ya despertaste.” Esa voz. ¡Él conocía esa voz!
Aliento se atascó en su garganta, observó la puerta como si de esta fuese a entrar el peor demonio que lo jalaria de las piernas y lo llevaría al inframundo... Quizás exageraba un poco.
Pero el pánico era el mismo.
¿Cómo?
“¿Nat?” El pomo fue girado en slowmotion y Nate observó como un plato se asomaba por la puerta.
“¿Todo bien?” Aquella persona entró.
¡Clap!
Nate palmeó con fuerza sus mejillas. Ardió. Dolió. Estaba despierto y lo tenía justo enfrente suyo, sonriéndole como si fuese el girasol que tanto adoraba. Que tanto adoró.
“¿Matthew?” Cuestionó. “¿Qué, cómo...?” Su voz era un fino hilo que daba a notar su nerviosismo e incredulidad.
Después de tanto tiempo, las cosas que habían sido dichas... ¿Cómo podía él presentarse con una dulce sonrisa?
“Te preparé desayuno.” Nate sonrió amargo. Por supuesto, casi había olvidado como el chico ignoraba sus preguntas y se centraba solo en lo que quería.
“Supongo que gracias.” Dijo de mala gana. “¿Cómo entraste aquí? No, ¿Cómo me encontraste?” Inquirió ignorando el ligero tic en los labios contrarios.
“¿Encontrarte? Estabas aquí durmiendo y Emma me pasó la clave de la puerta.” Matthew giró los ojos hacia el lado izquierdo. Nate inspiró aire y lo dejó salir lentamente.
Mentiroso.
“Suponiendo que te creo, ¿Que haces aquí?” El rubio ignoró el cosquilleo en su estómago pues su corazón seguía siendo masoquista e imploraba por cariño.
Cosa que no sucedería. Tenerlo enfrente suyo había liberado la cadena que lo retenía por tanto tiempo de dar el siguiente paso.
El rostro del chico tomó un ligero color rojo. “Quería verte. ¿No se me permite?” Ambos ojos conectaron.
Nate sintió una carrera de adrenalina por sus venas. Él no se había atrevido, ¿Verdad? Excepto que si lo hizo, además con una sonrisa inocente, como si todo lo dicho en el pasado no fuese más que un recuerdo borroso.
“No me puedes estar haciendo esto.” Ocultó su rostro entre sus manos. Sintió unos dedos acariciando su cabello y entonces toda su paciencia se acabó.
“¡No puedes estar aquí diciendo eso! No después de... Después de dejarme, me abandonaste por otra persona. ¡Te fuiste y aún me usaste! Me usaste cuando esa persona te hacía sentir solitario... Me despreciaste por seguir sintiendo algo por ti... ¿Cómo tienes el descaro?” Lágrimas fluían hasta humedecer sus palmas. Sollozos desgarraban su garganta y todo el sentimiento reprimido explotaba en su interior.
¿Cómo había sido tan iluso? Lloró por días y noches pensando que había sido culpa suya. Aún lo extrañó y anheló, y Matthew no merecía nada de eso.
“N-Nate, puedo explicarlo.” El hombre intento poner sus manos en los hombros de Nate. Él se alejó. “No es así. No es como tú crees. Podemos solucionar esto, sé que-”
“Hazme el favor de irte. No te dolió en el pasado, menos lo hará ahora.” Limpió sus lágrimas lleno de rabia e indignación.
Siempre creyó que podría hacerle frente con la cabeza en alto. Que equivocado había estado.
“No, no puedes hacer eso. ¡Estuve ahí cuando más lo necesitaste!”
“¡Me hundiste cada vez que podías! Nunca fuiste un apoyo solo fuiste... Un bastardo egoísta.” Escupió con el rostro arrugado por el enojo. “Vete de aquí antes que pagues cada cosa con ese rostro que tienes, ¿Bien?”
Matthew estuvo unos momentos en silencio. Segundos después abrió su boca y dijo: “Recuerda todos los momentos bonitos, Nate, sé que quieres. Emma me contó lo mal que has estado, p-podemos... Solo si me permites...” El azabache deslizó sus manos hasta dar con los nudillos de Nate.
Emma. Esa traidora.
“Hazte un favor y sal. Déjame en paz, ya sueltame el brazo. Te esperé por tanto tiempo solo para darme cuenta de la realidad. No lamentó lo que sentí por ti, pero si lamento haber derramado mis lágrimas y tiempo a causa tuya.” Sentenciando eso, empujó a Matthew y salió de la habitación.
Nate se encerró en el baño hasta que escuchó como la puerta principal era cerrada de un portazo. Estando en la seguridad de las baldosas blancas se permitió llorar. Acunó sus piernas con sus brazos y acurrucado siguió derramando cada parte de él hasta que se cansó.
Sus ojos ardían y se sentía fatigado. Volver a la cama era una tentación que estaría dispuesto a tomar sino fuera por la constante carrera que punzaba en su corazón. Debía salir y tomar aire libre, de lo contrario volvería a caer.
Y él ya no volvería a caer. No por la misma persona, ni por alguien que no merecería ni la mitad de lo que él era.