Dueña de mí

Capítulo 1

¿Qué me estás diciendo? —preguntaba Delia consternada.

—Lo que oíste Delia, ¿Acaso quieres que te lo deletree?

—¿Pero... Por qué? —decía ésta sin poder creerlo.

—Porque me aburres —dijo el muchacho que se encontraba frente a ella, riendo—, sólo salí contigo por diversión, ¿De verdad creíste que estaba enamorado de ti? No seas tonta.

—Fingiste muy bien —dijo Delia con amargura. A pesar de la tristeza que le carcomía muy dentro de ella, logró mantener la compostura—. Que lástima que te hayas dado cuenta que conmigo no se juega, al final no te di lo que querías, así que solo perdiste tu tiempo. Que tonto.

La joven lo miró con arrogancia, el muchacho que estaba frente a ella apretaba la mandíbula sin saber qué decir. Delia pasó por su lado fingiendo que no le dolían las palabras de aquél chico del cual ella se había enamorado profundamente.

No podía creer que lo que le había dicho era cierto.

«Después de todos los momentos que pasamos juntos». Las salidas al cine, las risas en la feria, los besos que dejaban un sabor dulce, las caminatas por el sendero, los momentos en los que él le hacía sentir segura con tan sólo abrazarla o tomarla de la mano. Se negaba a aceptar la realidad, simplemente no podía ser cierto.

Los pies le temblaban a medida que seguía caminando.

"Porque me aburres" Las palabras exactas resonaban fuertemente en su mente. "Sólo salí contigo por diversión".

Delia era tímida, y por ello las personas trataban de aprovecharse de ella, sin embargo una vez que la conocías podías ver la fuerza interior de aquella chica.

A pesar de que tenía una mejor amiga, alguien que la sostenía cuando ella sentía derrumbarse, que estaba ahí para ella en cada momento difícil, que la escuchaba con atención; pasaba la mayor parte del día escolar sola, acompañada de historias fantásticas que habían sido impresas en cientos de páginas.

Delia se preguntaba en si algún día podría escribir tan bien como sus escritores favoritos. Se preguntaba en si sería lo suficientemente buena haciendo lo que le gusta: Escribir. Y ella realmente lo hacía, casi siempre a escondidas, sus escritos eran algo sumamente privado para ella, por lo cuál no podía permitirse el lujo de andar enseñándoselos a todo el mundo.

Miles de historias rondaban en su imaginación, sobre todo de amor, porque era el género que más le gustaba leer. Soñaba con tener algún romance como en los libros que leía a diario, pero creía que los chicos de su escuela eran tontos.

Era apodada como la soñadora, porque casi siempre podías observarla con su mejilla recargada en su mano, imaginando cientos de cosas que vete tú a saber qué. Los maestros le llamaban la atención a diario por estar soñando despierta, sin poner atención a la clase. Por esta razón, Delia sacaba malas notas, casi siempre eran menores a ocho.

Delia era hija única. Había sido fruto de una pareja amorosa, que se amaba tanto como en los libros que leía Delia, o incluso más. Delia amaba a sus padres, tanto como ellos a su única hija. Su padre le había inculcado la lectura desde muy temprana edad, cuando ella apenas contaba con nueve años de edad. Su madre, que era una mujer morena, de ojos grandes color café —Muy hermosa, por cierto—, le había enseñado a dibujar y a esculpir.

Delia no podía sentirse más afortunada con los padres que ella tenía. A menudo los veía abrazados cariñosamente en cualquier parte de la casa, siempre demostrándose cariño, y eso a ella le hacía muy feliz.

Caminaba por los pasillos de la escuela, con el corazón roto. Era la primera vez que le rompía el corazón un chico, y odiaba aquella sensación de debilidad.

Delia odiaba sentirse débil, sentirse triste y sobre todo, odiaba sentirse usada.

Corrió hasta llegar con su amiga Valeria, quien caminaba tranquilamente con algunos libros en mano, ya que Valeria también amaba la lectura, y a menudo las dos intercambiaban libros.

—¡Valeria! —gritó desde lejos para que ésta pudiera escucharla— ¡Valeria!

La castaña volteó a ver a su amiga, y se acercó a ella con preocupación.

—¿Que pasa Delia? —dijo con el ceño fruncido— ¿Estás bien?

—No Valeria... Yo... —dijo respirando agitadamente.

—Vamos a otro lugar más tranquilo para que puedas contarme, ¿Si? —Delia asintió.

Ambas chicas se dirigieron a la parte trasera de la escuela, en donde casi no era visitada por los alumnos. Se sentaron en el pasto verde, y Delia comenzó a hablar.

—Valeria, no tienes idea de lo que acaba de pasarme —dijo con la vista baja, aguantando las ganas de llorar—. Daniel acaba de terminarme, y no sólo eso... —suspiró resignada— ...dijo que sólo fui una diversión más para él.

—¿De verdad? —preguntó Valeria sorprendida. Delia asintió —. Si tienes ganas de llorar hazlo, no temas.




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