Cuando todo comenzó nunca creí que terminaría de está manera; aunque era más que obvio que iba a tener ese final.
La primera vez que lo vi, sus ojos brillaban más que la luna llena, ni siquiera las estrellas podían compararse. Siempre había sido tan perfecto y organizado, ni siquiera sus malos hábitos de sueño podían quitarle su encanto.
Pero yo guardaba un secreto; y aquel secreto terminó arruinando todo.
Pensé en decirlo, en acabar con esta incertidumbre que comenzaba a arruinar nuestra relación. No pude. Tenía miedo, miedo de fallarle y que terminará causándole terror mi naturaleza.
Y verlo aquí, recostado en su cama con una expresión pacífica decorando su pálido y enfermizo rostro, me trajo muchos recuerdos... Y muchos remordimientos.
—¿Se lo dijiste?— Pregunté a quien se hallaba a mi lado, manteniendo su expresión de preocupación que no parecía querer dejarlo en unas buenas horas.
Para mí sorpresa él negó con la cabeza.— No pude. Pensé que tendría tiempo pero llegamos aquí y...— Señaló con sus brazos extendidos hacia Nate, quien se removió en su lugar.
Suspiré pesadamente. Quizá debí de aclararlo en un inicio y el impacto no sería tan fuerte.
—¿H-Hice mal?— Tartamudeó como solía hacer de niños. Acaricié su larga melena.
— No, creo que es mi culpa.— Debí insistir más la última vez que hablamos. Si le hubiese contado todo...
—¿Despertará pronto?— Cuestionó, su voz fue temblorosa.
Exhale.
De niños, solíamos jugar a escondernos detrás de rocas grandes hasta que el primero en ser llevado por las corrientes perdiera. El tiempo pasaba demasiado rápido y en una de nuestras infantiles competencias nos encontramos con un ser que nunca habíamos visto, solo oído de él. Y nuestra experiencia no había sido buena.
“—Mantente alejado de él.—” Recuerdo decirle a Sean; en ese entonces su cabello apenas llegaba a sus hombros.
Sean obedeció a mis palabras, sin embargo, yo me acerqué. Escuchaba las alarmas de Seeky hacer eco en las cuevas, avisando de una posible tormenta.
Independiente de todo, nadé al lado del humanoide y lo giré poniendo mi aleta en su mejilla. Era un niño, quizás como nosotros, sangre salía de su nariz y se perdía en el agua, sus labios estaban rotos y sus mejillas estaban decoradas con pequeños puntos morados.
Sentí a Sean ponerse a mi lado y antes de poder abrir mi boca, él puso sus manos en el chico y lo besó. Así como así. Ignorando cada una de las leyendas que contaban historias de sirenas y tritones que terminaron convirtiéndose en espuma al experimentar un amor prohibido.
“—¡Sean!—” Recuerdo haberlo apartado del chico con brusquedad. El oro en sus ojos fundiéndose con las lágrimas que amenazaban con salir.
Entonces noté la pequeña cápsula que había puesto en la nariz y boca del chico. Lo había ignorado pero si, era obvio que el chico estaba a punto de morir ahogado.
Sean se acercó en cuanto observó que no estaba enojado con él, nunca lo estaría pero eso no significa que le dejé hacer lo que quiera... Ni siquiera yo estaba seguro de que las leyendas fueran solo leyendas.
“—Está vivo pero... Creo que sí se queda aquí por más tiempo...—” No tuvo que terminarlo. Ya lo sabía. Si no moría por la presión del agua, moriría a mano de los guardianes de Seeky.
Y la historia terminó con el niño llegando a una playa sin su zapato.
Encontré su zapato a un lado de los corales y lo dejé en donde había escoltado al niño, y me encontré con él. Sus hermosos ojos me observaban con impresión y emoción.
Caí perdidamente enamorado de él sin saber las consecuencias que eso traería.
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