Dueña de mí

Capítulo 3


Al irse la chica, Raúl se había quedado perplejo. Nunca, jamás le habían hecho un desplante de esa forma.

Se quedó un gran rato pensando. Después de varios minutos su amigo se acercó a grandes risas hacia él. Raúl lo miró con fastidio.

—Veo que te han rechazado.

—Para nada —dijo Raúl con arrogancia. Rafael tomó asiento frente a su amigo—. La puse tan nerviosa que salió corriendo.

—¿Y que fue lo que le dijiste?

—Sólo la invité a salir este viernes. Seguramente ahora debe estar gritando con sus amigas de emoción. —Por detrás se acercaba Daniel reprimiendo la risa—. Ya he visto ese tipo de cosas con otras niñas.

—Yo no estaría tan seguro. —Intervino Daniel riendo por lo que acababa de escuchar en uno de los pasillos.

Ambos muchachos lo vieron con sorpresa.

—¡Hey! —exclamó Rafael—. Supe que te expulsaron de la otra escuela.

—Vaya... Si que los chismes corren rápido —dijo Daniel entre dientes. Luego se dirigió a su antiguo amigo Raúl—. Veo que ahora estás interesado en Delia.

—¿Cómo lo supiste?

—La acabo de ver hablando sobre ti.

Raúl le dio una mirada rápida a Rafael alzando las cejas de forma arrogante.

—No me sorprende —rió—. ¿De qué hablaban?

Daniel lo miró con seriedad, pensando en que era un grandísimo idiota, sobretodo por meterse con alguien como Delia —quien había dejado de ver desde hacía un año—, pues él sabía perfectamente lo difícil que era aquella chica con quien antes había compartido un hermoso romance, diferente a todos los anteriores.

Haberla visto le había traído buenos recuerdos a la mente. Había sido la única chica que no se había entregado a él como lo hacían todas, quizá había sido la única que lo quiso con sinceridad.

—Ya te imaginarás. —Inventó Daniel hablando despectivamente—. Estaba gritando con su amiga.

Raúl soltó una carcajada exagerada.

—Va a ser mía más pronto de lo que pensé.

                            ♥

Las dos amigas entraron al salón riendo. No se habían percatado que la maestra ya se encontraba en éste, y que todos estaban en silencio. Rápidamente tomaron sus respectivos asientos, una a lado de la otra.

La maestra de ecología comenzó a explicar el primer proyecto del parcial. Tan pronto como habían comenzado las clases ya les estaban encargando tarea.

Delia no lo pudo soportar más y sacó el libro que anteriormente leía. Lo abrió con discreción y comenzó a leer sin que la profesora pudiera darse cuenta.

Sus pupilas iban de un lado a otro adentrándose más en la trama. La voz de la maestra parecía oírse muy al fondo como un sonido que se distorsionaba y terminaba perdiéndose.

—Delia. —De repente se dio cuenta que la maestra había pronunciado su nombre. Cerró el libro con fuerza. Ésta la miraba con recelo, sabiendo que su alumna se encontraba leyendo en clase—. Tú harás equipo con Julián. —Sonrió con un poco de malicia.

Delia hizo una mueca removiéndose en su pupitre con cierto disgusto. Volteó a ver a su compañero, quien se encontraba al otro extremo del salón, éste la veía desde antes. No era que Julián le desagradara, simplemente no creía hacer buen equipo con él ya que no lo conocía lo suficiente, únicamente había compartido algunas palabras con él y nada más.

—¿No podemos escoger nosotros a nuestras parejas de equipo? —preguntó Delia con desacuerdo de su emparejamiento.

—No Delia. Las parejas las escojo yo.

—No te preocupes compañera. —Desde el otro lado expresaba Julián cruzado de brazos—. No te molestare mientras hagas el proyecto.

Delia se limitó a rodar los ojos y aceptar que debía trabajar con él forzosamente.

Por suerte, el martirio terminó rápido. El toque de salida ya había sonado y la mayoría de alumnos salían desbocados.

Delia se apresuró a salir del salón para alcanzar a Julián, sabía que a aquél muchacho no le agradaba trabajar en equipo, y por lo mismo, no se esforzaba haciéndolo.

Julián había sido uno de los primeros en salir, era una de las ventajas de sentarse en la primera fila. Él sabía que Delia iría tras él después de clases y no quería entablar una conversación en ese momento, pues ansiaba regresar a su casa.

Si hubiese caminado más rápido, y si los adolescentes desesperados por salir de la escuela no le hubiesen obstruido la salida, quizá no lo habría alcanzado la morena.

Puso los ojos en blanco al escuchar su voz. Volteó a verla.

—Antes de que te vayas, ¿Podemos hablar del proyecto?

—¿No puede ser después? —dijo el muchacho viéndola con fastidio—. Llevo prisa.




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