Actualidad.
Aquél día Delia se había levantado de muy buen humor, más de lo normal, en realidad.
Quizá era porque el día estaba soleado y pintoresco, o porque estaba a punto de terminar el nuevo libro que se había comprado.
Sea cual fuesen las razones de Delia, se levantó casi cantando, dando pequeños saltos al caminar. Tomó una ducha con agua caliente, secó sus rizos, se vistió y finalmente se miró en el espejo. No encontró nada más que a una chica morena que la miraba con grandes ojos. Sonrió, se gustaba a sí misma.
—Soy un alma libre. —Se dijo a sí misma frente al espejo, como todos los días.
Miró el reloj, aún había tiempo. Salió de su cuarto a desayunar, saludó a su madre con un beso en la mejilla, y del mismo modo lo hizo con su padre.
Su casa era pequeña, era del tamaño perfecto para sólo tres personas. Sin embargo, se sentía como un auténtico hogar, lleno de tanto color, de tanta vida.
Su padre la llevó al colegio, como casi siempre, ya que el instituto quedaba de paso por su trabajo. A veces Delia prefería irse en autobús, otras tantas, cuando el tiempo se lo permitía, prefería la bicicleta.
—Que tengas un buen día, amor —dijo su padre dejándola en la entrada de la escuela.
—¡Tú también papá! —exclamó Delia saliendo del auto.
Caminó adentrándose en la preparatoria. Era el primer día de clases cursando el cuarto semestre de estudios.
Las vacaciones navideñas habían sido largas y un tanto cansadas, por lo cual Delia ansiaba regresar a clases.
A pesar de que aún era Invierno, el sol reposaba sobre la piel de la morena. Sin embargo, el aire gélido se sentía en el ambiente.
En su camino se encontró a sus compañeros de clase, los saludó con normalidad sin deseos de interactuar con ellos. A pesar de que no hablaba demasiado con sus compañeros, tampoco podía decir que le desagradaban, puesto que no les conocía lo suficiente para juzgarlos.
A ellos tampoco le desagradaban Delia, simplemente la veían como una chica más en clase. Siempre se portaba amable sin querer agradarle a todos. Simplemente era su forma de ser.
De repente, la voz de su amiga la llamó. No le dio tiempo de verla siquiera, ya que Valeria había tomado partido de ella. Había rodeado sus brazos en el macizo cuerpo de su amiga Delia.
—¡Cuanto tiempo sin vernos!
—Sólo fueron unas semanas —dijo con naturalidad la morena.
—Tienes que contarme cómo te fue —dijo con emoción su amiga. Ambas chicas caminaban hacia su salón de clases—. Yo viajé a Puerto Vallarta. ¡Es precioso, Delia! Tomé unas fotos que sé que te van a encantar, ahorita mismo te las enseño.
Delia reía por la emoción de su amiga. Era normal verla así casi siempre.
—Me imagino. Sabes que me gustaría ir a ese lugar.
—Lo sé. Por eso tomé muchas fotos para ti —dijo sacando algo de su bolsillo—. Por cierto, ¿Ya supiste lo de Daniel?
Delia fruncio el ceño. Hacía un año que había dejado de saber de él.
—No. ¿Que tiene?
—Regresó a estudiar aquí. Parece que lo expulsaron de la otra escuela y ahora volvió —comentó Valeria mirándola con preocupación.
—Bah —expresó—. Da igual. Mientras esté lejos de mí no habrán problemas.
Desde hacía un año había dejado de ver a su antiguo amor. Era verdad que al principio le había costado superarlo, pero con el tiempo la herida había sanado. Eso no quitaba el hecho de que él había sido su primer novio.
El toque indicando el comienzo de clases retumbó por toda la escuela. Sin más, caminaron hacia su salón de clases.
Como siempre, era un nuevo comienzo, por lo cuál habían profesores nuevos, y debía acostumbrarse a sus nuevas materias. Las clases pasaban rápidas, únicamente los maestros les explicaban la forma en que evaluarían durante el curso.
A la hora de la comida, se fue a sentar en uno de los comedores que habían en la cafetería. Valeria se encontraba entre el montón de alumnos que pedían sus alimentos con desesperación.
Delia prefería llevar el suyo. Estaba sentada tranquilamente leyendo el libro que estaba a punto de terminar. Su mente creaba escenarios falsos imaginando cada detalle de las palabras del escritor. Estaba extasiada.
—¿Que haces? —Escuchó una voz masculina al frente de ella. Bajó el libro para ver quién había sido el dueño de tan tonta pregunta.
—Leía un libro, claramemte —contestó Delia enarcando una ceja, mirándolo como si fuera un tonto.
"Raúl" pensó. Conocía a aquél muchacho únicamente de vista. La mayoría de las jóvenes deseaban estar a su lado y normalmente escuchaba el nombre del susodicho siendo nombrado por las múltiples de jovencitas hormonales.
—Cierto —dijo Raúl con una risa nerviosa—. Mejor, dime tu nombre.